El lado oscuro de Sara Winter, la exfeminista que lucha por Brasil

La activista y militante a favor del bolsonarismo, Sara Winter fue arrestada por protestar y amenazar al Supremo Tribunal Federal de Brasil. La ideología de esta mujer ha causado controversia, ya que es contradictoria al haber formado parte de un movimiento feminista en donde se manifestaba en contra de las declaraciones misóginas y machistas de Jair Bolsonaro

Sara Winter, una militante de extrema derecha y simpatizante de la política del presidente, Jair Bolsonaro, fue encarcelada esta semana por liderar una protesta armada en contra del Supremo Tribunal Federal (STF) y el Congreso Nacional de Brasil.

Las acusaciones en su contra giraron en torno a las injurias y amenazas que hizo hacia los representantes de estas dos instituciones a través de las redes sociales.

Sara Winter, que en realidad se llama Sara Giromini optó por el apellido inglés como homenaje a Sarah Winter (1870-1944), una inglesa que se volvió espía nazi e integró la Unión Británica de Fascistas.

Giromini de 27 años, es la líder de los 300 de Brasil, un grupo de extrema derecha conformado por los simpatizantes más radicales del bolsonarismo. Su trayectoria como activista la caracteriza como una defensora leal a la política de Bolsonaro y cómo una persona que está dispuesta a dar la vida por su país.

A pesar de que ahora es una reconocida militante de ultraderecha, Winter no siempre fue así, en 2012 al formar parte del grupo feminista Femen, era usual que se mostrara en contra de Jair Bolsonaro por sus argumentos machistas, racistas y homófobos.

Pero luego de ser expulsada de dicho movimiento por desaparecer con el dinero que le habían dado las líderes para montar un protesta, se declaró como exfeminista, lo que le abrió las puertas para dar conferencias sobre el tema y hasta para trabajar en el ministerio de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos de Bolsonaro por unos meses.

Para muchos las discrepancias que había en las ideologías de Winter le restaron credibilidad, ya que sus argumentos no estaban acordes a sus acciones, al principio comenzó con la defensa de los derechos de las mujeres y al estar con Bolsonaro es como si se hubiera puesto en su contra.

Regina Crespo, historiadora e investigadora del Centro de Investigaciones sobre América Latina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), opina que aunque se está exagerando la importancia de Sara Giromini, el tema saca a luz algo importante que está ocurriendo en Brasil y es el control que el gobierno de Bolsonaro tiene para definir pautas y temas de discusión política.

“Ella quiso llamar la atención desde el momento en que fue a Ucrania a relacionarse con las líderes de Femen, a pesar de que logro su cometido al conseguir ser líder feminista en Brasil, después de un año las fundadoras le quitaron el cargo y decidieron cerrar el movimiento en el país porque no le vieron ningún interés ni simpatía por la causa”.

“Ahora que el vicepresidente brasileño Hamilton Mourao, de alguna manera salió en su defensa, complica la situación al decir que Sara no es una persona mala y que por lo tanto no se le debería prestar tanta atención. Sin embargo, como no se va a hablar de ella si es una persona que amenaza a un ministro de la STF a través de videos en las redes sociales en donde pública donde vive y quiénes son sus familiares, esto solo la convierte en alguien peligroso”, explica la investigadora.

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La raíz del problema

Jair Bolsonaro es uno de los presidentes que más controversia ha generado desde que inició su mandato, en diversas ocasiones ha sido criticado por la mala respuesta que da hacia las problemáticas que son de interés mundial.

La falta de acciones que controlaran los incendios en el Amazonas, los nulos apoyos económicos y ataques a los pueblos indígenas, las declaraciones misóginas y machistas en contra de las mujeres, la acusación falsa hacia la periodista Patricia Campos Mello en donde el mandatario brasileño argumentó que a cambio de información, ella le ofreció sexo y la falta de control y el ocultamiento de datos sobre el número de casos y muertes por Covid-19, son algunas de las razones por las que la oposición de izquierdas se manifestaron en contra de que Bolsonaro se mantuviera en la silla presidencial.

Dichos desacuerdos provocaron que el 31 de mayo, Sara Winter encabezara la protesta en donde más de 30 personas que portaban caretas blancas, ropas negras y antorchas comenzaran a atacar las instalaciones del STF.

Los argumentos que este grupo de militantes dieron para justificar dicha acción fue que Bolsonaro estaba siendo acorralado por el Congreso Nacional y el Tribunal Supremo Federal, por lo que no dudaron en amedrentar a sus miembros.

Por su parte, Winter dijo que los jueces del Supremo “serán apartados por la ley o por las manos del pueblo” y apoyó el “exterminio de la izquierda”.

“Estamos preparados para dar la vida por la nación, y nuestras armas son la fe en Dios, la esperanza en este Gobierno y los métodos de acción no violenta”, aseguró la militante en una entrevista.

Respecto a la detención de Winter y sus acciones, su familia dijo estar muy aliviada con la detención: “Como soy brasileño y quiero un país mejor, la noticia fue extramadamente positiva. Es una persona descontrolada que solo quiere aparecer en los medios. Ella tenía toda una estrategia pensada para ser aún más famosa y empezar a reivindicarse como una presa política”, argumentó su hermano, Diego Giromini.

La investigadora del Centro de Investigaciones sobre América Latina de la UNAM Regina Crespo comenta que el grupo liderado por Sara Giromini no tiene respaldo institucional ni político por lo que podría ser una estrategia desesperada ante la situación problemática por la que atraviesa Jair Bolsonaro.

“Estamos frente a un presidente que atraviesa por un problema grave de corrupción en donde uno de sus hijos también esta inmiscuido, por lo que de alguna manera se intenta movilizar el descontento que ha provocado en la sociedad en el último año. Es claro que tiene miedo a ser destituido por eso a su alrededor hay un núcleo de personas que lo apoyan desde esa perspectiva de demonizar a la política de los movimientos sociales y criminalizar a aquellos que piensan diferente”, detalla Crespo.

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