Di Costanzo

La política es el arte de los resultados. Si los resultados son malos es porque nuestros políticos son peores. Se habla mucho de la falta de seriedad de legisladores que se abanderan con el primer trapo que les asegura dieta, pero ahí están gozando de cabal salud y hasta ungiéndose de congruencia y de autoridad moral. 

La existencia de la izquierda y su ascenso a la palestra de las decisiones fundamentales del país, no fue sino una obra más del tricolor que lo mismo inventó a AMLO, que desde Agualeguas, al PT.

Gabriel Reyes Orona Gabriel Reyes Orona Publicado el
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La política es el arte de los resultados. Si los resultados son malos es porque nuestros políticos son peores. Se habla mucho de la falta de seriedad de legisladores que se abanderan con el primer trapo que les asegura dieta, pero ahí están gozando de cabal salud y hasta ungiéndose de congruencia y de autoridad moral. 

La existencia de la izquierda y su ascenso a la palestra de las decisiones fundamentales del país, no fue sino una obra más del tricolor que lo mismo inventó a AMLO, que desde Agualeguas, al PT.

En efecto, las críticas de antidemocracia fueron acalladas a finales de los 80 inventando una oposición y brindando a inconformes que nunca alcanzaban “hueso”, la oportunidad de volverse parte ornamental de nuestro foro político nacional. 

La realidad es una y cada vez más grotesca. No existen los partidos políticos, al menos no esos que dice controlar el INE. 

La realidad es una corriente tecnocrática que se apoderó del PRI y que gradualmente lo desarmó, conservando el caparazón para tripular a los políticos que viven del trapecismo de puestos, siendo estos fuente de ingresos, más que una oportunidad de servir a la gente. Con el tiempo esa corriente se apoderó de todos los “partidos”. 

En lo más abyecto de ella se encuentra un sujeto que no alcanzó el nivel de pillo, sino que lo más que pudo hacer fue ser segundón de ínfima importancia, quien se aferró al lumpen burocrático de gobiernos priistas sin merecer ninguna consideración. 

Tras tropiezos al servicio de más de un servidor público que enfrentó procesos penales por su desleal servicio a la Nación, un día se armó de valor y se volvió aviador en la Cámara de Diputados de la mano de un diputado de esos complicados de Jalisco. 

Ahí, sin tener ninguna preparación, ni experiencia en el ramo, se autoproclamo y se inventó diversos puestos que por supuesto sólo en su agitada mente existieron, pero lo cierto es que con los reportes e informes producidos por la burocracia financiera se armó unos pasquincitos que tuvo el descaro de vender en San Lázaro como ideas propias, diciéndose después experto en el rescate financiero. Lo poco que sabe, o más bien, repite, lo aprendió en comparecencias de expertos, pagadas claro, por los contribuyentes.

Durante mucho tiempo se hizo pasar por economista, hasta que hace unos años se acreditó que no tenía registrado título como tal, siendo un pasante muy caro. Después se dijo funcionario hacendario cuando sólo conoció los sótanos más oscuros de la dependencia.

Sin embargo, a la larga salió del closet de la incongruencia, para  protestar y ocupar, violando la ley de manera flagrante, un cargo para el cual no está calificado legalmente, usurpando así el inmerecido cargo de presidente de la CONDUSEF.

Más tarde reconoció que desde siempre fue escudero pagado de Meade infiltrado en la izquierda, y alfil del grupo de tecnócratas que no le conceden aptitudes técnicas para un cargo de ese tipo. 

La traición vestida de lealtad paga, sin embargo habrá que ver si FICREA paga igual, contando con un defensor de esa calaña.

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