Habitantes de Acapulco consideran que lo ocurrido con Otis es una oportunidad para acabar con todos los vicios y las malas prácticas, no solo del sector privado, sino del público también. Foto: Especial

Acapulco: apoyo ‘manoseado’ y muchas carencias, así es la recuperación por el paso de Otis

A cuatro meses del huracán Otis, el puerto vive entre filas, supuestos actos de corrupción e, incluso, la presencia de la delincuencia en la entrega de enseres y despensas

En el Boulevard de las Naciones convergen las tres realidades de la ciudad de Acapulco que, a cuatro meses del paso del huracán Otis, para algunos se ha vuelto “pueblo de nadie” y donde “la ley de la selva” es el pan de cada día.

Primero, en el CRIT de Guerrero, está la tensión entre uniformados y decenas de personas que alegan no recibir ayuda por parte del Gobierno federal. Es el llamado movimiento de los no censados, quienes el lunes pasado amagaron con realizar un bloqueo, uno más en busca de ser escuchados.

Al lado, un hotel da cabida a los representantes de la prensa que dan cobertura al Abierto Mexicano de Tenis (AMT), del que, según cifras del torneo, dependen 11 mil 200 familias y 90 por ciento de los trabajadores son oriundos de este lugar.

Y enfrente de este, una tienda departamental recibe uno a uno a cientos de personas que, previamente, se formaron bajo el inclemente sol para recibir una despensa y una tarjeta con 538 pesos, que deberán canjear por otros productos básicos.

Si algo caracteriza en estos días a Acapulco son las largas filas, la basura, construcciones dañadas y una visión de que la ayuda tras el paso del huracán es real, pero no se canalizó de la manera correcta.

“Aquí se vuelve pueblo de nadie de un día para otro”, comenta Jorge León, quien trabajaba en una empresa distribuidora de alimentos y mariscos en restaurantes y hoteles. Hoy, es taxista con un auto prestado.

En el recorrido que hace con el equipo de Reporte Índigo desde la Zona Diamante a La Costera Miguel Alemán, relata que con la primera ayuda compró una sala y dos televisiones, la pintura e impermeabilizante. Dice que hace unos días tuvo una visita de “encuestadores del bienestar” para preguntarle en qué había utilizado el dinero recibido.

Cuenta cómo tuvo que hacerse cargo de las remodelaciones debido al alto costo que le cobraban por la mano de obra para realizarlas.

“Si antes un maestro albañil te cobraba un promedio de 700 pesos por día, te querían cobrar hasta 2 mil; los que se dedican a la cancelería, un cristal que cuesta 300-400, te lo querían vender en mil 500.

“Entonces, la ayuda se volvió muy pequeña, porque todos los costos se incrementaron 200-300 por ciento, cosa que es algo lógico, pues hay mayor demanda”.

Jorge, quien es oriundo de la Ciudad de México, pero lleva viviendo 22 años en el puerto, hace una pausa y admite: “en Acapulco la gente no se apoya”.

Su argumento se basa tras recordar lo ocurrido con los huracanes Ingrid y Manuel en 2013: “la gente sale buscando a ver a quién se friega”.

Yerros y corrupción en registro de afectados

El taxista dice ser testigo de los errores que se tomaron para censar a los damnificados e incluso actos de corrupción para determinar la ayuda a los mismos.

“Tengo unos vecinos que vinieron de la Ciudad de México, que tienen sus casas de descanso. Ellos traían liquidez económica y decían a los encuestadores: “ponle a mi casa pérdida total (…) Le ‘tiraban’ mil pesos para recibir 65 mil.

“Qué incongruencia. Se supone que mandan personas calificadas para validar, lo cual no es cierto. No hablo por todo, pero sí hubo personas involucradas en corrupción. Los que necesitábamos más, estamos todavía aquí tratando de superarlo”.

Sobre el tema de las despensas, declara que las tarjetas que sirven para canjear en tiendas departamentales –y que debían ser para alimentos–, eran acumuladas y se utilizaban para comprar bocinas, pantallas e incluso colchones.

A pesar de que la devastación es evidente y afectó a toda la población, la ayuda no llega a todos por malas prácticas. Foto: Especial

“Es válido, porque tal vez era más urgente tener un colchón que un kilo de carne. Eso sí, las de Chedraui (que son las que dan 538 pesos) no, esas sí solo sirven para comprar verdura y carnes. Pero al ver que traían las tarjetas, a la gente ya no le interesó la despensa, sino las tarjetas y se empezó a hacer un vicio eso.

“Con ello, las filas dejaron de ser de 30-40 personas a 400-500 y decías: ‘o trabajo, o me voy a formar para una despensa’. Entonces, mucha gente que trabaja se quedó sin ellas. Los que están haciendo los movimientos de los no censados, tiene que ver con personas que no pudieron ir a censarse por falta de tiempo o porque viven en colonias muy escondidas”, apunta.

En un momento del trayecto, se aprecia una gran fila y, más adelante, a militares con colchones, estufas y otros artículos. Sobre ello, León revela malas prácticas.

“Hay mucha gente que lo está vendiendo. Se agradece el apoyo, pero está mal canalizado. Sabemos que aquí es ‘la ley de la selva’ y quienes tienen, quieren más. Conozco a algunos que tienen en su casa refrigeradores, estufas, colchones y piensan venderlos”.

Ya no quieren trabajar; ‘se acostumbraron a las despensas’

Jorge también confirma que escasea la mano de obra en el puerto y, desde su punto de vista, es porque “se acostumbraron a las despensas”.

“Me había relacionado con un amigo que es constructor y me dijo que me viniera a trabajar consiguiéndole personas para la obra. Era un batallar, pues casi nadie quería hacerlo y un ‘chalán’ que te cobra 500 pesos, ahora quería 800-900. Ya no daba para pagarles eso.

“La gente de la clase pobre o pescadora está acostumbrada a que si un día falta para comer se va al mar y saca dos-tres pescados y listo. Si además de eso, ya tienen su arroz, su frijol, para ellos es un manjar y ya para qué trabajan. Aquí la gente es muy conformista”.

Ante ello, trabajadores de Ciudad de México, Estado de México, Puebla o Querétaro han servido de fuerza laboral para apoyar en la reconstrucción.

“Hay mucho trabajo, gente de fuera vino porque la de aquí no quiere trabajar. Lo principal que deben enfocar los gobiernos es meter industria. Siguen enfocados solo a traer turismo. Ese llega solo”.

Haciendo fila con la delincuencia

Eduardo Guzmán es un periodista de Acapulco que vivió el paso de Otis y cuando se le pide el sitio para la entrevista elige la playa Tlacopanocha y el Paseo del Pescador, pues en dichos lugares apareció la primera víctima mortal, en el Malecón.

Relata que tras el siniestro de octubre pasado, durante un lapso de 4-5 días, se atacaron centros comerciales, locales, talleres mecánicos y “eso incrementó aún más la desesperanza de la gente” que se encontraba sin luz porque se cayeron más de 13 mil postes de energía eléctrica.

Luego, comenzó a escasear el combustible y personas armadas “rondaban en las colonias, para tratar de sustraerlo de los vehículos. Se escuchaban detonaciones, era un clima desolador”.

Entonces, llegó la ayuda gubernamental la cual está mal distribuida y la delincuencia tiene un rol protagonista en esta problemática.

La gente que se forma por despensas o para la entrega de enseres no solo padece con las largas horas de fila, sino con el crimen organizado haciendo negocio y ‘mostrando músculo’. Foto: Especial

“La intención del Gobierno federal ha sido buena en la entrega de los enseres, las despensas, los apoyos económicos, pero indudablemente esa misma gente que rapiñó, es la que está imponiendo el desorden”.

Explica que en las filas para las despensas y enseres “llegan supuestos líderes de colonias, incluso armados, que forman a personas de manera irregular y mandan atrás a gente que incluso ha esperado hasta tres días para recibir sus apoyos tales como refrigerador, estufas, etc”.

“Está reconocido por las propias autoridades que los saqueos fueron propiciados por personas del crimen organizado para crear esta sensación de anarquía, caos y mostrar músculo; lo mismo están haciendo en las filas de los enseres, de las despensas”.

Incluso, revela que estos grupos tienen el control de los “diableros” que ayudan a la gente a cargar el refrigerador, la estufa ante “la vista y no acción por parte de la Guardia Nacional, la Marina y elementos de la Sedena”.

’Por cosa del destino hay menos muertos’

Para Jorge León, taxista entrevistado por Reporte Índigo “nada de lo que se dice en las noticias de Acapulco es real. Tan solo en el número de muertos (…) Todos sabemos que se llevó a 10 niños que estaban en el Hospital General. Todos saben de personas que fallecieron o desaparecieron. ¿Cómo los callaron? Quién sabe, pero ya no reclamaron. Considero que hubo más de mil muertos.

Guzmán es más cauto al hablar sobre las defunciones. “La cifra marca 52 fallecidos y 32 personas desaparecidas, la mayoría en el mar. Ya pasaron cuatro meses y estos últimos no han regresado.

“Difícilmente, lo harán con vida; hay mucha incertidumbre sobre esta cantidad, pues la gente hace el comparativo con lo ocurrido con el huracán Paulina en 1997 y el consenso es que Otis fue inmensamente catastrófico en comparación al primero”.

Según datos oficiales, Paulina registró 300 muertos en Guerrero y Oaxaca y ahora, “por cosa del destino, no llegamos ni a 100 oficiales entre desaparecidos y fallecidos con Otis”, dice.

Por otra parte, en el tema sanitario, Guzmán recuerda la gran problemática que hubo con las enfermedades gastrointestinales y las “nubes” de moscas. “Tras el agua estancada, proliferó el dengue y más fallecidos”.

Sin embargo, considera que poco a poco las cosas se han ido normalizando. “Encuentro Acapulco aún en vías de reconstrucción, ha sido lento, pero seguro en algunas cosas. Hace 120 días todo era desolación”.

Migraron por salud… y se quedaron sin nada

Respecto a la problemática de los no censados, el periodista Eduardo Guzmán, corresponsal de MVS en Acapulco, afirma que si bien, durante el censo, se reconoce que vinieron servidores de la nación de todas partes de la República, hubo fallas graves.

“Muchos no tuvieron a bien censar domicilios donde habitaba gente y gente que tenía algún familiar con alguna enfermedad que debía someterse a algún tratamiento, o que convive con adultos mayores, tuvo que migrar por tema de salud”.

Ello, dice, coincidió en pleno censo “y mucha gente lo aprovechó de mala manera al censar a su nombre esos domicilios que no estaban ocupados y los servidores no fueron tan severos, anotando gente a diestra y siniestra”.

Por lo anterior, hay gente protestando, pero también es cierto que hay otros que lo están aprovechando pues ni siquiera son oriundos de Acapulco. Guzmán dice que vienen del Estado de México, de Ciudad de México o de Puebla.

“Se han metido tanto al movimiento que la semana pasada bloquearon por 48 horas La Diana Cazadora. Y fueron cuatro días consecutivos con bloqueos. El propio Gobierno federal ya levantó los módulos del Bienestar, ya no van a atender a personas no censadas, pero se supone que siguen hablando por teléfono para indicarles dónde les entregarán el apoyo”.

‘Reinvención, no reconstrucción’

Desde El Paseo del Pescador se avistan Playa Manzanillo y Playa Honda, las cuales, hoy fungen de “cementerio” de embarcaciones que dejó Otis, pero la vida debe seguir y también desde este lugar hay búsqueda de superación.

Jondalar Castillo Ledezma es director de Aquamundo, empresa familiar dedicada al turismo náutico recreativo y transportación marítima que perdió todo con el huracán. Hoy, es uno de los negocios que intenta sobrevivir, pero con una idea clara: se necesita otra mentalidad en el puerto.

“Hace cuatro meses, fue peor que una pesadilla. Más de 500 embarcaciones hundidas y en nuestro caso fue pérdida total, pues perdimos cuatro. Más de 5 millones de pesos en el mar, el trabajo de toda una vida”.

Acepta que la ayuda no faltó, la comida tampoco y resaltó el apoyo económico de algunos amigos que les ayudaron a resistir y buscar opciones. Ahora, a cuatro meses del siniestro, la entrevista con Reporte Índigo se hace a bordo del “Destiny”, un catamarán de alta gama para paseos.

Habitantes de Acapulco consideran que lo ocurrido con Otis es una oportunidad para acabar con todos los vicios y las malas prácticas, no solo del sector privado, sino del público también. Foto: Especial

“Somos uno de los pocos que estamos trabajando y aquí puedes ir a bucear, esnorquelear, hacer una fiesta temática. Estamos animados, contentos y generando empleo”.

Eso sí, acepta que falta turismo y considera que lo ocurrido con Otis es una oportunidad para acabar con todos los vicios y las malas prácticas, no solo del sector privado, sino del público también.

“Es una gran oportunidad para que empresarios y gobierno caminen de una mejor manera. Acapulco es la cuna del turismo en México, no podemos estar viviendo del pasado, sino reinventarnos”.

Sin embargo, la falta de fuerza laboral, dice, es una realidad y por eso ha venido mano de obra de otros estados con “tiempos de entrega más eficientes y eficaces”.

En su caso afirma que tienen una cartera de clientes amplia; sin embargo, es verdad que el turismo está lejos de ser el de antes, pues la oferta hotelera está en proceso de recuperación. “Nuestra esperanza es que el turismo empiece a regresar… se estará viendo en Semana Santa”.

A pesar de la destrucción, Otis también trajo cardúmenes que ya no había, peces que están recuperando sus espacios. Foto: Especial

Finalmente, debido a que se dedica al buceo, Castillo afirma que Otis también trajo cardúmenes que ya no había, peces que están recuperando sus espacios.

“Se está regenerando la vida marina. Quizás, necesitábamos un respiro. Hay que cuidar la naturaleza, vivimos de ella. Vengan a Acapulco”.