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Un enemigo en potencia

El Gobierno del Distrito Federal (GDF) no solo es omiso ante las protestas magisteriales que asfixian la ciudad, también lo es con otro problema que históricamente enloquece a la población y que, paradójicamente, es un enemigo silencioso.

Es el mismo al que están acostumbrado los 8 millones de capitalinos, que provoca serios problemas de salud y responde al nombre de… ¡ruido!

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Decibeles es el promedio de ruido en el DF, revelan estudios de la Procuraduría Ambiental
Las zonas más ruidosas del DF son el Centro Histórico, San Ángel, El Pedregal, el Centro de Coyoacán, la Condesa y la zona de la Merced

El Gobierno del Distrito Federal (GDF) no solo es omiso ante las protestas magisteriales que asfixian la ciudad, también lo es con otro problema que históricamente enloquece a la población y que, paradójicamente, es un enemigo silencioso.

Es el mismo al que están acostumbrado los 8 millones de capitalinos, que provoca serios problemas de salud y responde al nombre de… ¡ruido!

Este problema se alimenta, principalmente, de marchas y mítines –como los de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE)–, obras, comercio informal, antros, tráfico y aparatos eléctricos.

Y no hay autoridad que logre poner orden en esta materia. Falta de verificadores ambientales, autoridades omisas y lagunas jurídicas complican la regulación acústica en la capital del país. 

De acuerdo con la Procuraduría Ambiental del Ordenamiento Territorial (PAOT), que encabeza Miguel Ángel Cansino,  la contaminación acústica puede provocar diversos daños, como pérdida progresiva de la audición, dolores de cabeza fuertes y constantes, trastornos en la presión arterial y ritmo cardiaco, trastornos del sueño, ansiedad, fatiga, estrés, nerviosismo y alteraciones en la conducta y disminución de la capacidad de concentración y aprendizaje.

Por eso la PAOT ha emitido una serie de recomendaciones a las autoridades capitalinas a lo largo de 10 años a fin de que se tomen medidas para reducir los niveles de ruido en diversos puntos de la ciudad, pero el resultado es prácticamente nulo.

Este órgano recibe al año cerca de 2 mil 600 quejas, de las cuales el 30 por ciento  (800) están relacionadas con las emisiones sonoras de establecimientos mercantiles, el transporte público y privado, así como de las construcciones.

La norma oficial 05 emitida por la Secretaría del Medio Ambiente señala que el nivel máximo de ruido es de 63 a 66 decibeles, pero estudios de la PAOT señalan que el ruido oscila entre 80 y 90 decibeles.

Para darnos una idea de la magnitud del problema, un antro puede producir ruido hasta en 70 decibeles, según los estándares de la Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial.

El estrés en un día como hoy

“¡Gobierno, escucha, el pueblo está en su lucha!”, se escucha por un megáfono mientras miles de personas repiten los gritos de un líder sindical de voz aguda, que carraspea y luego presiona el botón que emula el sonido de una ambulancia.

Es pleno Centro Histórico y los elementos de la Secretaría de Seguridad Pública realizan cortes a la circulación.

Con un silbato dan la instrucción a los automovilistas para que desvíen su trayecto. Avientan botes anaranjados al arroyo vehicular y silban sin parar.

Una joven conductora, a bordo de un diminuto carro, toca el claxon una y otra vez. Reprueba con la mirada a los maestros, a los policías que no entienden de razones y todo al que se le ocurra mirarla.

La reacción de la menuda mujer es repetida por decenas de conductores. Los mismos que al bajar el cristal del auto se irritan con el sonido de música electrónica que proviene de uno de los locales del Centro Histórico.

Es en esa misma zona donde la noche cobija a los cientos de antros que se apostaron ahí desde hace 3 años. Aquellos que compiten por el ruido, de martes a sábado.

Reporte Indigo pudo constatar el exceso de ruido generado por una marcha y la problemática propia del centro del país. Pero se trata de una constante con la que el DF ha aprendido a vivir.

Solo el .5 por ciento de la población, cualquiera que sea su actividad, es sancionada por exceso de ruido. Las sanciones son administrativas y ante un Juez Cívico, por lo que tienden a reincidir.

Las complicaciones  

En entrevista con esta casa editorial, el procurador ambiental, Miguel Ángel Cansino, explica que la legislación actual marca parámetros de ruido fijo, pero no de fuentes móviles.

“Tenemos un estándar de cuál es el máximo ruido para los negocios como farmacias, discotecas y otros establecimientos mercantiles que producen ruido, el problema es que no lo respetan.

“Peor está el asunto con los automovilistas que traen la música a todo volumen o que no dejan de tocar el claxon, tampoco para los comerciantes ambulantes que gritan o usan bocinas”.

Explica que los estudios y recomendaciones indican que se deben tomar medidas de concientización y sanción para quienes rebasan las normas establecidas por la Secretaría del Medio Ambiente

De acuerdo con las documentales de este organismo, el Centro Histórico, San Ángel, El Pedregal, el centro de Coyoacán, la Condesa y la zona de la Merced son las mas ruidosas.

Respecto a la construcción de la Línea 12 del Metro se recomendó poner vallas antiruido pues se estaba afectando a la población. Ese fenómeno ya se vive con la edificación de la nueva Línea del Metrobús.

Considera que la Secretaría del Medio Ambiente no ha dado un trato parejo a las quejas o simplemente no las atiende. 

“Uno de los factores es que no tienen tantos verificadores como se necesita. Y a eso hay que sumarle las mañas de quienes no entienden que deben bajar el volumen a su música”, comenta Cansino.

Explica que el trabajo de esta instancia se ha concentrado en generar una mejor cultura civil.

“Entregamos folletos informativos y prevenimos a los que se exceden, si no entienden los remitimos al Juzgado Civil”.

Cansino adelanta que a finales de año presentará una propuesta a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) para endurecer sanciones y ampliar el espectro de revisión.

Ahí, también se pretende incluir a los llamados vagoneros, que a diario aturden a los usuarios del Servicio de Transporte Colectivo Metro.

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