El sismo no discriminó, la fraternidad tampoco

En la esquina de Álvaro Obregón y Mérida la cadena humana comenzaba afuera del derrumbe y terminaba por lo menos 50 metros después, militares y ciudadanos comunes cargaban escombros por igual con las ganas de ayudar a quien había perdido todo
Rubén Zermeño Rubén Zermeño Publicado el
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Sin importar clase económica, puesto de trabajo o colonia de residencia, todos comenzaron a ayudar donde les agarró el temblor.

Hombro a hombro, oficinistas, albañiles, estudiantes, ejecutivos, amas de casa y hasta estilistas se organizaron para las labores de rescate.

“Hay que estar agradecidos por estar vivos, yo por eso vine a ayudar, no me importa si mi casa está bien o mi familia, hay que ayudar donde uno esté y sin mirar a quién”, comentó una mujer de 65 años, vendedora de dulces y refrescos, que donó todas sus bebidas para los rescatistas, después se acercó y conforme su cuerpo la dejaba, cargaba escombros.

Álvaro Obregón 286, un edificio de 6 pisos de oficinas y consultorios colapsó, se vino abajo por el fuerte sismo que sacudió a la Ciudad de México el día de ayer.

Muchos lograron salir con vida y otros se encuentran aún entre los escombros.

“Estábamos en una reunión en el segundo piso y comenzó a temblar y nos dimos cuenta que la cosa era bastante preocupante, bajamos las escaleras y de repente comenzó a colapsar el edificio, salimos de milagro”, dijo Carlos, un ejecutivo que trabajaba en el lugar.

No así seis personas que trabajaban con él, al parecer no pudieron salir y tampoco han sido encontrados entre los escombros.

Dos pisos arriba de Carlos, en una clínica de belleza, cuatro mujeres perdieron el glamour, alcanzaron a salir con vida del edificio antes de que colapsara, solamente se llevaron consigo mucho polvo y un terrible susto.

“Estuvo fuertísimo, parte de las escaleras se iban cayendo conforme íbamos bajando, fue terrible, somos muy afortunadas de haber podido salir, yo pensé que no la contábamos”, dijo una de las estilistas llena de golpes, lesiones y pies vendados. Cuatro de sus compañeras no habían podido salir del edificio.

Desesperados, corriendo y con lágrimas, decenas de personas arribaban a buscar a sus familiares que trabajaban ahí, no sabían nada de ellos y en la lista de rescatados y trasladados a hospitales solamente había 15 nombres.

A las 15:31 sobre Álvaro Obregón y Mérida todos quedaron en silencio, después desde la parte alta del edificio se escucharon gritos y aplausos, los que estaban abajo lo replicaron.

“¡A huevo! ya encontraron a alguien, aún hay vida en ese edificio”, dijo un joven a su amigo.

A las 15:35 y a las 15:37 volvieron a aplaudir, cuatro personas fueron encontradas con vida en menos de 10 minutos.

Entre los rescatados se encontraba Óscar Castellano, el tener su celular a la mano facilitó las labores. No así dos mujeres, que murieron aplastadas entre los escombros.

“Pongamos los víveres sobre Ámsterdam, aquí a un lado en la banqueta que se acerquen médicos y paramédicos, los demás formemos una cadena humana para ir sacando los escombros”
Voluntario

“Aquí ya no hace falta ayuda, si alguien quiere ayudar váyase a Laredo y a Ámsterdam, allá la necesitan más que aquí”, gritaban por los altavoces sobre Álvaro Obregón.

En una estrecha calle de la Colonia Condesa un edificio de departamentos se había venido abajo, de entre los escombros se veían camas, libros, trastes y fotografías.

En la punta del edificio colapsado se encontraban militares, miembros de protección civil y paramédicos, viendo cómo apuntalar el edificio y cómo penetrar en él para buscar a sobrevivientes.

“Silencio, silencio”, gritó el hombre del megáfono, todos levantaron los puños y callaron.

“Abran paso a la ambulancia, abran paso”, alguien con vida había sido encontrado.

Repartidores de Uber Eats, familias y vecinos llevaron agua y material de curación. Los albañiles de zonas cercanas acercaron carretillas, palas, picos y cascos
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