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La noche y el día

(…) otro rostro que tal vez ignoraba que entre tú y yo existía había existido un muro de Berlín que al separarnos desesperadamente nos juntaba ese muro que ahora es sólo escombros más escombros y olvido. Epigrama con Muro Mario Benedetti En un pueblo campesino en Hidalgo se respiraba desde temprano el aire eléctrico de […]

(…) otro rostro que tal vez ignoraba

que entre tú y yo existía había existido

un muro de Berlín que al separarnos

desesperadamente nos juntaba ese muro que ahora es sólo escombros

más escombros y olvido.

Epigrama con Muro

Mario Benedetti

En un pueblo campesino en Hidalgo se respiraba desde temprano el aire eléctrico de la incertidumbre y de una intención, hasta entonces secreta, de un contundente NO.

Arropado por vastos sembradíos de maíz y frijol, en ese rincón de Hidalgo, como en tantos otros de México, se evidenciaba también como habíamos cambiado, quizá sin darnos cuenta.

Gilberto, un maestro rural lo dijo mejor : “Se han aprovechado de nuestra ignorancia y nuestra hambre, con una torta o un kilo de frijol engañan a la sociedad y por eso estamos como estamos”.

“Estamos cansados de que nos usen”, dijo.

Se asomaba el futuro, uno más digno quizá, inexplorado, posible.

Ahí, en el corazón de uno de los bastiones del priismo arraigado donde éste había pasado de ser la expresión de una convicción política, a ser más una relación clientelar basada en intercambio de patronazgos y dádivas, la gente dejaba en las urnas su rechazo a ese sistema que les había dado tanto como les había quitado.

Me da satisfacción saber que votamos por lo que sentimos, no por lo que nos dieron”, dijo un campesino de 70 años.

Hace casi treinta años con la caída del muro de Berlín, símbolo del comunismo en Europa, se derrumbaron convenciones, prejuicios y límites- tanto simbólicos como reales- y se celebró la unificación alemana.

En México los resultados de la elección del primero de julio del 2018, saben tan trascendentes y significativos como aquel momento cúspide en la historia del viejo continente. Porque con una elección histórica- se derribaron tantas cosas que nos separaban y que también nos unían: una tradición política, un sistema partidista, una noción del orden social y de la vida pública.

Será el rigor implacable de la historia, la altura y exigencia democrática de los mexicanos, quienes juzgarán y determinarán en gran parte el legado del lopezobradorismo. Por lo pronto, un hecho es innegable: AMLO llegó al poder para gobernar y ‘cambiar’ un país en crisis, tan lastimado y hambriento de respuestas, como ansioso de ver plasmado el usufructo de su renovada esperanza.

El domingo se conjugó un momento de júbilo que vale la pena tanto celebrar como analizar antes de encarar el arduo camino del cambio y la inevitable resaca de esa quimera desdibujada.

Al caer la noche, en ese zócalo emblema de nuestros pesares y nuestras euforias, nuestras arrebatos y nuestras pasiones, celebramos juntos como si fuera la primera vez, de algo desconocido.

No se necesitó una victoria futbolera para saber que lo imposible, había dejado de serlo.

Un presidente electo habló frente a una multitud embriagada de ilusión que se abrazó para cantar el Cielito Lindo y cantarle a ese México, lindo y querido que ahora habremos de redescubrir y redefinir.

Ese nuevo presidente, catalizador de voluntades, habló sobre los héroes que se fueron, como Vicente Guerrero que hicieron posible nuestras libertades- de expresión, religión, sexuales- y prometió respetarlas y defenderlas.

Les habló a los olvidados con palabras que enaltecieron mientras se escribían las páginas de nuestra historia con tinta de promesa democrática.

Más allá de lo que fue el proceso electoral, habrá que recordar, cristalizar como se sintió: un abrazo colectivo después de una larga y dolorosa noche de seis años, un cobijo insospechado.

Más allá de lo que fue el proceso electoral, habrá que recordar, cristalizar como se sintió: un abrazo colectivo después de una larga y dolorosa noche de seis años, un cobijo insospechado.

Se celebró lo que podríamos ser, pero con mucho más fervor aún lo que dejábamos de ser, de una vez por todas. Se despojó el país de ese inmenso pesar de las convenciones y de lo que esperaban de nosotros, para escoger el camino y decir el NO más fuerte.

Será la traducción de ese liderazgo y voluntades de todos ellos quienes celebraron, votaron y eligieron el cambio, la verdadera prueba. Habrá que demostrarnos que queremos y podemos aprovechar una oportunidad histórica. Sin excusas.

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