Ante el ritmo de vida acelerado y la necesidad de adaptarse casi de forma instantánea a las exigencias que impone un mundo competitivo, pareciera que resulta inevitable cuidar la salud bajo la ley del mínimo esfuerzo.
Y es que en un intento por ser más eficientes a nivel cognitivo, por mejorar la capacidad de atención, concentración y memoria, o incluso por levantar el estado de ánimo, el uso no médico de esos llamados fármacos inteligentes (o "smart drugs", en inglés) para lograrlo puede llegar a ser tentador.
Eugenia Rodríguez