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Con la caída convergente de los pronósticos del crecimiento hacia el 2 por ciento, típico de las administraciones tecnocráticas, va despejándose una conclusión contundente, la solución no está en más leyes, sino en su efectiva aplicación. Cada día las descuidadas designaciones hechas por el Senado dejan claro que no importa cuántos órganos se inventen, ni si éstos son elevados a rango constitucional, ya que la cobertura de cuotas partidarias prevalece en la integración de tales órganos, vulnerando su eficacia.

Gabriel Reyes Orona Gabriel Reyes Orona Publicado el
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Con la caída convergente de los pronósticos del crecimiento hacia el 2 por ciento, típico de las administraciones tecnocráticas, va despejándose una conclusión contundente, la solución no está en más leyes, sino en su efectiva aplicación. Cada día las descuidadas designaciones hechas por el Senado dejan claro que no importa cuántos órganos se inventen, ni si éstos son elevados a rango constitucional, ya que la cobertura de cuotas partidarias prevalece en la integración de tales órganos, vulnerando su eficacia.

El deterioro no se ha detenido por la aprobación de reformas estructurales, ni los ungidos para desempeñarse en altos puestos representan esperanza alguna para la sociedad civil. La simulación nos invade con cambios de nombres y personas, y las redentoras entidades rápidamente incurren en los vicios de siempre, no alcanzando a generar credibilidad en la población.

Ahora, ante un evento lamentable, pero no aislado, se vuelve a pensar que la perversión está en las leyes y que son las iniciativas lo que puede cambiar el rumbo. Pareciera que la desaparición de decenas de miles de personas, que merecen tanta atención como los normalistas, era insuficiente para agraviar a la sociedad mexicana.

Más que gota que derramó el vaso, se le trata como un evento inusitado, sin precedentes, que provocara un reclamo aislado e independiente. No es así.

Miles han desaparecido pero sólo se presta atención mundial a éste caso, el cual sorprendentemente muestra una mano invisible que todo lo organiza, lo divulga internacionalmente y que provee el financiamiento que estructura ríos de personas en las principales calles de la capital.

Pensar que no hay intereses que aprovechan la tragedia, tanto aquí como en el exterior, sería tan grave como pensar que los anarquistas realmente están interesados en que se haga justicia. No sólo se cubren el rostro, sino que enmascaran con esa tragedia, el contenido deseo de salir a las calles a hacer de las suyas de manera impune.

El dolor de las familias de los desaparecidos evidente y respetable, el escandaloso comportamiento de algunos políticos, a la vista, pero el estructurado movimiento, altamente sofisticado, para poner en tela de juicio al poder público nacional, inocultable.

Nuevamente aparecen ligas hacia Chile. La reciente detención de Felipe Cuevas en Venezuela, la de un joven chileno en las revueltas de los pasados días en el Distrito Federal, quien clama y reclama inocencia, así como la presencia intermitente de Enríquez-Ominami en nuestro país, quien tampoco parece ser distante al Delegado Toledo Gutiérrez, rico en nexos con exiliados políticos chilenos, como la mismísima cónyuge de Andrés Manuel López Obrador, sin duda, invitan a valorar la intensa presencia de activistas chilenos en nuestro país.

Los conocidos reclamos del poder legislativo chileno en defensa de los connacionales que hacen política en otros países, claro que demandan una cancillería de alto nivel y no de una cortesana como la que Meade administra. Pero los pagos de favores mandan.

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