Allá excomunión; aquí fortaleza

En Michoacán, la tierra que por más de una década fue dominio exclusivo de los cárteles de las drogas, donde la violencia por la disputa del control de las rutas del narcotráfico ha generado más de 12 mil muertos y cerca de 3 mil desaparecidos, el Papa no fustigó con severidad a los grupos del crimen organizado.

J. Jesús Lemus J. Jesús Lemus Publicado el
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En Michoacán, la tierra que por más de una década fue dominio exclusivo de los cárteles de las drogas, donde la violencia por la disputa del control de las rutas del narcotráfico ha generado más de 12 mil muertos y cerca de 3 mil desaparecidos, el Papa no fustigó con severidad a los grupos del crimen organizado.

Más bien pidió a la sociedad, representada por sacerdotes y religiosas que se reunieron con él en el estadio Venustiano Carranza, no sumirse en la resignación. Los llamó a sacar fuerza de la vocación para enfrentar los tiempos de violencia, drogas y corrupción, que azotan a la sociedad. Pero a los grupos de criminales los dejó intocados.

El discurso del Papa Francisco, del que se esperaba más por parte de la sociedad civil michoacana, chocó con el que en junio del 2014 dictó ante decenas de miles de fieles de Calabria, en Italia, cuando se lanzó contra la organización criminal “La Ndrangheta”. A ese grupo lo satanizó. 

“Es la adoración del mal. Tiene que ser combatida, alejada”, dijo.

Pero no se quedó en eso. Fue más allá, dijo que “los mafiosos no están en comunión con Dios. Están excomulgados”.  

La sentencia del Papa Francisco en ese momento fue como resultado del asesinato de un niño y su abuelo, que murieron calcinados en un acto de ajuste de cuentas por parte de la mafia italiana.

Pero en Michoacán, los miles de muertos y desaparecidos pasaron por alto. La presencia vigente de los cárteles de Los Caballeros Templarios, Jalisco Nueva Generación, Familia Michoacana, La Nueva Familia y La Tercera Hermandad, no le merecieron mencionarlos por sus nombres. Mucho menos hubo una sanción teológica de facto.

En Italia, el año pasado, Jorge Mario Bergoglio fustigó el desprecio del bien común que hacen los grupos mafiosos. Reconoció la necesidad de combatir su presencia. Y hasta habló de la obligación de la Iglesia para ayudar a erradicar ese mal. Pero en Michoacán, en su visita, solo pidió a la sociedad “no resignarse”.

El Papa Francisco no se salió del guión. Se concentró en la homilía y siguió con su programa. En las gradas, los religiosos y simpatizantes del movimiento de Ayotzinapa, hicieron su propia manifestación: contaron pausadamente hasta 43. Gritaron “son los que nos faltan”.

El Papa miró de reojo al cardenal Alberto Suárez Inda. Se deshizo en elogios por “la humildad” del obispo de Morelia.

En su homilía, el Papa Francisco, hizo un llamado a todos los ministros de la Iglesia Católica, para no convertirse en “funcionarios de lo divino, ni empleados de la empresa de Dios”. Como para expiarse, llamó a los presentes a “participar más activamente en el acercamiento al creador”.

Nada para los desaparecidos

Las pancartas que hablaban de desaparecidos, de víctimas de la violencia, las que a lo largo del trayecto de ciudad industrial hasta el estadio Venustiano Carranza moteaban entre la multitud ni siquiera fueron aludidas por el Papa Francisco. Los manifestantes, como llegaron se fueron. No hubo discurso para ellos.

La rúbrica del discurso no dado, el que se esperaba que fustigara la presencia del crimen organizado en esta entidad, la dio el hijo del exgobernador Fausto Vallejo Figueroa, Rodrigo Vallejo Mora, quien se hizo presente en la misa del Papa Francisco.

 “El Gerber” estuvo en la celebración del Papa, pese al señalamiento oficial de ser parte del cártel de los Caballeros Templarios. Se le atribuyen miles de muertes.

El Papa Francisco tampoco mencionó a los propios sacerdotes de la Iglesia Católica que murieron a manos de la delincuencia organizada.

Y es que Michoacán es el estado que más ha abonado a la estadística de sacerdotes víctimas del crimen organizado. La propia Arquidiócesis de México ha reconocido a esta entidad como la más peligrosa del país para el ejercicio sacerdotal.

Desde el 2006 en México se han registrado 26 asesinatos de sacerdotes, de los que seis de ellos han ocurrido en el estado de Michoacán. Todos han sido atribuidos al crimen organizado, el que fue denunciado y combatido desde el púlpito.

El acto protocolario

El Papa Francisco, tras reunirse en privado con miembros del obispado michoacano en la casa del cardenal Alberto Suárez Inda, acudió a la catedral principal. Allí se reunió con niños de la catequesis local. 

Les habló por menos de cinco minutos y fue para exhortarlos “a ser cristianos en serio”, fue para recodarles que “la vida es bella”. Luego hizo una oración a la Virgen y prosiguió su camino. Allí decretó la canonización de José Luis Sánchez del Río, el Niñito Cristero de Sahuayo.

Afuera de la parroquia, el alcalde de Morelia, Alfonso Martínez Alcázar, le hizo entrega de “Las Llaves de la Ciudad”. 

Después el Papa se reunió con más de 40 mil jóvenes católicos en las instalaciones del estadio Morelos.

Les dijo que “todos podemos vivir, pero no sin esperanza; no podemos vivir el mañana si no nos valoramos”. Invitó a que se construya una esperanza en cada uno de los jóvenes. 

Tras escuchar una serie de posturas de jóvenes que le pidieron su consejo para afrontar los tiempos actuales, el Papa Francisco resaltó que “la esperanza nace cuando se puede experimentar que no todo está perdido. Y para eso hay que empezar por casa, por sí mismos. No todo está perdido”.

Después dejó la parábola para ir más directo. “La principal amenaza a la esperanza son los discursos que te desvalorizan, que te van chupando el valor y terminas como arrugado, con el corazón triste, incluso que te hacen sentir de no segunda sino de cuarta. La principal amenaza a la esperanza es cuando sientes que estás dejado de lado, que no le importas a nadie. La falta de esperanza mata, nos aniquila”.

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