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Callejón sin salida

La compra de votos no es un secreto, sin embargo es difícil acreditarlo, pues tiene que haber una evidencia de que el candidato o su gente ofreció dinero a cambio y que el elector lo aceptó

Días antes de las elecciones del 4 de junio del 2017 en el Estado de México, Elena recibió la visita de su vecina Verónica.

La mujer la había buscado varias veces para regalarle una tarjeta de cartón de color rosa con la promesa de que si votaba por el candidato del PRI, Alfredo del Mazo, y ganaba, ésta sería cambiada por una plastificada y mensualmente recibiría un apoyo económico.

“Que me iban a dar una tarjeta donde me iban a depositar un salario rosa”, cuenta Elena, quien vive en el municipio de Naucalpan.

Su vecina le dijo que el beneficio era para mujeres y la exhortó a invitar a todas las que conociera y que vivieran también en la entidad.

Las repartían como volantes, recuerda. Incluso le dejó dos tarjetas más para sus hijas, tras pedirle los datos personales de éstas. Pero no fueron las únicas tarjetas que se repartían, también había tarjetas rojas para los hombres.

A pesar de las denuncias contra el PRI, el TEPJF aseguró que las tarjetas no se usaron para comprar votos.

De acuerdo con el estudio “Dinero bajo la mesa. Financiamiento y gasto ilegal de las campañas políticas en México”, la compra de votos es una de las modalidades de clientelismo electoral, que es la oferta, promesa, o entrega de algún bien o servicio –o bien amenaza o castigo—por parte de un agente de algún partido político a uno o más ciudadanos a cambio de su voto.

La compra de sufragios puede ser de manera directa, mediante el dinero en efectivo, o indirecta, a través de dádivas, explica el informe elaborado por Integralia Consultores y por Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad. En el caso de Elena fue de la segunda forma.

Sin embargo, como tal, la compra de votos no está en la Ley, explica Ximena Mata Zenteno, coordinadora de la investigación, pues en realidad es un intento de compra de votos, porque las personas no pueden entregarlo en el momento, sólo lo prometen y la otra parte espera que así sea.

Aún así hay maneras en la que se puede verificar la transacción, ya sea a través de fotografías de las boletas o con la entrega de una boleta ya marcada para que la depositen en la urna y saquen la boleta vacía, señala Mata Zenteno.

Aunque la compra de votos es un secreto que todos conocen, es difícil acreditarlo, pues tiene que haber una evidencia de que el candidato o su gente ofreció dinero a cambio de su voto y que el elector lo aceptó.

“Ninguna de las dos partes deja evidencia de eso y difícilmente alguna de las dos partes confesaría, lo más podría ser: fíjese que sí me ofrecieron dinero, pero no lo acepté. Ahí deberían de hacer una investigación”, explica la también consultora de Integralia.

Ante este tipo de ofrecimientos, el candidato presidencial de la coalición Juntos Haremos Historia, Andrés Manuel López Obrador, ha instado a los votantes por segunda ocasión, a que tomen lo que los partidos políticos les ofrecen a cambio de su sufragio, pero que a la hora de ir a ejercer su derecho, lo hagan de manera libre por quien ellos deseen.

El todo por el todo

Así como en el amor y en la guerra, para los partidos políticos todo se vale en las elecciones.

Debido a que la diferencia entre ganar y perder puede depender de quién invierta más dinero, los diferentes grupos políticos no dudan a la hora de gastar recursos, ya sea para formar estructuras que movilicen a las personas el día de la elección o para comprar el voto.

Ximena Mata Zenteno, coordinadora del estudio “Dinero bajo la mesa. Financiamiento y gasto ilegal de las campañas políticas en México”, explica que tan sólo en elecciones a gobernador en una entidad mediana, con ciertas características de extensión y cierto tamaño de población, se destinan millones de pesos en efectivo a la compra del voto.

“Sólo en la compra tenemos estimados 20 millones de pesos, pensando que se comprarán 30 mil votos en un rango de precios que nosotros identificamos de entre 350 a mil pesos”
Ximena Mata ZentenoCoordinadora del estudio ‘Dinero bajo la mesa. Financiamiento y gasto ilegal de las campañas políticas en México

De acuerdo con la consultora, lamentablemente en las zonas rurales la gente es más propensa a vender su voto o a aceptar una dádiva o dinero, además de que eso les resulta más barato a los candidatos y a los partidos políticos, pues según el estudio, mientras un voto rural cuesta en promedio 500 pesos, un voto urbano cuesta mil.

“Entonces al partido por simple sumas y restas le conviene comprar votos en zonas rurales donde la gente es más propensa y además le es más barato”, señala.

La compra directa con dinero en efectivo se da el día de la elección o días antes de ese fin de semana, según lo que han detectado, que es cuando los partidos tienen una mejor idea de cómo van las preferencias, explica.

“Si está muy cerrado y ven que necesitan equis número de votos, entonces ahí es cuando salen y los intentan comprar en efectivo, eso mismo pasa con la compra de credenciales de elector”

Sin embargo, más que la compra del voto, el principal gasto de los partidos políticos para que los ciudadanos los apoyen es el pago de estructuras, que son todas aquellas personas contratadas para movilizar, comprar el voto e ir puerta por puerta el día de elección a que la gente vote por ellos.

La adquisición de apoyos con dinero en efectivo se da principalmente el día de la elección o días antes de ese fin de semana que es cuando los partidos tienen una mejor idea de cómo van las preferencias

“Antes ese trabajo lo hacían voluntarios que por convicción apoyaban al partido, pero ahora la mayoría o casi todos cobran por ese servicio, pero además se vuelve una especia de mercado del voto y de operadores que si el partido equis no les ofrece dinero, se van con el de enfrente y ofrecen sus votos con el que les pague más”

Entre las propuestas que se recomiendan, está el voto obligatorio, prohibir pagos en efectivo y que todo gasto sea fiscalizado.

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