A los ocho años, Bárbara participa en foros de inclusión para enseñar a la ciudadanía a no tener miedo de convivir con personas con discapacidad

Bárbara, la niña con discapacidad que rompe barreras

A los ocho años, Bárbara participa en foros de inclusión para enseñar a la ciudadanía a no tener miedo de convivir con personas con discapacidad

Desde el 18 de febrero de 2012 que Bárbara nació, ella y su madre han emprendido el camino para que la pequeña vaya por la vida rompiendo las barreras con respecto a la discapacidad.

A sus ocho años, esta niña del barrio de Iztapalapa hace a un lado las limitantes que otras personas creen que tiene porque nació sin su mano izquierda.

“Tengo una mascota que quiero mucho, es un perro y se llama Enki. Me gusta hacer ejercicio y jugar videojuegos. No tengo hermanos y vivo con mi mamá, mis abuelos y mi tío”, cuenta Bárbara.

Barby, como la llaman sus familiares y amigos, practica natación y patinaje, le gusta correr al aire libre y es cinta azul en taekwondo. Además, ha comenzado a dar lecciones y hablar sobre sus gustos y su vida en diversos foros sobre inclusión.

“Lo hago para que una persona que tiene una discapacidad no se sienta que no es incluido porque es diferente o porque no puede hacer las cosas. También es un mensaje para los papás, porque no tienen que sentir que somos frágiles. Todos somos fuertes, todos los que yo conozco”, dice.

Bárbara, quien cursa el tercer año de primaria desde casa y con la ayuda de su mamá debido a la pandemia, menciona que los foros sobre inclusión son importantes para que la gente reconozca que no existen diferencias.

“Es bueno porque ayuda a las personas normales a no tener miedo de convivir con personas distintas, porque en realidad tienen una gran capacidad. Algunas personas son muy egoístas y no incluyen a otras y en realidad todos somos iguales”, expresa Barby

Pasión por los deportes de Bárbara

Para Bárbara, como para otras niñas y niños, su hora favorita es el recreo. Cuando iba a la escuela antes de la pandemia, éste era el momento en el que podía correr y jugar con sus amigos. Sus caricaturas favoritas son Jóvenes titanes en acción y El increíble mundo de Gumball.

Le gusta leer, pero su pasatiempo favorito es ver series y películas “de miedo” y hacer ejercicio. Barby tiene ligas, pesas y una patineta, y espera que los Reyes Magos le traigan una caminadora, porque por ahora no puede salir a correr con su mamá al Cerro de la Estrella, que además es una zona arqueológica de su barrio.

“Me gusta mucho correr al aire libre, la natación porque me gusta mucho el agua, patinar porque me ayuda con el equilibrio y el taekwondo porque además de darme una clase me enseñan a ser disciplinada.

“No cuesta nada hacer deporte. Lo puedes hacer en tu casa, en tu patio y es bueno para la salud. No tienes que pagar gimnasios supercarísimos porque eso no quiere decir que vas a hacer más ejercicio”, asegura Bárbara.

El apoyo familiar

La fuerza y la disciplina que han impulsado a Barby en su gusto por los deportes tiene que ver con el trabajo que la niña ha emprendido en las terapias físicas y psicológicas que ha recibido desde bebé.

Alejandrina, su mamá, cuenta que el primer desafío que enfrentó fue aceptar la condición de vida de su hija cuando nació sin la mano izquierda. Entonces comenzó el andar entre médicos, terapeutas y prótesis.

Barby comenzó con las terapias a los dos meses de edad. Su mamá debía ayudarla a hacer determinados ejercicios. Cuando la niña cumplió ocho meses tuvo su primera prótesis estética, una mano que parecía un brazo de muñeca.

“Fue difícil incorporarla tan pequeña a una herramienta que debía añadir a sus actividades cuando comenzaba a crecer, a caminar, a sentarse. Fue un reto de integración. Yo no sabía el potencial de mi  hija y se convirtió en la gateadora estrella de la escuela. Las terapias le han servido mucho y estoy muy feliz de verla tan ágil”, comenta.

La mamá de Bárbara cuenta que ha recibido terapia de estimulación temprana, de lenguaje, física y emocional, apoyada por su familia materna y los especialistas que las han acompañado a ambas en este camino.

Alejandrina relata que la pequeña Barby no ha tenido problemas para adaptarse al uso de sus prótesis, las que cambia cada año y medio, de acuerdo con su crecimiento. Después de la estética, la primera prótesis de gancho la usó a los tres años.

En algunas escuelas, las profesoras le han dicho a la familia de Bárbara que es posible exentarla de algunas actividades físicas “que no pueda hacer”, pero eso no ha pasado porque la niña no tiene límites con los ejercicios. Incluso, ha destacado en clases deportivas y otras que requieren esfuerzo físico.

Por ahora, Bárbara también utiliza una prótesis elaborada con una impresora 3D, aunque no es una herramienta que necesite para hacer sus actividades. Cuando sea grande quiere servir a la Marina o ser médica.

“Desde hace dos años Barby no quiere usar la prótesis todo el tiempo y es decisión de ella. Seguimos en atención en el Instituto Nacional de Rehabilitación, donde se las dan, pero ahora ya la usa sólo para actividades muy específicas. No sé si en unos años quiera usarla con más frecuencia otra vez”, declara Alejandrina.

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