Boko Haram, su nueva era

Si la llegada del Estado Islámico se remonta al 2006 – con la creación del Consejo Asesor de Muyahidines en Irak, que luego se reagrupó en varios grupos yihadistas –, tomó tiempo para que el grupo fuera conocido mundialmente.

 

Andrea Montes Renaud Andrea Montes Renaud Publicado el
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muertos ha dejado Boko Haram desde su insurgencia en el 2009
El desalojo de Shekau vino después de que la organización descalificara sus métodos: matanzas de civiles y de musulmanes, ataques contra los campos de desplazados internos y el uso de niños bomba
Los nuevos partidarios de al-Barnawi apoyan una reestructuración del grupo actualmente carente de mando central operativo 

Si la llegada del Estado Islámico se remonta al 2006 – con la creación del Consejo Asesor de Muyahidines en Irak, que luego se reagrupó en varios grupos yihadistas –, tomó tiempo para que el grupo fuera conocido mundialmente.

 

En primer lugar, cuando se convirtió en el Estado Islámico en Irak y el Levante, y en especial, en junio de 2014, cuando Abu Bakr al-Baghdadi se autoproclamó califa.

 

En todas partes del mundo, la influencia del Estado Islámico no ha dejado de crecer regularmente, proclamando nuevas provincias. Su transnacionalización, por medio de mecanismos políticos, ideológicos, militares y económicos se dedica, al igual que cualquier otra empresa con éxito, a tragarse gradualmente a sus competidores para convertirse en una inmensa multinacional que ahora ha suplantado a la casa matriz: Al-Qaeda.

 

El conflicto con Al Qaeda – que hasta ahora constituía el principal grupo yihadista en el mundo –, y el éxito de Daesh en Irak y Siria, le dieron al Estado Islámico credenciales en el mundo musulmán, empujando a muchos otros grupos extremistas en Libia, la India o Pakistán a declarar su lealtad, entre ellos a Boko Haram en Nigeria.

 

Boko Haram, un grupo terrorista particularmente cruel, responsable de una ola de violencia que, desde su insurgencia en el 2009, ha dejado al menos 20 mil muertos y 9.2 millones de desplazados, saltó a la escena internacional cuando en abril de 2014, sus integrantes secuestraron a 276 adolescentes de su internado en Chibok. 

 

Alrededor de 57 niñas lograron escapar, pero cerca de 200 menores aún siguen desaparecidas, hasta que en días recientes, el grupo radical nigeriano publicó un video con el propósito de mostrar a algunas de las secuestradas.

 

Alrededor de 50 niñas aparecerían con velos en la cabeza y con un militante del grupo exigiendo la liberación de combatientes a cambio de las niñas, según ha informado la BBC.

El video, de más de 11 minutos de duración, está dirigido a las “familias de las niñas”, pero fuentes creen que la salida de este nuevo video no es casual, ya que se difunde después de una crisis de liderazgo dentro de Boko Haram.

 

“Estamos siendo muy cuidadosos porque la situación se ha agravado por la división en la dirección de Boko Haram”, dijo Alhaji Lai Mohammed, ministro de Información de Cultura.

 

Entonces, ¿en qué etapa de su evolución se encuentra este grupo nigeriano? ¿Cómo se reorganizó? ¿Quién los financia? ¿De dónde obtiene tantas armas, además de las que provienen del colapso de Libia en 2011? ¿Qué hay de su lealtad al Estado Islámico? Y, ¿cuáles son sus capacidades desestabilizadoras al noreste de Nigeria?

 

Un nuevo líder

 

A principios de este mes, el Estado Islámico presentó a su nuevo “gobernador” para la provincia de África Occidental: Abu Musab al-Barnawi, el nuevo líder de Boko Haram.

 

Aunque la influencia del Estado Islámico para remover o imponer dirigentes en su franquicia de África Occidental sigue siendo una incógnita, se sospechaba que la autoridad del exjefe de la secta islámica, Abubakar Shekau estaba debilitándose en el seno del propio grupo. 

 

Y es que la organización nigeriana se había vuelto casi silenciosa. Sin dejar de lado sus matanzas, los yihadistas ya no reivindicaba y el canal de comunicación parecía dormido. 

 

La última aparición de Shekau, el escurridizo exlíder de Boko Haram, se remonta al verano de 2015, pero resurgió este jueves para decir que “seguía muy presente”, tras el anuncio de su sustitución por el Estado Islámico. Lo que sugiere que existen divisiones significativas dentro del grupo, afiliado al EI desde 2015. 

 

Fractura interna

 

Desde el 2 de agosto, los dos rivales se interpelan en mensajes de audio y video publicados en Internet. Esta guerra de comunicación refuerza la hipótesis de una escisión en el movimiento. 

 

Por un lado, la franja más eruptiva se ha mantenido fiel al líder, Shekau. Otra, la rama del Estado Islámico, se mantiene bajo el mando de al-Barnawi.

 

El brutal desalojo de Shekau vino después de que la organización descalificara sus métodos expeditivos, también cuestionados internamente: matanzas de civiles, matanzas de 

musulmanes, ataques contra los campos de desplazados internos, y el uso de niños bomba.

 

Los nuevos partidarios de al-Barnawi apoyan una reestructuración del grupo actualmente carente de mando central operativo.

 

Prevención insuficiente

 

Desde mayo de 2015, los Estados de la región coordinan un poco mejor sus operaciones militares en el seno de la Fuerza Multinacional Mixta (FMM) que reúne a soldados de Chad, Níger, Camerún, Nigeria y Benín.

 

Cerca de 9 mil hombres componen esta fuerza de coalición que está luchando para frenar el avance de Boko Haram, desplegándose en la zona del lago Chad para asegurar las zonas fronterizas porosas.

 

Pero la lucha es insuficiente. A finales de julio, la ONU expresó su preocupación por la falta de fondos, pues las cifras para la lucha prometían unos 220 millones de euros. Solo la Unión Europea ha afirmado que destinará 50 millones de euros. 

 

Aunque debilitado, Boko Haram aún mantiene la presión en la zona. Ha logrado destruir la economía de la cuenca del lago Chad por el terror. Hoy en día las fronteras están cerradas oficialmente. Varias ciudades y pueblos se han borrado del mapa. La ganadería, la agricultura, la pesca y el comercio fronterizo informal languidece, y esta situación insostenible ha llevado a la zona a una crisis humanitaria, donde 2.7 millones de personas desplazadas huyen de la guerra, según informa Naciones Unidas.

 
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