Luego de los enfrentamientos, muchos residentes del municipio decidieron que ya habían tenido suficiente. Foto: Especial

Doctor Coss, municipio sin ley y sin ciudadanos

En Doctor Coss se respira miedo e incertidumbre, después de que un grupo del crimen organizado atacara al poblado quemara patrullas, vandalizara edificios y llevara a cabo ejecuciones en la vía pública

Durante la madrugada del lunes 26 de febrero, los habitantes del municipio de Doctor Coss, en Nuevo León, experimentaron lo que seguramente fue la noche más larga de sus vidas.

Enfrentamientos entre miembros del crimen organizado, quema de patrullas, vandalización de edificios y ejecuciones en la vía pública, mismas que incluyeron el hallazgo de cuatro cuerpo decapitados en una brecha de entrada al municipio, convirtieron a esta pequeña población de apenas mil 200 habitantes en una sucursal del infierno.

A una semana de estos acontecimientos, mismos que cimbraron al resto de Nuevo León, Reporte Indigo Monterrey se trasladó hasta la zona cero del conflicto.

Pintas, destrozos y angustia

Las cicatrices dejadas hace una semana por el crimen organizado en Doctor Coss han convertido al municipio en un pueblo fantasma; al menos el 60 por ciento de sus habitantes siguen escondidos; la autoridad permanece ausente y sobre sus calles sólo se respira miedo, desconfianza e incertidumbre.

Son muy pocos los negocios de la zona que se han animado a abrir: desde tiendas de abarrotes hasta farmacias y mercados, la vida parece haberse evaporado del poblado, ubicado en los límites entre Nuevo León y Tamaulipas.

Las autoridades son prácticamente inexistentes; los pocos funcionarios que permanecen en el municipio se niegan a emitir declaraciones por seguridad, y sólo personal del DIF y de Servicios Primarios regresaron a sus labores; los primeros, para apoyar a personas de la tercera edad que no pudieron escapar del sitio, mientras que los segundos siguen realizando labores de limpieza luego de los daños causados por civiles armados.

Al llegar a la cabecera municipal de Doctor Coss, ubicado a menos de dos horas del centro de Monterrey, lo primero que salta a la vista son las pintas realizadas por el crimen organizado sobre las fachadas de edificios oficiales.

Las siglas del Cártel del Noreste (CDN), así como del Cartel del Golfo (CDG), sirven como un cruel recordatorio de quiénes son las verdaderas ‘autoridades’ del pueblo, mismo que han asolado hasta dejarlo prácticamente vacío.

Muchos de ellos son mensajes enviados entre ellos para denotar su presencia, advirtiendo a los competidores directos que se trata de “su” territorio, en donde la violencia y la intimidación son las únicas formas de gobierno.

Estas pintas no se encuentran en callejones oscuros o en bardas perdidas al interior de colonias deshabitadas; pueden observarse en la plaza principal del municipio, incluso en la fachada de la Presidencia Municipal, en donde, además, se hacen acompañar por impactos de bala, completando un cuadro siniestro.

¿Dónde está la población?

Luego de los enfrentamientos, muchos residentes del municipio decidieron que ya habían tenido suficiente.

Con más dudas que certezas, más de la mitad de la población decidió emigrar a pueblos cercanos en búsqueda de un lugar más seguro para sus familias.

El fenómeno se manifiesta en las escuelas del municipio, en donde el índice de deserción es evidente; en las calles no se escuchan niños ni movimiento, sólo el eco de sirenas a la distancia y el esporádico cambio de frecuencia en los radios de autoridades.

A pesar de la presencia de 200 elementos de Fuerza Civil, Ejército y Guardia Nacional, mismos que arribaron al día siguiente de los acontecimientos, el miedo y la desconfianza siguen siendo una constante en la mente de los habitantes afectados.

Las unidades de combate de Fuerza Civil, entre las que destacan helicópteros y vehículos blindados, incluidos los denominados ‘Black Mambas’, son insuficientes para convencer a la población ausente de volver.

Muchos temen que la violencia regrese en cualquier momento, por lo que prefieren mantenerse alejados de la zona de conflicto; las casas, abandonadas por las familias que solían vivir ahí, lucen hoy atrincheradas con candados y cadenas, todo en medio de una calma imposible de describir con exactitud; el anticipo de una tragedia repetida.

Así se vive una tarde en Doctor Coss, un pueblo en posguerra en medio del noreste de México.

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