Terribles similitudes

Aunque el gobernador no lo ve así, la situación de inseguridad que vive Jalisco sí se parece a la de Nuevo León. A la de hace algunos años, es cierto, pero las similitudes deberían ser suficientes para encender las señales de alerta en las áreas de seguridad del estado. 

Porque el contexto de inseguridad que padece Jalisco recuerda el que surgió con el cambio de administración en Nuevo León, cuando tomó posesión el actual gobernador Rodrigo Medina de la Cruz. 

Ángel Plascencia Ángel Plascencia Publicado el
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"Yo no estoy de acuerdo en una calidad de vida basada en la represión policiaca. No debemos detener a todo el que traiga un bidón de gasolina”
Emilio GonzálezGobernador de Jalisco

Aunque el gobernador no lo ve así, la situación de inseguridad que vive Jalisco sí se parece a la de Nuevo León. A la de hace algunos años, es cierto, pero las similitudes deberían ser suficientes para encender las señales de alerta en las áreas de seguridad del estado. 

Porque el contexto de inseguridad que padece Jalisco recuerda el que surgió con el cambio de administración en Nuevo León, cuando tomó posesión el actual gobernador Rodrigo Medina de la Cruz. 

Con sus matices, y tomando en cuenta la violencia al interior del estado, hay varios lugares comunes. 

En entrevista para Reporte Indigo, Dante Haro Reyes, académico de la Universidad de Guadalajara (UdeG) especialista en temas de seguridad, habla de estas coincidencias, que van desde el aumento de los delitos de alto impacto hasta la parálisis y corrupción de las policías. 

Y es que luego de los operativos realizados por autoridades federales en el estado, quedó en evidencia su falta de coordinación con los mandos de seguridad locales. 

“La coordinación es muy buena a nivel estado (…), no puedo decir lo mismo en cuanto a la autoridad federal. Esto no es una queja, yo lo entiendo: cuando se tiene un proyecto así de importante o delicado, no es fácil evitar las filtraciones”, dijo recientemente el gobernador  Emilio González Márquez.

Pero Haro Reyes advierte que la posible vinculación entre las autoridades estatales y los cárteles del narco no debe quedar en dichos, sino que se debe investigar a fondo. 

Se deben despejar dudas para que el asunto no quede como supuesto, agrega. Y, en todo caso, la autoridad federal sebe sancionar para evitar que se cometan errores como el michoacanazo.

La semana pasada, en la rueda de prensa que ofreció con motivo del 19 Encuentro Internacional del Mariachi y la Charrería, González Márquez reiteró que era importante diferenciar a Nuevo León de Jalisco.

Aunque desde el inicio del evento se pidió a los reporteros que solo hicieran preguntas “referentes al tema”, los narcobloqueos y la violencia que se vive al interior del estado terminaron por ser los temas centrales. 

Ante los cuestionamientos sobre su ausencia durante el violento fin de semana del 24 al 26 de agosto, cuando estuvo en Venecia, Italia, para asistir a un evento internacional de arquitectura, González Márquez comparó a Guadalajara con Monterrey y la Ciudad de México.

“No, no estamos igual que en Monterrey”, repitió varias veces, como para dejar clara su posición. 

Incluso profundizó sobre las diferencias entre Guadalajara y la ciudad norteña en materia de seguridad. Pero al hacer esta comparación, dejó abierta la puerta para realizar un análisis. 

Porque si bien, como dijo, “allá no llega la policía, aquí (en Guadalajara) llega de inmediato”, también es cierto que en Monterrey operan grupos mixtos de coordinación entre el Ejército, las autoridades estatales y la Policía Federal. 

En eso, Guadalajara y Monterrey no se parecen.

Porque en Jalisco, la Marina y la Policía Federal, quizá por desconfianza, actúan sin hacer equipo con las autoridades estatales de seguridad.

“Sí creo que cuando terminan (el operativo federal), debería haber una mejor comunicación, y no la hay”, reconoció González Márquez. 

Pero hablando de similitudes, la guerra de cárteles que se vive en Jalisco muestra un escenario parecido al que se vivió en Monterrey antes de que repuntara la violencia. 

En 2010, los enfrentamientos entre el Cártel del Golfo y Los Zetas, así como el reacomodo de la plaza, hicieron que la inseguridad se recrudeciera en Monterrey. 

Los enfrentamientos entre grupos criminales empezaron en las calles de la capital neolonesa, tal como sucede ahora en Guadalajara, Puerto Vallarta y Ciudad Guzmán. 

Ni hablar de los poblados ubicando al norte del estado o en sus límites con Michoacán. 

Las autoridades de Jalisco ya confirmaron la ruptura del Cártel de Sinaloa con el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Y corren rumores sobre la división de Los Zetas en las entidades aledañas. 

En Monterrey, la narcoguerra empezó cuando cambió la administración estatal. Y en Jalisco se avecina el relevo de mandos. 

En Nuevo León, la llegada del gobernador Rodrigo Medina de la Cruz terminó por enrarecer el ambiente. 

Y en Jalisco, además de la simple entrega de batuta, está el hecho de que al próximo gobernador, Jorge Aristóteles Sandoval Díaz, se le relaciona con personajes vinculados al crimen organizado, como José Luis Duarte Contreras, “El Tony” Duarte.

En la Sultana del Norte, miembros del crimen organizado amenazaron pública y explícitamente a funcionarios de seguridad a través de narcomensajes. 

Las narcomantas que han aparecido en Jalisco desde hace tiempo señalan una presunta relación de la Secretaría de Seguridad del Estado con el CJNG. 

Aunque Emilio González Márquez lo niegue, tanto en Monterrey como en Guadalajara ha habido narcobloqueos, ataques a bares, narcomantas y desapariciones forzadas. 

En ambas ciudades se libra una guerra de cárteles, hay secuestros prácticamente todos los días y hallazgos de venganzas sangrientas entre grupos criminales, como los 26 cadáveres encontrados en los Arcos del Milenio y los 15 cuerpos abandonados en Ixtlahuacán de los Membrillos. 

Y también en Jalisco hay víctimas inocentes, como en la capital de Nuevo León. 

Sin dejar de lado que en Guadalajara operan mafias y grupos de poder desde hace décadas. 

La Perla Tapatía ya tuvo una seria crisis de seguridad en los 90. 

Porque entre las diferencias que no destacó Emilio González Márquez, está la producción de droga en Jalisco, problema que no preocupaba a las autoridades de Nuevo León hasta que repuntó la violencia. 

Tan solo en la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG) se ha desmantelado una gran cantidad de narcolaboratorios. 

Si bien la violencia que padece Nuevo León no es comparable con la de Jalisco, hay más similitudes que diferencias entre ambas entidades. 

Monterrey, por su cercanía con la frontera norte, es plaza y lugar de paso, y Guadalajara, “la ciudad química”, es productora de droga. 

Por eso no aplica la comparación entre Jalisco y Nuevo León, ni entre Guadalajara y Monterrey, pero tal vez el gobernador quiere dejar la ilusión de que la Perla Tapatía es la ciudad más tranquila de las tres urbes más grandes del país.

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¿EN QUÉ NOS PARECEMOS A NUEVO LEÓN?
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Por Paloma Robles

En homicidios de alto impacto, Jalisco ocupa el sexto lugar nacional. Hace cinco años estaba debajo de la media nacional, señala Dante Haro Reyes, investigador de la Universidad de Guadalajara (UdeG).

El especialista en temas de seguridad destaca que los secuestros, extorsiones y ejecuciones son delitos cada vez más recurrentes en Jalisco y Nuevo León.

Y entre las coincidencias está la falta de denuncias, ya que se sabe que solo 20 por ciento de los delitos son notificados formalmente. 

“Ya no es solo en Monterrey, es en Jalisco, a cualquiera le puede pasar”, explica el entrevistado, quien destaca que uno de cada 10 jaliscienses ya no se siente seguro en su estado según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). 

La corrupción institucional y la parálisis del aparato del Estado no conocen de fronteras. Y es un hecho que las autoridades de Jalisco y Nuevo León no han sabido dar solución a la crisis de inseguridad.

A ello se suman las prácticas discrecionales del Poder Judicial, componente que complica la impartición de justicia, apunta Haro Reyes.

El investigador precisa que en Jalisco no se ha destrabado la reforma al Código de Procedimientos Penales, lo cual agilizaría el proceso penal a través de juicios orales. 

Agrega que la disputa por la plaza es un fenómeno que se presenta en Nuevo León y Jalisco.

Los enfrentamientos entre los cárteles que buscan el control de Jalisco generan más violencia en las zonas que tienen menor presencia del Estado, como las ciudades medias, considera Haro Reyes.

Esta situación se dio en Monterrey cuando el Cártel del Golfo rompió con Los Zetas. Y también cuando el Cártel de Sinaloa se separó de los Beltrán Leyva.

En Jalisco ocurrió lo mismo tras la muerte de Ignacio, “Nacho”, Coronel, que derivó en la aparición de Los Torcidos y La Resistencia.

Ahora, con la fractura entre el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), es muy probable que se recrudezca la violencia en el estado, tal como sucedió en Nuevo León, particularmente en los municipios del área metropolitana.

Dante Haro Reyes aclara que también hay algunas diferencias.

Por ejemplo, en Nuevo León, un policía tiene un sueldo promedio de 14 mil pesos; en Jalisco, los mejor pagados perciben casi 10 mil pesos.

En cuanto a pruebas de confianza, Jalisco es una de las entidades más rezagadas, por eso nadie se responsabiliza por lo que hacen o dejan de hacer las policías.

“¿Para qué un policía va a poner en riesgo su integridad cuando no tiene derechos policiales, está mal pagado, cuenta con equipo pobre y con estabilidad laboral en entredicho?”, cuestiona el especialista.

La Secretaría de Seguridad Pública de Jalisco (SSPJ) ha cuadruplicado su presupuesto en los últimos años, pero “yo como ciudadano no me siento cuatro veces más seguro”, indica. 

El presupuesto de esta dependencia pasó de más de mil 650 millones de pesos en 2007 a 3 mil 500 millones en 2012, pero los índices de inseguridad no han bajado. Es por ello que Haro Reyes considera que es urgente hacer auditorías en todas las áreas de la SSPJ. 

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