La exposición da cuenta, incluso, de cómo los pintores de aquella época se inspiraban en el ambiente nocturno y cómo fue fundamental el uso de la luz de la Luna. Foto: Especial

El Museo Nacional de San Carlos exhibe la vida nocturna de la Ciudad de México

La muestra La noche nos pertenece revela la historia de la colonia Tabacalera y las colonias Guerrero, Tlatelolco y el propio Centro Histórico. Toma como protagonistas a cabareteras, bailarinas, prostitutas y hombres homosexuales, asiduos a centros nocturnos, lugares que surgieron a partir del siglo XIX

Al caer la noche, la Ciudad de México se encendía por las luces de los faros y la Luna era cómplice de la vida nocturna que emergía. De ser una capital novohispana, pasó al desarrollo de una vida que trazó una suerte de circuito de centros nocturnos, hoteles de paso y prostíbulos que abarcan el Centro Histórico de la Ciudad, así como las colonias Guerrero y Nonoalco-Tlatelolco.

El Palacio del conde de Buenavista, actual sede del Museo Nacional de San Carlos, fue testigo desde el siglo XVIII, década cuando fue construido, de la evolución de la colonia Tabacalera, y que ahora es sede de la exposición La noche nos pertenece, en donde se hace una representación de los lugares, calles y habitantes marginados y estigmatizados desde el siglo XIX hasta la década de 1950.

“No es un México del ayer, la vida nocturna de esta colonia siguió adelante y el museo se desarrolló a la par. El sexoservicio está aquí afuera y no nos toca juzgar, ni voltearnos.

“Se ha creído que el museo debe tener una visión prístina, y no, somos parte de una sociedad, nos movemos y nos debemos a una sociedad, misma que es muy compleja y diversa. No queremos hacer un homenaje, pero sí voltear a esa otra vida que sucede después de que nosotros cerramos o está corriendo paralela a este museo”, explica la directora del recinto, Mireia Velázquez Torres a Reporte Índigo.

“Es parte de poder tomar una posición en torno a la vida nocturna que sí existe en la colonia Tabacalera, parte importante de la vida económica y de su cotidianeidad y a la que no le podemos dar la espalda”
Mireia Velázquez TorresDirectora del Museo Nacional de San Carlos

La muestra reúne más de 150 piezas entre óleos, dibujos, acuarelas, grabados, fotografías, carteles y documentos —de autores como José Clemente Orozco, Gerardo Murillo Dr. Atl, Alfredo Zalce, Nacho López, Héctor García, Manuel Rodríguez Lozano, Rufino Tamayo y Roberto Montenegro, entre otros— que develarán al espectador la historia de esa otra Ciudad, la que se escondió en las sombras de la prescripción social, de la negación y el borramiento.

Abierta al público desde el 25 de mayo, La noche nos pertenece revela la crónica de las vedettes, el burlesque, las cantinas, coristas y la prostitución, a través de los siete núcleos que la conforman: “Luces de la ciudad”, “Al caer la noche”, “Bajos fondos y marginalidad” y “Cine y transgresión”, entre otros.

“La investigación sobre la vida nocturna y sus diferentes grupos sociales se ha llevado a cabo desde hace varios años por importantes investigadoras como Gabriela Pulido, porque queremos dar cuenta de que el arte también se preocupó por esta otra faceta de la sociedad mexicana”, precisa.

El camino a la modernidad

A través de sus siete núcleos, la exposición da cuenta, incluso, de cómo los pintores de aquella época se inspiraban en el ambiente nocturno y cómo fue fundamental el uso de la luz de la Luna o de los mismos faroles. Ver cómo el descubrimiento de la electricidad permitió “ganarle horas a la noche”.

Un ejemplo es San Juan de Letrán (1940), del pintor Dr. Atl, pieza que se vuelve fundamental para poder entender la evolución de la ahora Ciudad de México.

“La pieza de Dr. Atl, que viene de una colección privada, es un hito, un antes y después de su propia producción artística. El tema principal es la Ciudad de México, se ve lo que ahora es el Eje Central, los cines, los centros nocturnos, los puestos de periódicos, la presencia de automóviles, de luminarias, es toda una transformación de su propuesta para hacer una composición”, explica la directora del recinto.

Luces y sombras, entornos rurales y urbanos se contraponen, una noche iluminada por la Luna y por la luz eléctrica, dualidad que marcó la modernidad en la capital de México.

Para la sociedad mexicana del XIX, los días o las noches en las que la Luna iluminaba eran fundamentales para poder socializar y divertirse. Y los artistas pudieron plasmar a su gente que transitaba por Bucareli o el Zócalo.

La noche nos pertenece está abierta al público en el Museo Nacional de San Carlos

El lado B de la noche

A través de la fotografía se representó “la modernidad”, pero también abrió paso para poder plasmar el espectáculo en medio de la noche.

“La luz eléctrica y la imagen fotográfica son simbólicamente muy interesantes. Al caer la noche es cuando comienzan a suceder otras actividades que forman parte de la diversión en la Ciudad de México. Desde los opiarios, hasta el consumo de heroína y marihuana, que siempre se vincularon con las clases bajas; sin embargo, nunca se habló de todas esas adicciones, consumo de sexo-servicio que tenían las clases altas en nuestro país”, platica Mireia Velázquez.

La noche nos pertenece también exhibe una gráfica de los centros nocturnos, cantinas, cervecerías, pulquerías, cabarets que estuvieron entre 1930 y 1944.

“La moral posrevolucionaria puede ser tan contundente o tan agresiva como la moral porfiriana. Y así comenzó a poblarse la vida nocturna de las famosas rumberas, cabareteras y bailarinas, que van a ser parte fundamental de la historia cultural y popular de nuestro país, hasta los años 60.

Se consideraba que la pobreza era el semillero del pecado. Entonces, lo que se intentaba es que la ciudad tuviera pocos lugares en donde pudieran reproducirse todos “los vicios”.

“La homosexualidad, aunque en México nunca fue ilegal; sin embargo, este concepto tan maleable, como faltas a la moral, era lo que hacía que toda la población gay de la Ciudad de México terminara en el Ministerio Público.

“Queríamos visibilizar a todos estos grupos sociales, dar cuenta de los registros visuales, de los pocos que hay desde el arte, y de los muchos que hay desde el periodismo y el fotoperiodismo, de una comunidad que fue empujada hacia la noche, pero dejar un manifiesto de la sexualidad gozosa de la época, donde el conocimiento del cuerpo, el disfrute del otro, son a partir del gozo y de autoconocer”, concluye Mireia Velázquez Torres.

Recorre la exposición

La muestra La noche nos pertenece se divide en siete núcleos temáticos: “Entre luces y sombras”; “Luces de la ciudad”, “La ciudad que se ilumina”, “Al caer la noche”, “Los habitantes de la oscuridad”; “Bajos fondos y marginalidad”, así como “Cine y transgresión”.

La importancia del cine

La época del cine de oro mexicano representó también el mundo nocturno de la Ciudad de México. Por lo que se presentan fragmentos de películas:

  • Aventurera
  • Las Abandonadas
  • La Mancha de Sangre
  • Salón México
  • Santa
  • Amor de la calle
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