Para no enredarse

Primer mito: El Poder de las Redes Sociales. En este territorio aún prevalece el tema del círculo rojo. Es decir, ese núcleo de personas que se escuchan y se leen a sí mismas, pero que no tienen nada que ver con el México real. 

Este llamado círculo rojo influye, asusta, enoja, divierte y envía mensajes sobre un pequeño grupo de personas que son importantes, pero no determinantes.

Darío Mendoza Darío Mendoza Publicado el
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Primer mito: El Poder de las Redes Sociales. En este territorio aún prevalece el tema del círculo rojo. Es decir, ese núcleo de personas que se escuchan y se leen a sí mismas, pero que no tienen nada que ver con el México real. 

Este llamado círculo rojo influye, asusta, enoja, divierte y envía mensajes sobre un pequeño grupo de personas que son importantes, pero no determinantes.

Twitter no es azul, es rojo, es un círculo de aves que lanzan sus graznidos y hacen ruidos, conformado por una reducida bandada que comenta los acontecimientos a veces en forma muy divertida, y conforman intereses comunes. 

Pero sus murmullos no llegan al círculo verde en forma inmediata; ese otro grupo de ciudadanos, cuyos intereses del diario vivir y sus preocupaciones son más terrenales: llevar el pan a la casa, inscribir a los hijos a la escuela, ver si México gana medallas en las olimpiadas, etcétera.

Estas aves rojas ni siquiera se percataron de que una cantante del círculo más verde, Anahí, twiteó el mismo día de la elección presidencial a sus casi 5 millones de seguidores lo siguiente: “Votando x @EPN en Chiapas donde late el corazon verde de Mexico”.

Segundo mito: Los expertos en redes sociales. Las redes sociales crearon una oleada de comentarios después del triunfo del presidente Obama en EU, pero en éste, como en varios aspectos por discernir, se debe privilegiar una mirada local. El interés de la mayoría de los usuarios de las redes no es por temas de la política. 

Hay funcionarios del poder público que tienen un buen número de seguidores, pero son menores de 18 años, no votan. Han dicho “me gusta” a ciertas páginas para copiar lo que hacen otros de sus círculos más cercanos, pero ni les interesan los temas políticos, ni vuelven a interactuar con ellos.

No hay expertos en esta área, todos vamos entendiendo sobre la marcha los límites y alcances. El comportamiento de los chicos de las grandes ciudades es distinto al que muestran los jóvenes en zonas urbanas. 

El comportamiento del elector norteamericano frente a estas tecnologías no es igual al de los cibernautas latinos. Todos estamos aprendiendo a base de pruebas y errores. 

Tercer mito: El poder de la televisión. Hoy por hoy, lo que nos indica la realidad es que la televisión y la radio abierta siguen siendo los medios más fuertes para generar opiniones y percepciones. 

La paradoja es que la televisión no hace presidentes, influye como ningún otro medio, pero no determina. Es la suma de un conjunto de elementos los que abren el camino al posicionamiento.

Muchos candidatos entre más salen en televisión más pierden. La tele magnifica los atributos físicos y el carisma personal, pero si el candidato no se entrena y se prepara para este medio, puede ser un devastador de la imagen, aun sin que nadie de sus adversarios lo ataque.

Vale la pena recordar que para los que vieron por televisión el debate presidencial entre Nixon y Kennedy, el ganador fue este último; en cambio para los que lo escucharon solo por radio, el ganador del enfrentamiento fue Nixon.

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