Segundo piso de segunda

Como si hablara con alumnos del preescolar, Marcelo Ebrard se muestra satisfecho de haber entregado a manos de particulares -muchos de ellos extranjeros- la operación de la principal vialidad de la capital, dejándola a la suerte de empresas que en otras latitudes agonizan. Idea tan novedosa y brillante como la de Porfirio Díaz con el petróleo. 

Gabriel Reyes Orona Gabriel Reyes Orona Publicado el
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Como si hablara con alumnos del preescolar, Marcelo Ebrard se muestra satisfecho de haber entregado a manos de particulares -muchos de ellos extranjeros- la operación de la principal vialidad de la capital, dejándola a la suerte de empresas que en otras latitudes agonizan. Idea tan novedosa y brillante como la de Porfirio Díaz con el petróleo. 

Leyendo notas que refieren su origen francés, uno se percata de su orgullo de haber crecido con viandas preparadas en trastos galos, por eso no es de extrañar el trato que dio a Cassez después de recibir al embajador de aquel país en el que estudiara gracias a su origen.

Ebrard arrancó su vida política con Elba Esther Gordillo, consolidándola con Manuel Camacho, pero ahora resulta que es de Izquierda, aunque su operación financiera abreva en la más pura tecnocracia.

Sí, posiblemente Pedro Aspe habrá convencido a alguien del inverosímil honorario que dice le cobró por reestructurar la deuda del Distrito Federal, que curiosamente era por un monto mayor a la de Coahuila, mientras que su delfín, Mario Delgado, no desmerecía lo que hacía el Gobierno Federal en materia de subejercicio y de jineteo de recursos públicos federales y locales. 

Es más, los hoyos que pisaba Ernesto Cordero, a través del Seguro Social y la CFE, también eran atolladeros para las finanzas distritales. El caso de Metrofinanciera, una danza de millones donde la ciudadanía perdió y solo ganaron los que cobraron “comisiones” o mochadas, lo mismo pintó en el orden federal que en el capitalino. A fin de cuentas, el partido al que pertenecen no está registrado en el IFE, y son lo mismo, aunque Ebrard tenga mareados a ciertos partidos con estipendios, regalos y arreglos. 

Con el nada izquierdoso sesgo del ITAM, sus tecnócratas embriagados de las mieles del poder hicieron de las suyas, usando fideicomisos y toda clase de peripecias para desaparecer dinero público, incluso, inventando consultorías y asesorías que se encargaban “supuestamente” de tareas oficiales ya realizadas o que eran encomendadas en lo oscurito a burócratas impuestos a sueldo. 

Sí, lo triste es que la popularidad en el Distrito Federal se mide con subsidios, contratos, prebendas y una red de complicidades de celestial nombre, montada en las estructuras territoriales que provee un sistema de delegaciones controladas centralmente. No mide la calidad de los servicios, ni la eficiencia operativa de la burocracia local, la cual es tan o más corrupta que antes, y, quien lo dude, que se tome una mañana en SETRAVI. 

Es tan igual a los de antes, que hizo lo mismo, no cuidó las formas sino la integración del poder judicial, a efecto de contar con un matadero de toda oposición o crítica. La manipulación del poder judicial local es materia de señalamiento, a tal grado, que se encuentra en ciernes una solicitud de opinión consultiva en el orden internacional, pues no hay, ni habrá autonomía en el poder judicial del DF.

El caso es que la obra pública de la capital está olvidada, baches que parecen pozos, banquetas coladas en concreto sustituidas por un adoquín “patito”, postes que muestran las varillas, casetas sobre vía pública, etc.  

Debe ser el único gobernante de una entidad federativa que se mide en gestión con alcaldías y municipios, ganando por supuesto en la comparación, siendo el único funcionario con esposa integrada, ya que no asiste a ninguna obra sin ella, por supuesto, otra extranjera. 

Pero lo real, es que la obra privada goza de todos los apoyos oficiales, mientras que la obra de todos los ciudadanos, la gratuita, está abandonada en condiciones vergonzantes. 

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