Rusia impone su agenda en Siria

La dominación rusa en el conflicto en Siria es el resultado de un hecho consumado: antes que cualquiera, Moscú intervino enérgicamente en Siria, salvó el régimen debilitado de Bashar al-Assad e impuso su propia agenda en las negociaciones diplomáticas en un momento de transición política en Estados Unidos.

Andrea Montes Renaud Andrea Montes Renaud Publicado el
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Personas viven en estas áreas sitiadas
Ankara se ha reconciliado con Moscú y decidió intervenir en Siria a raíz del golpe fallido contra el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan

La dominación rusa en el conflicto en Siria es el resultado de un hecho consumado: antes que cualquiera, Moscú intervino enérgicamente en Siria, salvó el régimen debilitado de Bashar al-Assad e impuso su propia agenda en las negociaciones diplomáticas en un momento de transición política en Estados Unidos.

Sin desear estar involucrados en el conflicto sirio y haciendo hincapié en su lucha contra el Estado Islámico, los norteamericanos dejaron que los rusos les llevaran la delantera. Durante meses trataron de cooperar con Vladimir Putin para tratar de reactivar las negociaciones de paz, mientras criticaban sus acciones militares en el terreno.

El secretario de Estado estadounidense, John Kerry, amenazó varias veces con tener un plan B, para obligar a los rusos a suavizar su postura y ejercer presión sobre Assad. Pero Putin nunca cedió, porque comprendió muy bien que Obama no tenía ninguna intención de utilizar su famoso plan B.

Obama creyó que el tiempo jugaría a su favor y que Moscú acabaría por retirarse del conflicto en Siria.

Pero a cinco años de esta guerra, el resultado es la brutal visión del mundo impuesta por Vladimir Putin, que ha hecho que la comunidad internacional emplece a mirar con buenos ojos a Bashar al-Assad.

Con el alza del discurso político de tendencias polarizadas, cada vez más se asienta la idea de que el régimen de Bashar al-Assad no es tan malo, o que al menos es mejor que el de sus “enemigos”.

Los últimos en adoptar este punto de vista peligroso entre las grandes potencias son el presidente electo Donald Trump y el popular candidato por la derecha francesa, François Fillon.

Los analistas aseguran que esta manía por Assad se debe a razones que van desde la fascinación que tiene la nueva generación política por el modelo de  Putin, que es inclinarse hacia el lado de los más fuertes, hasta el conformismo internacional frente al exterminio en Siria.

Y esta legión de seguidores crece cada día más, aún y cuando el presidente sirio –con la ayuda de sus dos grandes amigos, Vladimir Putin, y el líder iraní, Ali Jamenei–, lleva a cabo la destrucción de la ciudad de Alepo y el exterminio de su propia población.

Alepo, una fosa común

La brutalidad que se deja ver en Alepo, haciendo se pasar por la defensa de la civilización contra el terrorismo, queriendo reducir la historia del mal en Siria al Estado Islámico, está ignorando décadas de régimen militar de al-Assad y los horrores de su represión.

Aunque Stephen O’Brien, un alto funcionario de la ONU, advirtió sobre el hecho de que “Alepo podría convertirse en una enorme fosa común” y llamó a los miembros del Consejo de Seguridad para proteger a los civiles en el nombre de la humanidad, existen varios factores que explican la tolerancia internacional que existe hacia Bashar al-Assad y su régimen.

En primer lugar, se desprende del intenso odio que siente Occidente hacia los “enemigos” de al-Assad.

Ahora bien, estos enemigos no sólo son el Estado Islámico y otras organizaciones extremistas, son también, y sobre todo, los civiles sirios y los “rebeldes”.

La guerra en Siria ha dejado más de 300 mil muertos.

Y los niños suponen el 27 por ciento de los muertos en los bombardeos.

La ONU lleva contadas 18 ciudades sitiadas en Siria – en la mayoría de los casos por las fuerzas de Bashar al-Assad y Vladimir Putin-, y alrededor de 600 mil personas viven en estas áreas.

El canciller ruso, Sergei Lavrov, aseguró que “los bombardeos continuarán mientras haya bandidos”. Diplomáticos sólo confirman lo que todo el mundo ya sabe: Moscú es el maestro de orquesta en el asedio en el conflicto sirio.

Es Rusia la que decide sobre el cese de las hostilidades, y es la que está en condiciones de exigir lo que quiera sin ceder a nada.

Aún y cuando las fuerzas iraníes y su aliados libaneses, iraquíes, afganos y paquistaníes, están en primera línea en la batalla, es Moscú quien controla las operaciones.

Supremacía de los rusos

Los rusos acentuaron su supremacía en Siria desde el lanzamiento de las operaciones militares en septiembre de 2015.

Varios hechos internacionales jugaron ampliamente a su favor, como la crisis migratoria y los ataques terroristas que azotaron a Europa, afectando profundamente a las poblaciones y forzando a los gobiernos a hacer de la lucha contra el terrorismo en Siria, su principal prioridad.

Estas dos crisis alimentaron el cansancio, el miedo y la ignorancia sobre la crisis en Siria.

Unos meses más tarde vino el Brexit, que sobre todo ayudó a debilitar la autoridad de la Unión Europea y obligó a los británicos a centrarse en sus problemas internos.

Y cuando el presidente de Estados Unidos admitió ser un admirador de Putin, lo hizo en favor del poder, la riqueza y la fuerza, pero en detrimento de los derechos humanos y el Estado de derecho.

Y ahora, en Francia, la victoria de François Fillon el candidato de la derecha, que aboga por estrechar los lazos con Rusia y volver a abrir los canales diplomáticos con Damasco es visto como un nuevo éxito diplomático para el Kremlin.

El nuevo favorito para suceder a François Hollande dejará a Moscú el camino libre en Siria. El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, hará lo mismo si cumple sus declaraciones.

La derrota de Hillary Clinton, que quería tomar una línea más agresiva hacia Rusia, terminó por dilapidar la última esperanza de la oposición para revertir el poder del Kremlin.

Si las sanciones occidentales contra Rusia han afectado en gran medida su economía, éstas no fueron suficientes para doblegar a Putin. Por el contrario, los tres líderes del mundo occidental, Washington, Londres y París, han visto su poder de maniobra reducida en Siria debido a sus propias polémicas internas.

La confesión de la impotencia

El ajetreo diplomático de grandes cancillerías que denuncian los “crímenes de guerra” cometidos por el eje Moscú-DamascoTeherán, es una clara confesión de impotencia: los occidentales han quedado a un lado. Quedan solamente Turquía y Arabia Saudita para apoyar a los rebeldes.

Ankara, por su parte, se ha reconciliado con Moscú y decidió intervenir en Siria a raíz del golpe fallido contra el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. Pero esta intervención tuvo un costo significativo para la oposición siria, ya que muchos rebeldes en Alepo fueron movilizados por Ankara en el norte de Siria.

Y es que, el aislamiento de las fuerzas rebeldes en Alepo facilitó en gran medida el avance de las fuerzas leales al régimen.

En Alepo, los rusos ganaron el juego e impusieron su historia.

Su victoria es decisiva, pero no quiere decir que ha llegado a su final. La situación en Siria sigue siendo caótica y a los rusos les será difícil restablecer el orden, suponiendo que quisieran restablecerlo.

Fascinación por Putin

Orgulloso de su política exterior agresiva y su retórica nacionalista, Vladimir Putin se ha convertido en un modelo para un sinnúmero de políticos de todo el mundo, que miran con más y más insistencia del lado del Kremlin.

Del presidente de Turquía, a Heinz-Christian Strache, líder del partido de ultraderecha en Austria, pasando por Marine Le Pen y François Fillon en Francia, a Viktor Orban en Hungría, hasta el presidente electo, Donald Trump podrían convertirse en los mejores aliado del líder del Kremlin.

Y es que, Putin se beneficia de una popularidad récord, a pesar de la prolongada crisis económica que sufre el país, producto de la caída de los precios del petróleo y las sanciones de Occidente, pero que le deberá permitir avanzar serenamente hacia su reelección en 2018.

De hecho, el presidente ruso fue elegido por cuarto año consecutivo por la revista Forbes como la persona más poderosa del mundo.

De la lista, que se compone de 74 líderes mundiales, la publicación destaca que su influencia se ostenta “en casi todos los rincones  del mundo”. Desde Rusia hasta Siria, incidiendo incluso en las elecciones presidenciales de Estados Unidos.

En la brutalidad de la guerra que ha evidenciado en Alepo en “defensa del terrorismo”, Putin se posiciona como el maestro, y el resto como buenos aprendices. En una era dominada por el miedo, en donde se impone la fuerza por encima del Estado de derecho y la barbarie por encima del humanismo.

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