Son una dinastía

La medalla de plata conseguida por los jaliscienses Germán Sánchez e Iván García no es casualidad. Tampoco es fruto de un chiripazo o una llamarada de petate, es sin duda la consecuencia de un trabajo bien hecho. Aunque nunca podemos decir que sobren los recursos, los clavados en México son una tradición y los clavadistas mexicanos una dinastía.

Una especie diferente

Alfredo Domínguez Muro Alfredo Domínguez Muro Publicado el
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Con la medalla de plata se confirma que los clavados en México son una tradición y los clavadistas nacionales toda  una dinastía

La medalla de plata conseguida por los jaliscienses Germán Sánchez e Iván García no es casualidad. Tampoco es fruto de un chiripazo o una llamarada de petate, es sin duda la consecuencia de un trabajo bien hecho. Aunque nunca podemos decir que sobren los recursos, los clavados en México son una tradición y los clavadistas mexicanos una dinastía.

Una especie diferente

Algo que quizá no podamos entender cuando no estamos acostumbrados a traspasar la estafeta de generación en generación y mucho menos a trabajar en equipo en un país en donde estamos mentalizados a los resultados individuales.

Todo comenzó con Joaquín Capilla

Con esta medalla nos tenemos que regresar a la historia, quien no entiende su historia no comprenderá su presente y mucho menos podrá proyectar su futuro, de los lejanos Juegos Olímpicos de 1948 y 1952.

Ahí tuvimos un clavadista de excepción, Joaquín Capilla, si vemos las películas de blanco y negro ahora, a algunos les dará risa por la falta de grados de dificultad, pero habrá que recordar que en este deporte como en todos, la evolución es constante.

Joaquín Capilla abrió el camino simplemente porque era un natural, un hombre de retos, al estilo de los Fernando Valenzuela o Julio César Chávez para explicarlo mejor, estamos hablando de estos que nacen con el descaro de saberse capaces y después, que es lo más importante, mostrarlo y demostrarlo, luego de Capilla la estafeta pasó en 1960 en Roma a…

‘Juanito’ Botella

Muerto trágicamente a una edad muy temprana en circunstancias todavía inexplicables. Juan Botella era también un natural y uno de estos descarados, en el buen sentido de la palabra, que junto con sus ex contemporáneos, Álvaro Gaxiola y Luis Niño de Rivera, le dieron un impulso fresco a los clavados mexicanos, rubricados con la medalla del propio Álvaro en los Juegos Olímpicos de México 68 y ese cuarto lugar de mi gran amigo Niño de Rivera que se quedó arañando la medalla de bronce por unas cuantas centésimas, todavía Luis me comenta que le duelen las uñas de tanto haber acariciado la medalla.

Después vino Carlos Girón

En 1980, en Moscú, ya con la madurez de un clavadista hecho, recordamos perfectamente bien aquel clavado casi perfecto que lo colocó en la primera posición y enseguida venia el soviético o ruso Alexander Portnov, quien se tira auténticamente un panzazo, desafortunadamente para la causa del mexicano y jugando los jueces, al local le permiten repetirlo, algo sin precedentes, nunca visto y por más que Carlos Girón y sus entrenadores reclamaron, apareció por ahí la buena voluntad de nuestro entonces directivo Ostos Mora que después sería el presidente de la Federación Internacional de Natación que con su silencio se convirtió en cómplice y esto lo llevaría arrastrando por muchos años.

Más adelante llegó Jesús Mena

Otro descarado en el buen sentido de la palabra, una  gran técnica y una depuración a prueba de todo, en Seúl 88 los desafío a todos, justo en los Juegos Olímpicos que volvieron a reunirse el bloque socialista y el bloque occidental, para Jesús Mena no hubo concesiones, su medalla vale el doble porque lo hizo, sí, contra los mejores del mundo.

Y luego vendría Fernando Platas

Otro natural con un equilibrio y una mirada que siempre marcaron determinación.

Y ya entre las mujeres tendríamos que recordar con cariño a las hermanas Baraldi, pioneras en este deporte en nuestro país, quienes sin conseguir medalla abrieron el camino que después tomaría Mari José Alcalá y que hoy reivindica Paola Espinosa.

Son una especie diferente

Y se los digo con conocimiento de causa, porque los clavadistas mexicanos van pasándose la estafeta unos a otros por generaciones y los que se van retirando, se convierten como padrinos de los que van llegando, y así la cadena afortunadamente es interminable. Por eso les digo que las medallas de plata de Germán Sánchez e Iván García no es obra de la casualidad ni de su trabajo individual, es un eslabón más a esta cadena de éxitos que se llaman los clavadistas mexicanos y conste, pondero y por mucho los 12 años continuos de mucho trabajo de estos dos clavadistas tapatíos que han tenido y mantenido el apoyo de las autoridades desde las olimpiadas nacionales y desde luego el apapacho, consejos y a veces regaños de quienes les precedieron y que hoy son como si fueran sus padrinos.

Bendita lección pues, la que nos entregan los clavadistas mexicanos en aquella cadena cuyo primer eslabón lo forjó Joaquín Capilla y hoy Germán Sánchez e Iván García le ponen un eslabón más a esto que esperamos siga siendo interminable… Así de fácil.

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