Éxito de antaño

Es interesante ir a visitar los restaurantes nuevos de la ciudad, sobre todo aquellos donde se ven los millones de pesos gastados, como en el Blue Baja Grill, ubicado en la Colonia del Valle.

Pero me parece sano hacer el ejercicio de vez en cuando de voltear al pasado, e ir a restaurantes que nos remonten a otras épocas. Aquellos restaurantes que, a través de los años, han tenido la fortaleza de sobrevivir ante huracanes, crisis, inseguridad, etc...

Karina Barbieri Karina Barbieri Publicado el
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Es interesante ir a visitar los restaurantes nuevos de la ciudad, sobre todo aquellos donde se ven los millones de pesos gastados, como en el Blue Baja Grill, ubicado en la Colonia del Valle.

Pero me parece sano hacer el ejercicio de vez en cuando de voltear al pasado, e ir a restaurantes que nos remonten a otras épocas. Aquellos restaurantes que, a través de los años, han tenido la fortaleza de sobrevivir ante huracanes, crisis, inseguridad, etc…

Esta vez no solo fui a un restaurante antiguo, sino me fui a una fonda, popular, de esas que sirven la comida que todo regiomontano entrado en sus años ha probado de niño, sabores de antaño, de pueblo.

Ubicada sobre la Ave. Madero esquina con Xicoténcatl, “La esperanza” tiene 35 años operando. Y con gran éxito.

Era la 1 de la tarde de un día entre semana, y podía ver la fila de clientes de más de 20 personas para hacer su pedido en caja. Y vaya que la cajera era muy veloz.

El restaurante es muy grande y las mesas son comunales, alberga alrededor de unas 200 personas. A esa hora las mesas estaban completamente llenas.

La cocina es una gran barra abierta, todos pueden ver cómo se preparan las viandas.

La cámara de refrigeración, que evidencia la antigüedad del lugar, está a la vista de los clientes, junto a las mesas.

El movimiento de este restaurante es sorprendente.

En un principio pensé que había tenido mucha suerte de que al llegar un día sin previa cita me haya encontrado con el creador de este restaurante, justo en la puerta del mismo.

Pero recapacitando llegué a la conclusión que un restaurante de éxito no se hace solo, no es suerte ni casualidad.

Encontrar en la puerta a su creador, Don Rosalío Gutiérrez Vega, y quien es originario de Michoacán, recibiendo a su clientela con un afectuoso “pásenle”, después de 35 años, te dice mucho del éxito del lugar.

Así tuve la suerte de conocerlo y que me platicara un poco de su historia.

Fue el 6 de enero de 1980 cuando Don Rosalío decide empezar a vender tortas, afuera de una cantina, el Día de Reyes, y recuerda haber vendido siete tortas.

Al poco tiempo llegó a vender hasta 200 tortas en un día. Eran de jamón, queso de puerco y queso amarillo, tortas frías.

Con el tiempo, renta el local de la cantina y adquirió el local adjunto, que era una papelería.

Así, con los años, se fueron yendo más locales hasta que los tomó todos y los convirtió en un restaurante en forma. 

Me platica que cuando empezó a vender tortas fue un momento muy difícil en su vida,  lo había perdido todo y su única esperanza era ese changarro…Por ello escogió el nombre de “La esperanza”, ya que fue su única esperanza, valga la redundancia.

“La esperanza” es un restaurante como pocos en Monterrey, que nos permite enseñarles a nuestros hijos lo bien que comíamos hace 30 o 50 años. Sanamente, tortas y comida de verdad, no lo que sirven en los establecimientos de fast food provenientes de nuestro país vecino.

Algunos de los platillos en su menú:

Tacos de carnitas, choriqueso, y chicharrón. También tacos vegetarianos como el de coliflor y el de acelgas con queso, muy bien logrados.

Tortas cubanas, de pierna, de milanesa, muy bien servidas.

Enchiladas, flautas, algunos dicen que son las mejores de Monterrey.  Entomatadas y chilitos rellenos.

Y mi debilidad… las manitas de puerco, estas se pueden servir lampreadas, en salsa verde o vinagreta.

Evidentemente todos los platillos están deliciosos, sin pretensiones, son lo que son y no han cambiado a través de los años.

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