No hay imagen disponible

El nuevo ciclo de la FED

La Reserva Federal (Fed) ha decidido elevar su tasa de interés de referencia en 25 puntos base a un rango de 0.50 por ciento a 0.75 por ciento. Esta decisión marca el inicio de un ciclo alcista de política monetaria.

El año pasado, la Junta de Gobierno de la Fed proyectó que en el 2016 el banco central aumentaría su tasa de interés de referencia en cuatro ocasiones. Sin embargo, la volatilidad en los mercados financieros, marcada por periodos recurrentes de incertidumbre, llevaron a la Fed a tomar una postura de cautela.

La pregunta relevante para la Fed ya no es si hay que elevar o no los tipos de interés, sino qué tan rápido debe implementarse una política monetaria restrictiva

La Reserva Federal (Fed) ha decidido elevar su tasa de interés de referencia en 25 puntos base a un rango de 0.50 por ciento a 0.75 por ciento. Esta decisión marca el inicio de un ciclo alcista de política monetaria.

El año pasado, la Junta de Gobierno de la Fed proyectó que en el 2016 el banco central aumentaría su tasa de interés de referencia en cuatro ocasiones. Sin embargo, la volatilidad en los mercados financieros, marcada por periodos recurrentes de incertidumbre, llevaron a la Fed a tomar una postura de cautela.

Ahora, el consenso de analistas coincide en que el banco central cuenta con el camino libre para endurecer su postura de política monetaria. La economía estadounidense registra un nivel de desempleo de 4.6 0.5%-0.75 es el nuevo rango de la tasa de interés de referencia de la Fed, que se incrementó en 25 puntos base

El nuevo ciclo de la por ciento, cercano al objetivo de política económica. Asimismo, la inflación subyacente ronda el objetivo de estabilidad de precios de 2 por ciento.

Por otra parte, el equipo de transición del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha hecho énfasis en que el nuevo gobierno implementará un cuerpo de políticas públicas abocadas a estimular el crecimiento económico: un programa de gasto en infraestructura de 100 mil millones de dólares anuales por diez años, un recorte de impuestos corporativos y personales, así como un plan general de desregulación.

Esto se ha traducido en mayores expectativas de crecimiento e inflación por parte del mercado, patente en la valuaciones de los diferenciales de los bonos del Tesoro de Estados Unidos.

El nuevo escenario de política monetaria rompe con la narrativa dominante del periodo poscrisis de bajo crecimiento y tasas de interés en niveles cercanos a cero.

La pregunta relevante para la Junta de Gobierno de la Fed ya no es si hay que elevar o no los tipos de interés, sino qué tan rá- pido debe implementarse una política monetaria restrictiva.

La mediana de las proyecciones de los miembros de la Fed indica que en el 2017 se realizarán tres alzas de 25 puntos base en la tasa de interés de referencia.

En los años posteriores a la crisis global de 2008, la Fed se enfocó en privilegiar la estabilidad de los mercados financieros y en no interferir con el anémico crecimiento económico.

Ahora, el banco central jugará un papel inverso ya que intentará contener las presiones inflacionarias derivadas de un contexto en el que convergen una tendencia al alza de los precios petroleros, índices accionarios cerca de niveles máximos históricos, una economía operando en plena capacidad y la amenaza de que se implementarán políticas proteccionistas (cuya consecuencia inmediata son presiones inflacionarias).

En lo que respecta a la establidad de los mercados financieros, particularmente en lo que concierne a la salida de flujos de capital de las economías emergentes, esto ha pasado a segundo plano.

México: estabilidad en juego

El endurecimiento de la política monetaria de la Fed funge como un incentivo y como un recordatorio para las autoridades de política económica en México.

La función de incentivo se explica por la necesidad de que Banco de México tendrá que responder con un alza en su tasa de interés de referencia para evitar una salida masiva de capitales y para contener el traspaso de la depreciación del peso frente al dólar hacia la inflación.

En lo que va del año, el banco central mexicano ya ha elevado su tasa de interés de referencia en 200 puntos base. Esto ocurre en medio de un escenario adverso, marcado por el deterioro macroeconómico del país, una depreciación que ya acumula casi 50 por ciento en los últimos dos años, el hecho de que el peso se utiliza como instrumento de cobertura en los mercados internacionales y la proyección de que la Fed continuará con un ciclo alcista en su tasa de interés.

Por otra parte, la función de recordatorio pone de relieve que la estabilidad macroeconómica podría dejar de ser citada como una cualidad inherente de la economía de México.

En febrero del 2014, Moody’s le otorgó la calificación A3 a la deuda soberana de México, únicamente dos escalones por debajo de la máxima calificación posible. El país entró a un selecto club de economías emergentes que cuentan con este grado de inversión.

Sin embargo, ahora, las tres principales firmas calificadoras han cambiado la perspectiva de la calificación de la deuda soberana mexicana a negativa. Esto quiere decir que existe una probabilidad de un tercio de que se rebaje la calificación de deuda del país.

Moody’s aún mantiene la calificación A3, mientras que Fitch y S&P califican a la deuda mexicana en un escalón inferior.

El consenso de analistas coincide en que si el país pierde el grado de inversión, los esfuerzos del banco central para mantener a México como un destino atractivo para la inversión de cartera serían neutralizados.

Huelga decir que el ciclo alcista de Banco de México tiene impli caciones negativas para el crecimiento, es decir que es un costo que el país ha pagado para privilegiar la estabilidad macroeconómica.

La complicación del cuadro macroeconómico de México se caracteriza por la convergencia de un deterioro estructural que data desde la crisis del 2008 y de un deterioro coyuntural definido por la volatilidad reciente en los mercados financieros y la victoria electoral de Trump.

La iniciativa privada proyecta que la deuda pública del país rebasará el umbral del 50 por ciento del producto interno bruto en 2017, que los esfuerzos para contener el déficit fiscal serán insuficientes y que la economía crecerá a una tasa menor al 2 por ciento. Las perspectivas son poco alentadoras.