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Peligra agua en Cerro Prieto

El derrame de combustible en la presa Cerro Prieto, ubicada a 20 kilómetros al noreste del municipio de Linares, pone en peligro el aprovechamiento de esa agua para consumo humano.

Aunque la contaminación provocada por la ruptura de un poliducto de Petróleos Mexicanos (Pemex) parecía totalmente controlada, todavía hay cantidades de hidrocarburos en el embalse que desemboca al Río Pablillo.

Supervisor de Pemex explica que recopilan muestras que determinen el grado de impacto del hidrocarburo en el agua
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El derrame de combustible en la presa Cerro Prieto, ubicada a 20 kilómetros al noreste del municipio de Linares, pone en peligro el aprovechamiento de esa agua para consumo humano.

Aunque la contaminación provocada por la ruptura de un poliducto de Petróleos Mexicanos (Pemex) parecía totalmente controlada, todavía hay cantidades de hidrocarburos en el embalse que desemboca al Río Pablillo.

Hasta ayer, alrededor de 150 trabajadores de las empresas Biotecnología Aplicada al Saneamiento Ambiental (BASA) y Servicios Ambiotrat, ambas contratistas de Pemex, removían de las orillas de la presa la maleza contaminada por la gasolina.

Las cuadrillas de trabajadores removían trozos de troncos, ramas y lodo que absorbió el combustible y confinaban esos residuos tóxicos en bolsas negras de plástico, para ser posteriormente trasladadas a su destrucción.

El material recolectado también es analizado por las áreas de Seguridad Industrial y Protección Ambiental de la paraestatal, y se realizan sondeos para estudiar los componentes químicos del agua impactada.

Pemex instaló barreras marinas y cordones oleofílicos para contener el hidrocarburo -ya que su densidad hace que el producto flote en el agua-, y así evitar que el contaminante llegue a la toma y a la cortina de la presa.

Estas guardas fueron colocadas cerca de las compuertas de la Cerro Prieto y en el extremo opuesto del embalse, donde resaltan desde lejos por su característico color naranja.

“Está protegida la bocatoma de la misma manera. Y sí, efectivamente, ya se está atacando, tratando de encerrar con barreras marinas y recuperando lo que está impactado con presencia de hidrocarburos”, dijo uno de los supervisores de Pemex que coordina la remoción de escombros.

El funcionario federal aseguró que el combustible se concentra en las orillas del vaso, que el viernes pasado fue desfogado, y según él no hay más zonas contaminadas en la presa.

En un recorrido se pudo observar que el producto se concentra enfrente del centro turístico Cerro Prieto, un paraje para visitantes localizado en las márgenes de la presa, y su presencia se prolongaba a cientos de metros.

Otro de los supervisores de Pemex explicó que los sondeos son para recopilar muestras químicas que determinen el grado de impacto del hidrocarburo sobre el agua.

El colaborador de Pemex expresó que la maleza contaminada recopilada en bolsas de plástico, será trasladada por la paraestatal para ser destruida.

“El material recolectado se pondrá a disposición final (destrucción). Todo eso va a destruirse”, manifestó, “se hicieron unos recorridos en helicópteros y se observa el producto en varios recodos, pero ya están identificados”.

En los vehículos oficiales de Pemex se observó la presencia del absorbente de hidrocarburos NatureSorb, que sirve para contener el derrame de petróleo y de productos químicos.

La versión oficial que sostuvieron los funcionarios consultados fue que el rompimiento del poliducto Madero-Cadereyta que afectó la presa Cerro Prieto se debió a las intensas lluvias provocadas por la tormenta tropical “Ingrid”.

La precipitación causada por el ciclón produjo el derrame de gasolina hacia el cauce del Río Pablillo, un afluente que conecta con la presa de Cerro Prieto.

La Comisión Nacional del Agua informó que el viernes pasado se abrieron dos de las cinco compuertas para desfogar el embalse, debido a que se encontraba a más del 98 porciento de su capacidad, equivalente a 294 mil 444 millones de metros cúbicos.

Vecinos de la presa sufren intoxicación

La contaminación por la fuga del poliducto de Pemex provocó la intoxicación de varios habitantes de los ejidos aledaños a la presa y, ante la tardía reacción de las autoridades, tuvieron que evacuar la zona por sus propios medios.

Los habitantes de la comunidad Cerro Prieto empezaron a notar el olor de la gasolina cerca de las 16:00 horas del pasado 17 de septiembre, cuando empezaron a padecer dolores en el estómago, cabeza y pecho, así como vómito e irritación ocular.

Uno de ellos fue Agustín Hernández Lozoya, de 88 años, quien tras el escurrimiento del hidrocarburo decidió quedarse en el ejido donde ha pasado toda su vida, al lado de su esposa.

“En la mañanita (del día siguiente) que salgo y me dio un golpe (en el pecho). Y como ya tengo mis años, como que me cortó”, narra el octogenario al borde del llanto.

“Me sentí mal, todos se fueron”.

Otros que sufrieron los síntomas fueron el joven matrimonio de José Luis Arévalo Rodríguez y Erika Yudith Espinoza Reyes.

Aunque empezaron a percibir el olor del hidrocarburo aquella tarde, no fue hasta cerca de las 20:00 horas que ellos se trasladaron por su propia cuenta a la cabecera municipal de Linares, debido a que no había llegado la ayuda oficial.

Ahí se enteraron que entre los intoxicados del vecino ejido Hacienda de Guadalupe, donde se presume que el poliducto cedió a la lluvias, se encontraba su sobrina Estrella Valdés, de tres años, con diarrea, vómito y mareos.

“Había más gente ahí intoxicada también, de aquí mismo de los ejidos”, recuerda José Luis, “por lo mismo del olor de Pemex”.

Aunque dicen que la niña se recuperó después de suministrarle medicamentos y suero en un centro de Salud, regresó a su hogar con una tos recurrente.

Guadalupe Arévalo Villanueva, de 65 años, también evacuó el ejido Cerro Prieto por sus propios medios, luego de sentir malestar en todo su cuerpo e intensas náuseas.

“Yo de momento no tenía cómo salirme y al fin hubo quien nos sacara. Nos salimos y nos fuimos, pero ya no aguantábamos la peste y los ojos no los podíamos ni abrir, bien llorosos con tan fuerte que estaba”.

El olor a combustible fue insoportable para los habitantes de esta comunidad, pero también ocurrió en otros ejidos como Hacienda de Guadalupe, Cascajoso y Poblado.

“Fue una desgracia, porque a nosotros ya nos andaba, ojalá y ya no pase. Y mi esposo que se quería vomitar, ¿y pues cómo le hacía yo? Ahí vamos para allá, pero los ojos no los podíamos abrir de ardor, lagrimeo y dolor de cabeza.

“Nosotros nos trasladamos por nuestros medios, pero dicen que hubo (auxilio de funcionarios) del Municipio, pero nosotros no vimos de momento aquí a nadie. Nosotros nos fuimos como a las 9:00 de la noche”, señala.

Como medida preventiva, las autoridades trasladaron al gimnasio municipal de Linares a cerca de 300 habitantes de las localidades circundantes, donde permanecieron la noche siguiente del derrame, pero paulatinamente regresaron a sus hogares.

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