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Envenenados

En un momento donde hemos alcanzado el más alto desarrollo en medicina, tenemos enfermedades que se han disparado: autismo, obesidad, cáncer infantil y diabetes. Además existe un alto porcentaje de jóvenes que sufren de depresión y correlacionado a esto el aumento en las adicciones, desde las drogas legales –como los antidepresivos– hasta las ilegales.

La respuesta no es sencilla. Existen muchas variables: estrés, sedentarismo, contaminación, presión social, problemas psicológicos. Pero quizá una de las mayores causas radica en la alimentación.

En un momento donde hemos alcanzado el más alto desarrollo en medicina, tenemos enfermedades que se han disparado: autismo, obesidad, cáncer infantil y diabetes. Además existe un alto porcentaje de jóvenes que sufren de depresión y correlacionado a esto el aumento en las adicciones, desde las drogas legales –como los antidepresivos– hasta las ilegales.

La respuesta no es sencilla. Existen muchas variables: estrés, sedentarismo, contaminación, presión social, problemas psicológicos. Pero quizá una de las mayores causas radica en la alimentación.

Bien dicen que somos lo que comemos. Y en 30 años el ingrediente que más ha variado en nuestra dieta es el azúcar. Los jóvenes y niños, nacidos en los últimos 20 años, consumen siete veces más azúcares que antes, gracias a los productos procesados.

Y de estos, que ocupan el 70 por ciento del espacio de un supermercado, poco sabemos, poco entendemos de las sustancias descritas en sus etiquetas y nadie obliga a que nos adviertan, como en el caso de los cigarrillos, si estas son dañinas para nuestra salud.

El consumo excesivo de estimulantes como los azúcares, puede degenerar compensaciones en los neurotransmisores y causar depresión, si estas calorías que generan euforia y excitación no son quemadas a través de actividades físicas y ejercicio.

En los últimos estudios sobre el cáncer infantil y las causas de su aumento, se ha encontrado que el exceso de azúcar en la sangre puede convertir una célula sana en un cancerígena. Y no hay información –fuera de las revistas de investigación– sobre el tema.

Hay productos tan venenosos que deberían tener al frente un letrero que advierta esto.

“Este producto tiene un colorante que puede causar cáncer”.

O: “Este producto tiene grasas trans que puede aumentar el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares”.

Otro espectro que debería levantar nuestras antenas es el autismo. El año pasado, el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos, reportó que 1 de cada 88 niños americanos padece alguna forma de autismo. Este año la cifra se convirtió en 1 de cada 50. Esto debería de alarmarnos. Una persona que padece autismo tiene una gran dificultad de integración social. No hay estudios al respecto y los padres están navegando solos con el problema.

En México, a diferencia de Estados Unidos, los programas educativos no incluyen programas especiales y si los números siguen subiendo, ¿quién atenderá a este grupo de niños?

Nadie se atreve a levantar la mano y decir cuál es la causa del problema. ¿Es el exceso de vacunas que se le aplican a los niños? ¿Son los metales pesados?

Hay que recordar que dos de las industrias más grandes del mundo son la farmacéutica y la de alimentos. Y no nos debe quedar duda que son, por ende, de las más poderosas.

Como sociedad no podemos callar ante lo que vemos, es nuestra obligación denunciar y exigir cuentas a quienes se hacen ricos a costa de nuestra salud.

Estamos enfermos y la causa es nuestra propia industrialización. Envenenados por lo que respiramos y lo que comemos. Envenenados por lo que leemos, vemos y escuchamos. El resultado: una sociedad enferma, enferma físicamente, enferma mentalmente.

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