Genios, ¿para qué?

Él, subempleado en una preparatoria particular.  Dando clases de química con un salario de 5 mil pesos mensuales. Ella, también docente, con un ingreso de 3 mil pesos quincenales; la negativa del Conacyt para aceptarla como investigadora y un esposo convaleciente por un derrame cerebral. 

Así viven los dos creadores que han inventado una máquina para convertir grasas y botellas de plástico en biodiesel y un sustituto de gasolina.

J. Jesús Lemus J. Jesús Lemus Publicado el
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Valentín tiene en receso la creación de un panteón ecológico que use los cadáveres humanos como fuente de gas butano o propano
La máquina disenada es única en el mundo y colocaría a México como líder mundial en el suministro de energía
El uso de esta máquina bajaría los precios de los combustibles e impactaría en la economía de la gente
https://www.youtube.com/watch?v=IW7KuWUfI08

Él, subempleado en una preparatoria particular.  Dando clases de química con un salario de 5 mil pesos mensuales. Ella, también docente, con un ingreso de 3 mil pesos quincenales; la negativa del Conacyt para aceptarla como investigadora y un esposo convaleciente por un derrame cerebral. 

Así viven los dos creadores que han inventado una máquina para convertir grasas y botellas de plástico en biodiesel y un sustituto de gasolina.

Valentín Gálvez Salas tiene 25 años de edad y ya se empuja como uno de los grandes creadores mexicanos. Tiene varios inventos. El más reciente es la máquina generadora de combustible a partir de basura. 

Sabe que con ella se puede revolucionar la historia. Su sueño es que todo mundo tenga combustible barato y a la mano.

Ese es el pensamiento que lo consume todas las mañanas cuando sale de Acajete, su pueblo natal, para dirigirse a la ciudad de Puebla, en donde trabaja dando clases de química. En las dos horas de trayecto que hace el camión, entre bamboleos y empujones de la gente, su cabeza se le fuga al futuro.

Sueña, con un golpe de suerte: distribuir su máquina entre la gente de escasos recursos.

Piensa como un genio, pero vive como un asalariado más de México. Piensa y vive igual que su mentora, la doctora Gema Carreto, la que todos los días tiene que dejar a su marido enfermo para ir a la Universidad Autónoma de Puebla a impartir las pocas horas de clase que le tienen asignadas desde hace varios años. 

La doctora Carreto no se atormenta por ello. Asume estoicamente la condición de creadora olvidada que le ha tocado vivir. Su preocupación mayor, después de las clases que imparte, es pensar en el bienestar de sus dos hijos y en la salud de su marido, también ex catedrático de la misma institución; tiene que vivir con su magro sueldo y la pensión raquítica que le llega a su esposo jubilado.

Ella es asesora del proyecto de generación de biocombustibles a partir del uso de basura, pero no cuenta con la posibilidad de sostenerse económicamente de su actividad como docente dentro de la universidad; no ha podido conseguir tiempo completo; a la fecha imparte tiempo mínimo de clases y se le mantiene marginada dentro del escalafón académico.

Ninguno de los dos desisten de sus sueños, aun cuando de ninguna instancia del Gobierno federal, mucho menos de Pemex, se han acercado a ellos para conocer de cerca el proyecto que daría solución a la demanda de combustible ante la escasez de petróleo. 

Por eso, ellos dos, con sus propios escasos recursos económicos han emprendido una lucha personal para concretar la producción de combustibles; esperan que para el año entrante la producción de biodiesel a partir de grasas de desechos, y la producción de un sustituto de gasolina a partir de botellas de plástico, pueda estar al alcance de la población.

Ellos saben del riesgo. Saben que su invento va contra los intereses de las empresas que tienen el monopolio en la distribución de combustibles, como Pemex. Por eso no quieren hablar mucho del tema. Por eso se mantienen casi en el anonimato, en espera de que el prototipo de la máquina sea perfeccionado y ésta se pueda distribuir para que cualquier persona pueda genera su propio combustible.

El PET como combustible

El invento del ingeniero Valentín Gálvez no solo produce biodiesel, también genera un sustituto de gasolina que surge a partir de la utilización de botellas de plástico. La trasformación del PET (polietileno tereftalato) y algunos plásticos, asegura el inventor, es el futuro de la humanidad para resolver el problema de la falta de combustibles.

El proceso mediante el cual se obtiene el sustituto de gasolina se conoce como pirólisis, que permite la descomposición química de las botellas de plástico, para transformarlas en fuentes de energía útiles. “Es por medio de la temperatura que rompemos los enlaces moleculares del PET y obtenemos un gas que al condensarlo se transforma en un nuevo compuesto, con ciertas características químicas, que puede ser utilizado como gasolina”.

El mismo proceso de generación del sustituto de gasolina también genera combustible para el funcionamiento de la máquina. El sistema es autosustentable. 

“Es una máquina que genera alimento y se alimenta a sí misma”, explica de manera llana. 

La producción del sustituto de gasolina, mediante este sistema resulta más barato por mucho frente al modelo actual de producción. Esta máquina empujaría a la baja los precios de los combustibles, lo que –desde el punto de vista del inventor- disminuiría costos en los procesos de servicios y producción, para impactar favorablemente en la economía de las personas.

‘Galvecina’ sueño casi imposible

La intención –dijo Valentín Gálvez en entrevista- es que en poco tiempo todas las personas cuenten con una máquina de este tipo en su casa, para que allí mismo se genere el combustible necesario para sus actividades diarias; sea biocombustible o gasolina.

 “Estamos trabajando para que la máquina sea como una lavadora, que todos la puedan tener. Para que todos puedan satisfacer sus necesidades de combustible, sin depender de ninguna empresa”.

Actualmente en México, explicó, existen más de 14 mil comunidades rurales marginadas que no tienen acceso eficiente y rápido a los sistemas de suministro de diésel y gasolina. 

Todas dependen del suministro de Pemex, un suministro costoso, lento y de mala calidad.

La máquina que fue ideada por Valentín Gálvez y perfeccionada con la ayuda de la doctora Gema Carreto, a la fecha no tiene nombre. Pero es un sistema en el que se alimenta por un lado con grasas de desecho, principalmente aceites de cocina, y por el otro lado destila biocombustible. Allí mismo se introducen botellas de plástico y se destila un sustituto de gasolina.

El proceso de generación de combustible es rápido, económico y simple. Por cada kilo de botellas de plástico se obtienen 700 mililitros de un combustible similar a la gasolina. La “Galvecina”, como bien se podría nombrar este nuevo combustible, hace funcionar de la misma forma cualquier sistema de combustión interna, como los que actualmente operan con gasolina; está pensada para utilizarse en vehículos automotores.

El principio de las reacciones químicas que generan el biocombustible y el sustituto de gasolina, a partir de desechos, fue creado en Japón, también es cierto que la máquina que han diseñado estos dos investigadores es única en el mundo, y que México podría tener la patente internacional que lo colocaría como líder mundial en el suministro de energía a la población.

“Lamentablemente –dijo Gálvez-, no contamos con ningún tipo de apoyo oficial. Y no solo eso: hay gente interesada en que este proyecto no siga adelante. Algunos investigadores me han amenazado con demandarme penalmente, porque dicen que mi proyecto es un plagio, y están haciendo lo posible para que no registre mi máquina, y que mi proyecto no pase de estar presente en ferias científicas y académicas”.

“El sistema nos ha dado la espalda”, dijo la doctora Gema Carreto; “buscamos el apoyo de la rectoría de la BUAP y lo único que ofrecieron para darnos son diplomas y papeles. No se comprometieron a impulsar el proyecto. En ninguna parte del Gobierno federal nos han escuchado. Hay algo en esto que no le gusta a mucha gente. Seguramente es el abaratamiento y el fácil acceso a combustibles eficientes para el grueso de la población general”.

La máquina generadora de combustible, ideada por Valentín Gálvez Salas, que tiene la capacidad de producir hasta 400 litros de biodiesel por hora, en un periodo continuo de trabajo de ocho horas, nació como un proyecto de ciencia.

Esa máquina es capaz de generar en solo ocho horas de operación el biodiesel necesario para abastecer hasta 40 camiones de transporte público.

Lo más importante es que esta máquina es de fácil manejo y cualquier persona puede generar el combustible necesario para sus necesidades.

La máquina está en capacidad de reutilizar de 15 a 20 toneladas de aceite que normalmente se desperdicia en las casas o restaurantes de una sola ciudad. Su importancia es que no genera contaminación y que por cada litro de grasa de desecho genera un litro de combustible económico.

Otro de sus beneficios es que la máquina puede ser transportada fácilmente de un punto a otro, lo que permitirá llevarla a las comunidades rurales que no cuentan con gasolineras o que tengan accesos limitados.

Un mundo mejor

Valentín todos los días piensa la forma en que su invento ayude a crear un mundo mejor. Dice que su idea de combustibles de fácil acceso siempre la ha tenido. Desde niño, cuando veía el fogón de su abuela, ya pensaba en cómo poder hacer para que aquel fuego que calentaba la comida no se consumiera.

Ha tenido otras ideas, que por el momento ha dejado en reposo, como la generación de gas a partir de la descomposición de los cuerpos de seres orgánicos. 

También se ha alejado, de momento, de su intención de generar energía limpia a partir de las semillas de higuerilla, de donde sabe que puede surgir etanol y otros alcoholes que pueden dar sustentabilidad a la necesidad de combustibles limpios. Por el momento está concentrado en su máquina. La que sueña distribuirla a toda la gente, para hacer un mundo mejor.

Quiere patentar su invento, pero no tiene la forma económica de afrontar el proceso. No tiene los 20 mil pesos que necesita para sufragar los gastos que le permitan llevar a cabo el trámite.

Mientras, como el tesoro más preciado que tiene, mantiene su máquina escondida. Él mismo se mantiene lejos de la gente. Se le han acercado algunos empresarios para ofrecerle comprar el proyecto, pero él no confía. Sabe que su máquina en las manos de una empresa de combustibles será para dejarla en el olvido, o en el mejor de los casos para encarecer el precio del suministro de energía. Ese no sería un mundo mejor, razona.

Valentín Gálvez Salas quiere distribuir masivamente su invento. Lo quiere poner al alcance de toda la gente. Ya tiene el nombre con el que quiere entrar al mercado de los combustibles: Emisión MX. Pero no lo ha registrado. Su preocupación es subsistir.

Lo único que tiene es el proyecto con el que la idea fue incubada en el Centro de Innovación y Competitividad Empresarial (CICE) de la BUAP. Allí lo apoyaron hasta que vieron que el proyecto era una realidad y tenía viabilidad económica. Él quiere al menos comenzar a producir aditivo para diésel, biodiesel premium y biodiesel estándar, además del sustituto de gasolina.

Sabe que puede ser posible. No en balde obtuvo el primer lugar en la categoría Tecnología Media del Primer Concurso Estudiantil de Innovación Tecnológica, organizado por la Dirección de Innovación y Transferencia de Conocimiento (DITCO), en 2014.

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