Lenones en la mira

A través de una carta, Pamela, una joven de 23 años obligada a prostituirse, propició el desmantelamiento de una red de trata de personas en la República Mexicana.

Hoy, la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) investiga el hilo de contubernios entre dueños de hoteles, madrotas y sexoservidoras que encubren a lenones en la capital.

"Lo reconozco plenamente como el mismo que utilizaba el nombre de Noé Guzmán o José Antonio para trasladarme a esta ciudad de México y así obligarme a ejercer la prostitución”
PamelaSexoservidora
Hay unos dos millones de víctimas de trata de personas y las ganancias del negocio oscilan en los 30 mil millones de dólares, de acuerdo con la ONU

A través de una carta, Pamela, una joven de 23 años obligada a prostituirse, propició el desmantelamiento de una red de trata de personas en la República Mexicana.

Hoy, la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) investiga el hilo de contubernios entre dueños de hoteles, madrotas y sexoservidoras que encubren a lenones en la capital.

Las autoridades de la Procuraduría capitalina investigan a un hombre conocido como “Don Enrique”, quien exige una cuota de 100 pesos diarios a las sexoservidoras que se instalan en la zona de Sullivan en la delegación Cuauhtémoc.

Pamela, quien denunció la red de explotación que tiene sede en Tenancingo, Tlaxcala, lo puso en la mira de las investigaciones como uno de los colaboradores de este grupo delictivo.

La joven declaró en la averiguación previa FDS/FDS-3/T1/00323/12-07 que cuando Noé Quetzal Méndez Guzmán o José Antonio del Ángel del Ángel le ordenó que se instalara en esa calle de la colonia San Rafael, la obligaron a pagar 100 pesos diarios por derecho de piso al hombre conocido como “Don Enrique”.

Como parte de las órdenes que la mujer recibía de su padrote o “chulo”, tenía que llevar a sus clientes al hotel Alfa, que se localiza en la calle Díaz Covarrubias, de la colonia San Rafael, donde cobraba 550 pesos por 15 minutos de relación.

Ahí, un hombre que servía como el encargado del establecimiento era también el vigía. Igual, un taxista la esperaba pacientemente a que ella terminara el servicio para llevarla de regreso a la calle de Sullivan. 

Pese a que en la calle lucía libre, Pamela no podía escapar. Ahí parada en Sullivan era vigilada a distancia por taxistas en contubernio o por otras mujeres que le rendían informes a Quetzal.

Red de redes

Entre ellas estaba Susana, conocida como “La china”, otra de las sexoservidoras de Sullivan que había sido enganchada por Quetzal con las mismas promesas de matrimonio hace muchos años y a quien también amenazaba con quitarle a su hijo.

“La China” quien a distancia ejecutaba las órdenes del lenón, le presentó a “Don Enrique” al menos a 20 nuevas mujeres que trabajaban en Sullivan para que pagaran su cuota por dejarlas trabajar en esa zona.

Por toda esa vigilancia, no era sencillo pensar en huir. Sin embargo, Pamela se arriesgó al entregar aquella carta a un desconocido en la que le pedía ayuda.

Pamela vivía bajo amenaza, sometida a presión, generaba ganancias de 20 mil pesos mensuales que continuaba depositando sin falta ni demora a Quetzal para que éste le permitiera periódicamente visitar a sus hijas en Tenancingo, Tlaxcala.

Con jornadas de trabajo más largas, la joven enganchada en Sinaloa en 2008, cumplía con los depósitos bancarios cada vez más altos ya que a principios de este año Quetzal le aumentó la cuota.

Sin saber que su carta había desencadenado un operativo por parte de agentes de la policía de investigación de la Procuraduría capitalina, Pamela se preparó para tomar unos días de descanso ya que su madre y su hermana venían desde Sinaloa a pasar unos días con ella.

Miguelina Lizárraga, madre de Pamela, desconocía las verdaderas actividades de su hija. Aprovechando esa situación, Quetzal amagaba aún más a su víctima con revelar el secreto de su oficio.

El engaño de una promesa

Y es que durante todos esos años, desde que escapó de su pueblo, allá en Sinaloa, Pamela no le pudo contar a su madre todos los horrores a los que este hombre la había sometido. Ni pensar que algún día cumpliera con aquella promesa que la había enganchado, de algún día llegar al matrimonio.

Por miedo y vergüenza de que su madre y hermanas se enteraran de su actividad en el Distrito Federal, calló por muchos años.

El pasado mes de julio, Quetzal y Pamela serían padrinos del fin de cursos de un niño, allá en Tenancingo, Tlaxcala. Para ello, la joven invitó a su familia en Sinaloa a la fiesta que organizarían.

Pamela se preparó para lucir bien ante su madre. Se hizo acompañar con una compañera de trabajo y juntas fueron a la terminal de Autobuses del Norte de la ciudad de México a recibir a su madre y a su hermana Rosa Elena.

Luego, en un autobús viajó con ellas hasta Puebla, donde las esperaba Quetzal para llevarlas a la casa de Tenancingo y ver a sus hijas.

En sus declaraciones ministeriales, Pamela recordó que además de esa casa de Tenancingo, Tlaxcala –de Fortina y Crecenciano, los padres de Quetzal–, también había otro inmueble en el mismo terreno, propiedad de Israel, un hermano y también “padrote”, que explotaba a chicas en el Estado de Guanajuato.

El viernes 13 de julio, junto con su madre, hermana y una sobrina, Pamela se disponía a salir de paseo a African Safari, en el Estado de México, donde llevaría a sus menores hijas.

“Cuando nos disponíamos a ir de paseo, fuimos detenidos por policías de investigación del Distrito Federal, esto debido a que había una denuncia en contra de Antonio, por lo que fuimos trasladados a la ciudad de México”, declaró la joven.

Amargo descubrimiento

Así de golpe, después de tantos años de ocultarlo, su madre que estaba de visita, se enteró que Pamela había sido enganchada a una red de trata de personas que la obligó por años a prostituirse en diversos estados de la República.

También supo que el hombre que hasta entonces conocía como su yerno, era el líder de esa banda y que él y su hermano, con engaños se encargaban de enamorar a jovencitas, la mayoría de escasos recursos y de familias desintegradas, que creían en la promesa de matrimonio.

Pocos minutos fueron suficientes para saber que José Antonio no era su nombre real pues el sujeto buscado por las autoridades del FBI, manejaba varios nombres ante sus víctimas a fin de confundir a la justicia que le seguía la pista desde hace años, como el responsable del delito de trata de personas.

Una vez capturado por la Policía de Investigación de la PGJDF, Pamela dijo sin tapujos “lo reconozco plenamente y sin temor a equivocarme como el mismo que utilizaba el nombre de Noé Guzmán o José Antonio para trasladarme a esta ciudad de México y así obligarme a ejercer la prostitución”.

La ijvestigación no para con la detención de Quetzal. La PGJDF sigue la pista a todos los que sirven como eslabones para encubrir a esta gran industria de prostitución forzada.

También conoce la situación de algunas mujeres que sirven de “madrotas” en San Pablo y Sullivan, así como de pseudo empresarios en cuyos hoteles viven, cautivas, las víctimas de trata.

La ONU señala que en el mundo hay aproximadamente dos millones de víctimas de trata de personas. Estima también que las ganancias oscilan en los 30 mil millones de dólares. Aquí en México, muchas de las víctimas están ahí, a la vista de todos. 

La trata es el negocio más rentable después de las drogas y armas en términos de traficar con algo, según la misma organización.

Y como lo más sencillo es criticar, este año, Estados Unidos reprobó al gobierno de Felipe Calderón en el combate al tráfico de personas, al señalar que México no cumple con los mínimos estándares en la lucha contra este flagelo.

Te puede interesar
TRATADEMUJERES Esclavas sexuales de Sullivan

De pie, sobre altísimos tacones, se aproxima al coche de un cliente. Le toca el vidrio para ofrecerle su cuerpo, le promete que le va a gustar.

Sin embargo, es solo el pretexto para dejar caer una carta doblada en la que le pide ayuda a ese desconocido: “Me obligan a prostituirme, me están vigilando”, dice el mensaje que también incluye  su número de teléfono celular.

Miró a los ojos al “cliente” con miedo, deseando que ese hombre entendiera lo que le decía en el improvisado mensaje. Y más aún, deseando que se atreviera a ayudarla.