Los Censos de Población y Vivienda del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) de los años 2000 y 2020 revelan que los hablantes de alguna lengua indígena pasaron de 194 mil 935 a 377 mil 679 en las ocho entidades que tienen frontera con Estados Unidos. Foto: Especial

Población indígena, la migración silenciosa

Miles de personas de origen indígena migran hacia las entidades del norte del país en la búsqueda de una mejor calidad de vida, pero ya en el lugar encuentran explotación laboral y hacinamiento

Con la reciente ola de migrantes internacionales que transitan por los estados del norte de México, hay un fenómeno el cual pasa desapercibido por la mayoría  de las instituciones: la migración interna de grupos indígenas víctimas de la precarización laboral y que son tratados como extranjeros en su propio país.

Según especialistas, las principales razones que motivan esa situación de movilidad son la desigualdad, la pobreza extrema y el desempleo.

De acuerdo a la información del Reporte Mundial de Desigualdad 2022, en México el 10 por ciento de la población acapara el 78 por ciento de las riquezas por lo que el país se posiciona como uno de los más desiguales a nivel mundial.

Los Censos de Población y Vivienda del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) de los años 2000 y 2020 revelan que los hablantes de alguna lengua indígena pasaron de 194 mil 935 a 377 mil 679 en las ocho entidades que tienen frontera con Estados Unidos. 

En dos décadas, Baja California, Baja California sur, Coahuila, Chihuahua, Nuevo León, Sinaloa, Sonora y Tamaulipas presenciaron un aumento del 51 por ciento de habitantes que hablan alguna lengua indígena y que llegaron para trabajar.

Entre estas ocho entidades que rozan la frontera con Estados Unidos y que tiene un incremento de población indígena, hay seis estados considerados los más ricos del país  por la asociación Mexicana de Agencia de Investigación de Mercado (AMAI): Nuevo León, Sonora, Baja California Sur, Chihuahua, Coahuila y Sinaloa.

En estados como Nuevo León, el segundo más rico a nivel nacional después de la Ciudad de México, aumentó exponencialmente la población que habla alguna lengua indígena, pasando de 15 mil 446 a 77 mil 945 en solo dos décadas.

Estos 77 mil habitantes representan una mayor población que la que hay en 30 municipios del estado de Oaxaca, una de las entidades más pobres del país y con mayor cantidad de población indígena.

Precarización laboral

Al llegar a una nueva entidad en la búsqueda de mejor calidad de vida, la población indígena se encuentra con un entorno completamente adverso por la sobreexplotación laboral y el hacinamiento en sus nuevas viviendas.

César Josmar Zepactle Xocua es un joven de 18 años que habla náhuatl y que migró desde Tequila, Veracruz, a Saltillo, Coahuila, una de las entidades con más recursos en el país.

Su primer trabajo en Ramos Arizpe fue en el comedor del Penal de Mesillas, lugar en donde trabajó hasta 42 seguidas sin dormir. Además vivía en una casa junto con otras 30 personas.

“La gente se va de Tequila porque les pagan poco ahí. Mis padres me enseñaron náhuatl y en la primaria aprendí español. Yo allá trabajaba en una panadería y la paga era poca, trabajaba más de 12 horas.

“Ahora me encuentro viviendo en una casa con 12 personas. El número más grande con el que compartí casa fue con 30. Vivir con tantas personas a veces se siente incómodo. Pero me fui acostumbrando y terminó siendo una casa de amigos. Compartía mi habitación con seis personas”, narra.

Josmar, en una jornada laboral llegó a lavar hasta 3 mil platos en menos de cuatro horas.

Otro ejemplo de lo anterior, es Arturo Pérez Zúñiga, procedente de la Sierra de San Luis Potosí y que llegó a Monterrey, Nuevo León en 2010.

Ahora vive en Ramos Arizpe, Coahuila, en donde después de varios trabajos, pudo abrir su propia panadería.

“Por las circunstancias tuvimos que salir y migrar a Monterrey. En aquellas fechas, la tonelada de verdura la estaban comprando en trescientos pesos. El campesino era esclavizado. Mucha gente abandonó sus huertas para seguir. Nosotros de niños le llevamos el lonche a mis abuelos al campo, y ellos fueron quienes nos enseñaron el náhuatl”, relata

Cuando llegó a Monterrey, el primer trabajo que tuvo Arturo fue cuidar los terrenos de una constructora. Pasaba las noches de invierno dentro de una alcantarilla durante las extensas jornadas laborales.

“En San Luis ganaba 50 pesos diarios. En el norte gané con tiempo extra hasta mil 600 pesos por semana. Cuando llegué sentí un poquito de cambio. La gente habla más golpeado. Los de raza indígena hablamos más moderado. Me quedaba sólo a dormir en la constructora en donde trabajaba como ayudante de albañil. Viví tres años en la constructora.  Pasaba mucho frío durante diciembre por lo que me escondía en una alcantarilla durante la noche”, narra.

Discriminación y desinterés

Otro de los testimonios de la migración indígena al norte del país es el de Lidia Pérez Vasquez nacida en la sierra de Chiapas, en el municipio de Venustiano Carranza.

Ella es hablante de tzotzil, estudiante y traductora de tojolabal.  Asegura que debido a la discriminación que vive el sector indígena en el norte de México, las lenguas maternas se están perdiendo, pues sus hablantes optan por no utilizarlas.

“Se les pone apodos, se les dice que son indios. Allá la gente es muy cariñosa y amistosa, acá en el norte no se ve tanto. La discriminación afecta porque si vienen niños con ellos y cuando están más grandes ya no quieren hablar la lengua. Aunque entre paisanos nos hablamos cuando estamos solitos sin que nadie nos oiga”, comparte.

La discriminación y las burlas en el norte del país ocasionan que la población indígena evite hablar en su lengua, por lo que se comienzan a perder. Foto: Especial
La discriminación y las burlas en el norte del país ocasionan que la población indígena evite hablar en su lengua, por lo que se comienzan a perder. Foto: Especial

Para Marisela Mancillas este tipo de discriminación se debe a que en lugares del norte, como Saltillo, los indígenas desaparecieron a finales del siglo XIX lo que propicia que no se les considere como iguales.

“La discriminación ocurre en todos lados. No todo el mundo tiene esa empatía. Hay que tener en cuenta que en Saltillo, Coahuila, se aniquilaron los indígenas a finales de 1800. No hay una relación con otro sistema. Somos mestizos. Hay un concepto que utilizan para describir a los que son diferentes, que es ‘los otros’, pero ellos son ‘los otros’ para nosotros”, dice.

Difícil acceso a la justicia

Esta poca relación entre mestizos e indígenas se ve reflejada en las instituciones de justicia del norte del país que actualmente no cuentan con traductores para poder garantizar el acceso a la justicia cuando una persona indígena se ve involucrada.

Además, los usos y costumbres quedan lejos de ser entendidos por quienes imparten la justicia, dejando un vacío a la hora de tomar decisiones sobre sentencias o custodias de niños.

En la investigación “Migración interna en México y causas de su movilidad” firmada por Rogelio Varela Llamas, Juan Manuel Ocegueda Hernández, Ramón A. Castillo Ponce y publicada en 2017,  se recomienda para reducir este tipo de migración repensar el contenido de las políticas de desarrollo empresarial.

“Es menester potenciar la vinculación con los centros de investigación de los estados o comunidades. En general se debe fortalecer el entorno de la seguridad pública para crear mejores condiciones para un ambiente de negocios.

“Se debe mejorar las condiciones de la inversión nacional y extranjera en los estados. Reducir las malas prácticas de gobierno, fortalecer el marco institucional, y minimizar los problemas cotidianos de corrupción e impunidad, para ayudar a generar un ambiente de mayor prosperidad económica y social y, desde luego, a promover el empleo de calidad como factor de retención de fuerza de trabajo”, señala el texto.

Extranjeros en su propio país

La investigadora de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro, Marisela Mancillas, quien realiza estudios con estudiantes de origen indígena, opina que las condiciones de vida de ese sector de la población siguen siendo similares a las que tuvieron con la llegada de los españoles.

“Son cinco o seis generaciones y siguen las mismas condiciones laborales y de violencia que se vivieron con los españoles. Me duelen las condiciones infrahumanas en las que vienen a trabajar. Me duele que no se respeten sus valores, que no los tengan viviendo en las condiciones que les prometieron, ni les den la atención médica ni los alimentos que les prometieron”, señala

Además de la precarización laboral, la violación a sus derechos humanos, la especialista señala que a pesar de también ser mexicanos son tratados en las entidades del norte del país como migrantes extranjeros.

Además de la precarización laboral o la violación a sus derechos humanos, los indígenas en el norte del país son tratados como extranjeros. Foto: Especial
Además de la precarización laboral o la violación a sus derechos humanos, los indígenas en el norte del país son tratados como extranjeros. Foto: Especial

“Es tan doloroso ver que son extranjeros en su mismo país. Es como si te fueras a otro país y hablaras un 70 o 80 por ciento del idioma y la gente se quejara de que hablas lento o que te quedas callado. Lo que pasa es que muchas veces no entienden”, dice

Según la investigadora, de cada 100 personas que hablan una lengua indígena, 12 no hablan español lo que dificulta muchas veces la comunicación cuando migran de su lugar de origen.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía (Inegi) y el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas, la  mayoría de los indígenas que migran a Coahuila son nahuas, huastecos y mazahuas.

“La gente de acá se queja de que hablan poco, se quedan callados o dicen que no escuchan. No es que no escuchen, lo que pasa es que a veces no entienden”, añade al respecto.

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