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Respeto…

Difícil encontrar en el periodismo tres gentes con métodos, usos y costumbres más opuestas a Isabel Arvide, Julio Scherer y Ramón Alberto Garza, el cómo se conducen, qué hacen, con quiénes conviven, qué encuentran aceptable, o no… Probablemente los horrorice verse nombrados en la misma columna, y quizás en este periódico, por lo cual les pido, de antemano, disculpas a los tres. 

A su manera, a su estilo, con su propio punto de vista, aliados, fuentes, perspectiva, Arvide, Scherer y Garza se han jugado una y otra vez la vida, exponiendo, exhibiendo, explicando, denunciando hasta el filito mismo de donde se sufre un accidente, una desaparición, un asesinato. Porque lo que tocan es lo más delicado de lo que no se discute en México

Difícil encontrar en el periodismo tres gentes con métodos, usos y costumbres más opuestas a Isabel Arvide, Julio Scherer y Ramón Alberto Garza, el cómo se conducen, qué hacen, con quiénes conviven, qué encuentran aceptable, o no… Probablemente los horrorice verse nombrados en la misma columna, y quizás en este periódico, por lo cual les pido, de antemano, disculpas a los tres. 

No estoy de acuerdo con todo lo que han hecho, escrito, o a veces sus métodos. Pero es extraordinaria su valentía, durante décadas, enfrentando y balconeando algunos de los asuntos más duros que ha vivido, y vive, el país. Por eso respeto a los tres, aún conociendo su profunda, como diría un cura, “humanidad”. 

Tenemos un mejor país porque, por algún milagro, los tres siguen vivos. Hay muchos que escriben, opinan, embrujan con palabras, fugas de información, o acceso al poder. Hay, por fortuna, cada vez más que denuncian, balconean, se burlan, exhiben las fallas y peripecias del poder. Pero son o bien pocos, los que tocan, año tras año, los cuatro temas más peligrosos que puede tocar la tinta: el alto mando militar, la policía federal/ procuraduría, el narco, y la vida personal y familiar del presidente en funciones. 

A su manera, a su estilo, con su propio punto de vista, aliados, fuentes, perspectiva, Arvide, Scherer y Garza se han jugado una y otra vez la vida, exponiendo, exhibiendo, explicando, denunciando hasta el filito mismo de donde se sufre un accidente, una desaparición, un asesinato. Porque lo que tocan es lo más delicado de lo que no se discute en México. Nombran, dan hechos, citas y documentos. Se meten a las cárceles y entrevistan. Denuncian cuando se tiene poder, siguen investigando y denunciando después. No quitan el dedo.

Hay pocas gentes con los pantalones y astucia para enfrentar, tocar, osar publicar lo que han hecho estos tres. No es que estén de acuerdo, que sean amigos, que escriban lo mismo. Al contrario. Muchas veces lee uno lo escrito por uno y contradice absolutamente lo escrito por otro. Pero al entrevistar a los narcos en sus casas, al acostarse o emborrachase con varios generales, al denunciar de frente a los más poderosos, meterse en los barrios más oscuros, recibir infinidad de pitazos y denuncias, cada uno, a su manera, con propio estilo, lentes y prejuicios, van dejando testigo y huella de la historia más compleja de México.

Hemos de agradecerles lo que hacen porque es cada vez más peligroso escribir, denunciar, iluminar. No muchos publicarían un libro como “Mis Generales”, que detalla las intimidades, recovecos, honores, cuestionamientos, usos y costumbres del poder militar. Poder que se esparce cada vez más, y que es cada vez más importante entender. Antes de este libro no había, en un lugar, tanta anécdota, transparencia, intimidad, sobre lo bueno, valiente, trágico y corrupto de los individuos que más mando tienen en el país. Antes de que Scherer se metiera, en los setentas y ochentas, no había muchos que de manera sistémica y constante denunciaran, exploraran, explicaran las redes de los narcos más poderosos del país, o las peripecias de EL Señor Presidente… 

Ramón Alberto, nacido, por fortuna, en época anterior a las medicinas contra el síndrome de déficit de atención, usa su peripatética energía copariendo El Reforma, Reporte Índigo y ahora un periódico. 

A diario se pelea a muerte con amigos, enemigos, poderosos y peligrosos, explicando, en detalle, quién usa poder para qué fin. Cada uno de los tres, deja pedacitos, migajas, pistas, realidades y verdades que seguirán entreteniendo a historiadores durante décadas. Porque no hay mucho lugar donde encontrar gran y constante historial de denuncias contra los más altos niveles, en torno a lo más peligroso que se puede tocar en el país. Cuando algún estudiante de doctorado quiera entender lo que pasó en cuartel militar, comandancia de policía, agencia de seguridad y justicia, entre los criminales más peligrosos, con y sin charola, con y sin fuero, con y sin grandes títulos, puestos y apellidos, tendrán que leer, comparar, contrastar, triangular y criticar lo escrito por estos tres y unos cuantos más. 

Arvide, PRIista a muerte, da cuenta de las reglas, usos y costumbres desde muy, muy adentro del aparato. Scherer, antiPRIista, desnuda desde afuera. Ramón Alberto maneja la tecnología, bases de datos y triangulaciones de innumerables telefonazos estableciendo nuevos métodos y estilos de comunicación. Seguramente hay múltiples equivocaciones, alianzas y denuncias erróneas. Pero lo que no van a encontrar críticos son muchas fuentes adicionales que denunciaron durante décadas, porque hay temas que son mortales… Y es precisamente por eso, entendiendo que son más que humanos, con lo bello y lo trágico metido bajo la piel, que estas tres figuras tan distintas merecen respeto y admiración. Los seguiré leyendo con atención, cierto temor por sus vidas, y, espero, suficiente escepticismo paro poder triangular las complejas realidades que dibujan…  

Por fortuna sigue a esta una nueva generación, con sus propios métodos y reglas, encabezada por personas como la Aristegui, con los pantalones bien puestos, que seguirá tocando y descubriendo lo más peligroso.

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