Gracias, Trump. Atentamente, Wall Street

Goldman Sachs no es el mayor banco de Wall Street, pero probablemente sí es el más influyente. Independientemente de si el gobierno en turno opera bajo las órdenes de un presidente del Partido Republicano o del Partido Demócrata, la influencia de Goldman Sachs se ha hecho sentir en las decisiones de política económica de las últimas tres décadas.

100,000
millones de dólares es el valor de Goldman Sachs, que llegó a un máximo histórico
Gary Cohn, el expresidente de Goldman Sachs, diseñará el desmantelamiento de regulación financiera propuesto por la administración de Trump

Goldman Sachs no es el mayor banco de Wall Street, pero probablemente sí es el más influyente. Independientemente de si el gobierno en turno opera bajo las órdenes de un presidente del Partido Republicano o del Partido Demócrata, la influencia de Goldman Sachs se ha hecho sentir en las decisiones de política económica de las últimas tres décadas.

Con Donald Trump, esto no tiene porqué ser diferente. A pesar de que el presidente de Estados Unidos arribó a la Casa Blanca con la bandera del político anti sistema, en los hechos, la industria financiera ha sido la mayor beneficiaria de las expectativas generadas por la administración de Trump.

La plataforma económica que este gobierno ha prometido implementar representa el regalo ideal para el modelo de negocio de los grandes bancos: incremento del gasto en infraestructura para incentivar el crecimiento, una reducción de impuestos y el desmantelamiento a gran escala de las regulaciones que han presionado fuertemente las ganancias de los bancos en el periodo posterior a la crisis del 2008.

Goldman Sachs es la entidad que mejor ha capitalizado esta coyuntura. Desde el 8 de noviembre, cuando Donald Trump fue electo presidente, el valor de capitalización de mercado del banco se ha incrementado en 28 mil millones de dólares. Para ponerlo en perspectiva, esta cifra representa dos veces el valor de Twitter.

Actualmente, la valuación de Goldman Sachs se encuentra por encima de la barrera psicológica de los 100 mil millones de dólares. El “efecto Donald”, que ha llevado a los índices accionarios estadounidenses a niveles máximos históricos ha arrastrado consigo a todo el sector financiero. El precio de la acción de Goldman Sachs ha crecido en un 37 por ciento desde que Trump fue electo.

El gobierno estadounidense ha expresado de manera abierta que una de las prioridades de su plataforma de política económica será el desmantelamiento de la Ley Dodd-Frank, implementada después del colapso de Lehman Brothers para limitar el riesgo sistémico de la arquitectura financiera mundial.

La ley impuso restricciones a las actividades que podían realizar los bancos, además de que estableció estrictos y costosos requerimientos de capital.

La influencia de Goldman

Sin embargo, estas medidas podrían ser revocadas en el corto plazo. Dos ex banqueros de Goldman Sachs ocupan posiciones clave en el gabinete económico de Trump: Steven Mnuchin, secretario del Tesoro, y Gary Cohn, director del Consejo Económico Nacional.

Mientras que Mnuchin se encargará de dar curso a la reforma fiscal propuesta por Trump, el presidente ha designado a Cohn para diseñar la modificación del marco regulatorio de Estados Unidos. Ambas tareas son claves para los intereses de Goldman Sachs.

Cohn, quien fungía como presidente del banco y era el segundo ejecutivo de mayor rango en la institución, es referido por la prensa estadounidense como uno de los hombres con mayor influencia sobre el presidente Trump.

Este escenario evoca el papel que han jugado otros ejecutivos de alto perfil de Goldman Sachs en administraciones anteriores: Hank Paulson en la era de George W. Bush y Robert Rubin en la presidencia de Bill Clinton.

La izquierda señala a ambos personajes como los artífices de las políticas de relajación regulatoria que derivaron en el colapso del sistema financiero en 2008.

Brennan Hawken, analista de UBS, considera que los inversionistas se están dando cuenta de que poner a ex miembros de Goldman Sachs en posiciones regulatorias tendrá como resultado un cambio de facto, independientemente de si se cambia o no la Ley Dodd-Frank.

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