Quiero llorar poquito…

La comida tiene un poder evocador en nuestra mente, ya que afecta nuestros cinco sentidos.

Si comemos con conciencia, nuestra mente se encarga de almacenar esos recuerdos y estos están relacionados muchas veces con momentos de felicidad.

Sobre todo durante nuestra niñez, cuando aún no teníamos las responsabilidades que conlleva la vida adulta.

Hace un tiempo fui invitada  a casa de unos amigos y el anfitrión hizo una pasta rellena. 

Karina Barbieri Karina Barbieri Publicado el
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https://www.youtube.com/watch?v=EhQtgmwWuKo

La comida tiene un poder evocador en nuestra mente, ya que afecta nuestros cinco sentidos.

Si comemos con conciencia, nuestra mente se encarga de almacenar esos recuerdos y estos están relacionados muchas veces con momentos de felicidad.

Sobre todo durante nuestra niñez, cuando aún no teníamos las responsabilidades que conlleva la vida adulta.

Hace un tiempo fui invitada  a casa de unos amigos y el anfitrión hizo una pasta rellena. 

Hecha por él, desde la masa, la salsa, hasta el relleno.  Eran unos ravioles.  Le di el primer bocado y de manera inmediata, de forma inconsciente se me hizo un nudo en la garganta, se me corto el habla y se me llenaron los ojos de lágrimas.  

Me remontó a mi niñez, cuando entre mi papá y mis hermanos hacíamos la pasta en casa y ese día siempre comíamos pasta con “Tuco”, salsa de tomate y carne que hacía mi mamá.

En la película “Ratatouille”, recuerdo claramente la escena donde el estirado crítico gastronómico se sienta en la mesa del restaurante y pide que el chef  le mande la comida. Y el chef le sirve un plato de ratatouille, platillo típico de provenzal hecho a base de berenjena, tomate y calabacita.

En la caricatura bien representan cuando el crítico prueba el platillo y lo transporta de manera fugaz a su infancia, cuando su mamá le servía un plato de ratatouille.

Se ve como sus ojos se llenan de lágrimas y la expresión de su cara cambia de intolerante a tierna.

Es pues aquí en Monterrey, donde la arquitecta Cynthia Gutiérrez, decide crear un concepto de galletas entendiendo perfectamente este poder evocador que tienen los alimentos y hace las galletas marca “Llora Poquito” . 

Refiriéndose precisamente a las ganas que te dan ganas de llorar cuando comes algo que te transporta a momentos hermosos de tu vida, que te dan ganas de “llorar poquito”, vaya nadie que yo conozca se suelta en llanto, aunque me imagino que debe haber alguna excepción.

“Galletas tan buenas que parecen hechas en casa…. porque están hechas en casa”.

Como antes, galletas que a la vista son rústicas, en su mayoría de forma irregular, elaboradas con los mejores ingredientes y hechas a mano por ella.

Me comenta que hay una de sus galletas en particular, que la transporta a su niñez, es la de “Mantequilla con grajeas de confetti”.

Tiene dos tamaños: “Las chicas”  y “Las mas chicas”  como buena golosa no hay galleta lo suficientemente grande… ¡Todas son chicas!

En la página Web se pueden hacer los pedidos, o bien, por teléfono. Estos tardan de dos a tres días y son entregados personalmente, ya sea por ella y/o por su esposo:

llorapoquito.mx

Mis galletas favoritas:
Mantequilla de cacahuate y palanqueta
Avena, pasas y tocino
Rol de canela
Romero y limón

 

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