La explicación que dio ayer el gobierno federal sobre la explosión de Pemex, fue tan incierta que probablemente producirá más dudas que certezas.

Y es que, según el procurador Jesús Murillo Karam, la tragedia del edificio de Pemex se debió a una explosión de gas natural, que se acumuló en el subsuelo del edificio en cuestión, sin que hasta ahora nadie sepa ni cómo, ni cuándo, se formó esta acumulación. 

Si fue un “accidente”, es malo. Pero si fue un atentado, obviamente es peor. 

Y es que accidente, o atentado, el gobierno de Enrique Peña Nieto se enfrenta hoy a uno de los primeros grandes retos que ponen a prueba su capacidad para gobernar. 

La intención de Leonardo Valdés Zurita para que ayer mismo se multara a la coalición de partidos que apoyaron a Andrés López Obrador no prosperó. 

Por una abrumadora mayoría de siete a dos el Consejo General del IFE pospuso la decisión. 

Desde que Enrique Peña Nieto llegó a Los Pinos, los cambios en política exterior también se empezaron a notar.

Y no sólo porque la Suprema Corte le hizo justicia a Francia con el caso de Florence Cassez, sino también porque México empezó a recuperar el prestigio que tenía antes del arribo de Vicente Fox al Palacio Nacional.

Al margen de los hechos que constan, el caso Pemex-Siemens que involucra al empresario Jaime Camil, podría inscribirse en un interescuadras político.

Primero, porque la demanda de Pemex contra la corporación alemana se da en diciembre de 2012, en el primer mes en que debuta el gobierno de Enrique Peña Nieto.