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Democracia Cancelada

Lo que antes era regla en el Partido Acción Nacional ahora es la excepción, la elección directa a través de la militancia o la elección por delegados, que los diferenciaba de otros organismos, son prácticas que poco a poco se eliminan dentro del panismo

La ausencia de procesos democráticos al interior del PAN ha venido desdibujando al partido blanquiazul, hoy alejado de sus bases y sus valores históricos en aras del pragmatismo político-electoral.

El método de designación, ya sea directa o disfrazada, a través de encuestas o estudios de opinión poco transparentes, los acuerdos entre cúpulas o la negociación entre los grupos de poder son prácticas que han venido a sustituir a los procesos internos, un método democrático que lo diferenciaba de otros partidos.

La elección directa a través de la militancia o la elección por delegados son prácticas que poco a poco han quedado relegadas dentro del panismo y lo que antes era regla, ahora es la excepción. En muy pocos estados y para muy pocos puestos se utiliza esta metodología.

La justificación de la dirigencia nacional para privilegiar las candidaturas por “consenso” o la designación a través de encuestas opacas es la defensa de los resultados históricos del panismo en las elecciones de 2016, un pretexto que cada vez tiene menos validez.

Ese año el panismo ganó siete de las 11 gubernaturas en juego, algunas en alianza con el PRD, y todos los candidatos llegaron a través del método de designación. Por un periodo de tiempo ha funcionado, pero nadie sabe qué pasará cuando las victorias dejen de llegar.

Incluso en algunos lugares donde las candidaturas están sujetas a métodos democráticos, llega a existir suspicacia por la forma en que la dirigencia nacional ha venido ocupando espacios en los últimos años, y en algunos estados, el padrón de militantes ha sido tan vulnerado que no es confiable.

Jugada riesgosa

El fenómeno es más visible a nivel nacional, con el inexistente proceso de selección del candidato presidencial, pero en los estados va creciendo el descontento entre los militantes.

 El hoy aspirante de la coalición “Por México al Frente” y exdirigente nacional panista, Ricardo Anaya, se ha llevado por delante al PAN en la búsqueda de la presidencia, apostándole todo al éxito de esta empresa.

Ricardo Anaya cuenta hoy con más respaldo fuera de su partido que dentro de él, pero si no logra conciliar con los gobernadores de su partido, comités estatales y bases militantes, sus posibilidades de éxito bajan al mínimo

Cerró la puerta a la participación de los militantes en la toma de decisiones, haciéndolos a un lado y negándoles la posibilidad de competir con el piso parejo, una práctica que orilló a algunos aspirantes a dejar el PAN, y también ha dejado un panismo profundamente dividido.

La jugada es riesgosa: Anaya y su grupo cercano de colaboradores han apostado todas sus cartas a la victoria el próximo 1 de julio, misma que podría ayudar a cerrar las heridas panistas, pero un revés electoral podría no ser solo la caída del exdirigente nacional, sino que podría desencadenar una crisis al interior de Acción Nacional.

Son muchas voces, desde afuera pero también desde adentro, que han venido advirtiendo la supresión de la democracia interna, la simulación e incluso el secuestro de los órganos partidistas del PAN.

Un partido que a pesar de sus diferencias internas normalmente sobresalía por sus procesos internos competitivos, transparentes e incluyentes y que hoy queda como un simple recuerdo.

Agravios y simulaciones

Sin duda lo que mejor refleja la cancelación de los métodos democráticos panistas y la crisis de identidad que vive el partido es la forma en que se manejó todo el proceso interno que concluyó con el nombramiento de Ricardo Anaya como precandidato panista -y posteriormente del Frente- a la Presidencia de la República.

Aunque evitó pronunciarse abiertamente sobre sus intenciones sino hasta el último momento, siempre fue evidente que Anaya pavimentó desde su muy ventajosa posición como dirigente nacional el camino para la candidatura y operó para ir sacando de la contienda a sus contrincantes.

Con algunos negoció, a otros los orilló a salir del partido y a algunos más simplemente los ignoró.

En 2015, quizá previendo que desde ahí podría construir una plataforma electoral, le negó a Margarita Zavala la posibilidad de llegar a la Cámara de Diputados vía la lista de plurinominales, un hecho que marcaría el inicio de la confrontación.

Posteriormente, cuando la exprimera dama anunció su intención de contender por la presidencia, le exigió a Anaya que esclareciera sus intenciones, que no jugara con las camisetas de dirigente y aspirante a la vez y que asegurara un procedimiento democrático para la selección del candidato presidencial.

Finalmente, ante la imposibilidad de pelear la candidatura, Margarita Zavala renunció al PAN para buscar la candidatura por la vía independiente.

El de Zavala es quizá el caso más emblemático, pero no el único. En su afán de asegurar espacios para sus leales o por las negociaciones con sus aliados en el Frente, Anaya se ha enemistado con algunos grupos de panistas en los estados, llegando en algunos casos al rompimiento frontal.

La intervención en los procesos internos de los Comités Estatales, como el que ocurrió claramente con el Estado de México y que terminó con una debacle electoral, es otro ejemplo del distanciamiento con el panismo de base. L

a práctica de usar las negociaciones del presupuesto federal a través de la bancada panista en San Lázaro como instrumento político también le ha traído enemistades.

Hoy, Anaya cuenta con más respaldos fuera de su partido que dentro de él, pero si no consigue poner a los gobernadores de su lado, a los comités estatales y a las bases militantes, sus posibilidades de éxito bajan al mínimo.

La lista de agravios y simulaciones es larga, y el tiempo está encima.

¿Camino al cisma?

La crisis de identidad que vive el Partido Acción Nacional se refleja en varias acciones en los últimos meses:

>En 2016, el panismo ganó siete de las 11 gubernaturas en juego, algunas en alianza con el PRD, y todos los candidatos llegaron a través del método de designación.

 > A raíz de esos resultados, el CEN del partido justifica privilegiar las candidaturas por “consenso” o la designación a través de encuestas opacas.

> Ricardo Anaya evitó pronunciarse sobre sus intenciones presidenciales, aunque fue evidente que desde su posición como dirigente nacional pavimentó el camino para la candidatura y operó para sacar a sus contrincantes.

> La intervención en los procesos internos de los Comités Estatales, como sucedió con el Estado de México y finalizó con una debacle electoral, es otro ejemplo del distanciamiento con el panismo de base.

> También ha generado descontento la práctica de usar las negociaciones del presupuesto federal a través de la bancada panista en San Lázaro como instrumento político

El caso Margarita

Al asegurar espacios para sus leales o por las negociaciones con sus aliados en el Frente, Ricardo Anaya se ha confrontado con algunos panistas, entre ellos Margarita Zavala:

> En 2015, se le negó la posibilidad de llegar a la Cámara de Diputados vía la lista de plurinominales, quizá previendo que desde ahí podría construir una plataforma electoral. > Cuando Zavala anunció su intención de contender por la presidencia, le exigió a Anaya definir sus intenciones y no operar al mismo tiempo con la camiseta de presidente del partido y aspirante a la candidatura. > Demandó que se garantizara un procedimiento democrático para la selección del candidato presidencial. > Ante la imposibilidad de pelear la candidatura, la esposa del expresidente Felipe Calderón renunció al PAN para buscar la candidatura por la vía independiente.

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