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Fidel: Más allá del Granma

En un hecho sin precedentes para cualquier régimen comunista, blogueros y periodistas de medios independientes pudieron reaccionar ante la muerte de Fidel Castro a través de Twitter, Facebook, Instagram, y otras redes sociales.

 

Gracias a la entrada del Internet, por primera vez en 50 años medios independientes compitieron con el monopolio de los medios controlados por el régimen 

En un hecho sin precedentes para cualquier régimen comunista, blogueros y periodistas de medios independientes pudieron reaccionar ante la muerte de Fidel Castro a través de Twitter, Facebook, Instagram, y otras redes sociales.

 

Y es que a pesar de la censura que existe en Cuba al contenido considerado “contrarrevolucionario”, la nueva generación de comunicadores cubanos lanzaron una serie de sitios en Internet en los que ofrecieron un discurso alterno a lo que pasa en la Isla. 

 

Gracias a estos nuevos medios, desde el viernes 25 de noviembre se pudo conocer en directo una versión ajena al Granma, el periódico Oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.

 

Así, el mundo tuvo acceso a las versiones de OnCuba Magazine, del empresario Hugo Cancio; 

14yMedio, de la bloguera Yoani Sánchez; Periodismo de Barrio, de Elaine Díaz,  y demás medios dirigidos a los millenials, como Cachivache Media o El Estornudo. 

 

Gracias a esa apertura se conocieron dos versiones de una misma muerte.

 

Por un lado, el diario oficial del régimen afirmó que los cubanos desean continuar con el régimen.

 

“Los cubanos de diferentes generaciones rinden un homenaje póstumo al Comandante y expresan su voluntad de continuar el proceso socialista”, citó el medio. Pero periodistas como Yoani Sánchez escribió en su cuenta de Twitter una postura diferente.

 

“Un día, cualquier figura pública podrá ser cuestionada, cualquier político criticado sin represalias…”, refirió la bloguera.  

 

Otros medios independientes publicaron encabezados como “Fidel Castro fue todo menos un valiente” o “Los 13 fracasos más sonados de Fidel Castro” y “(…) ningún cubano menor de 18 años lo recuerda bien”.

 

Mientras que en la página del Granma se habla únicamente de los adioses al Comandante y se informa de los honores y discursos de los presidentes amigos del difunto Fidel, las editoriales ajenas al régimen contradicen, por primera vez, la versión oficial.

 

“La muerte de Fidel Castro ha demorado tanto en llegar (…) que ya no causa ni tanta pena a los que adoraban a Fidel como si todavía fuera 1959, ni el mismo triunfante júbilo a los que lo odiaban como si fuera el Anticristo”, escribió el periodista cubano Juan Orlando Pérez, de El Estornudo.

 

“Fidel no murió el viernes 25 de noviembre del 2016, sino diez años antes, cuando tuvo que dejar la administración del país a su hermano menor (…) los que recuerdan todavía cómo era la vida en Cuba cuando Fidel dominaba cada pequeño aspecto de ella, los periódicos, las películas en los cines, el curso de los ríos y de las corrientes del mar, la forma de cocinar los frijoles negros, se acostumbraron muy rápidamente a no verlo, no escucharlo, no temerlo”, añadió. 

 

¿Un nuevo periodismo?

 

Gracias a la entrada del Internet y ciertos dispositivos móviles en 2006, por primera vez en 50 años un nuevo grupo de medios independientes irrumpió en el monopolio de los medios de comunicación controlados por el Partido Comunista. 

 

La prensa alternativa encontró formas ingeniosas de sobrevivir a la censura, la persecución, a la falta de subvención estatal o acceso fácil a Internet: Comenzaron a distribuir información en memorias USB.

 

Si en 1959 Cuba era la cuarta economía de América Latina, hoy los 11.5 millones de cubanos luchan para llegar al final del mes y obtener artículos de primera necesidad y lo mismo se vive a nivel tecnología, información y periodismo. 

 

Y mientras en la gran mayoría de los países democráticos se vive la revolución digital y el uso de la “Nube”, en Cuba un USB sigue siendo la única manera de acceder a la información independiente.

 

Sobreviviendo a la censura

 

“Es gracias a éstas memorias USB que algunos medios logran colar algunos de sus textos en una especie de Internet ‘offline’ llamado ‘El Paquete’, y que se distribuye a lo largo del país”, relató desde la Isla el periodista cubano Carlos Manuel Álvarez, creador y editor de El Estornudo, la revista independiente.

 

“Mi padre es comunista y se expresa libremente y dice lo que siente y no le pasa nada. Pero si no eres comunista, estás en un gran problema”, agregó. 

 

El comunicador de 27 años, quien publicó recientemente el polémico artículo en The New York Times 

“Los errores de la disidencia cubana”, comentó que siendo Cuba un país comunista en transición, ejercer el oficio de periodista supone un estatus casi ilegal.

 

“Ser periodista puede incluso, en el peor de los casos, llevarte a prisión, como le sucedió a un colega de El Estornudo hace apenas un mes, y como les ha sucedido a tantos reporteros independientes tantas veces ya, antes de que esta dizque transición llegara”, contó.

 

Álvarez aseguró que en Cuba se siente una especie de “opresión fantasmagórica que flota en el aire, y en donde la sensación de tanta intolerancia, tanta obediencia, tanta corrección política y tanto servilismo disfrazado de presunto diálogo termina por ahogar.

 

“La realidad le abre los ojos (…) miseria, desesperanza, incertidumbre, y sobre todo, y más grave aún, nulo control y cero poder de decisión sobre lo que pueda suceder con nosotros en el futuro”, explicó.

 

Pero, si los hechos de la realidad cubana se desprenden únicamente desde la perspectiva de la narrativa Castrista, ¿qué están leyendo y escuchando los cubanos en la Isla? 

 

“Una impresionante novela a caballo entre George Orwell y Corín Tellado, escrita por múltiples y laboriosas manos y por una sola cabeza: la hidrocefálica cabeza del Partido”, aseguró Álvarez. “Y en la televisión: los canales estatales, o bien los canales semiclandestinos de Miami, que son pura basura, y lo que llega en las memorias USB”.

 

Arduo camino para un nuevo periodismo

 

A pesar de los modestos pasos que ha dado Cuba desde que Estados Unidos y La Habana restablecieron oficialmente las relaciones diplomáticas, sigue siendo el país con el índice más bajo de conexión en el hemisferio occidental. 

 

Según la revista Forbes alrededor del 78 por ciento de los millennials en Latinoamérica posee un teléfono móvil, pero en Cuba únicamente el 5 por ciento de la población tiene acceso a Internet, y fuera de La Habana, los puntos Wi-fi son prácticamente inexistentes. 

 

Y además de ser muy lento, navegar por Internet llega a costar dos dólares la hora, de acuerdo al cambio actual de moneda, y considerando que el salario promedio en la Isla es de 25 dólares mensuales.

 

Con poco más de 200 zonas de acceso a Internet en un país de más de 11 millones de personas, la desproporción de los servicios es alarmante: sin medios impresos independientes circulando en la isla, y con pocos puntos Wi-fi instalados en el país, los medios independientes apenas y pueden sobrevivir.

 

“Tengo la esperanza de que todo esto no sea más que la etapa previa aún rudimentaria de un periodismo cubano que está por venir. Creo que Cuba puede dar algo mucho mejor que lo que hay ahora”, lamentó Carlos Manuel Álvarez, creador y editor de El Estornudo.

 

Además de las condiciones precarias del Internet, Cuba sigue siendo uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo. 

 

Cuba aparece clasificada bajo el estatuto de “no libre” dentro de los tres últimos informes realizados por la organización independiente Freedom House. Y en la lista 2016 de “Los 35 jefes de Estado, líderes religiosos, milicias y organizaciones criminales que hostigan a los periodistas”, Reporteros Sin 

Fronteras (RSF) incluyó al general cubano, Raúl Castro, situándolo entre el Cartel de los Zetas y el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. 

 

Para Álvarez, los blogueros y periodistas independientes continuarán enfrentándose a la censura, la intimidación y a los arrestos, hasta que no haya una transformación del sistema político.

 

Por lo que, en este proceso de transición y apertura, resulta apresurado hablar de un “nuevo periodismo” en Cuba. Aunque como asegura el periodista, en Cuba éste no es nuevo: es viejísimo. 

 

“Es el periodismo de siempre. En Cuba existió”, señaló Álvarez. “No quiero atiborrar con nombres que ejemplifiquen, así que digamos lo obvio: Martí. 

 

“Solo tantos años de sostenida propaganda estatal pueden hacer que una tradición tan fuerte como la crónica moderna en lengua española, inaugurada por un cubano, no haya encontrado continuidad entre nosotros. 

 

“Pero la crónica es un corcho: se abre una brecha mínima y ahí está, de nuevo”, concluyó el periodista.

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