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Visitas responsables

Ante el inminente calentamiento global y el importante rol que juega la actividad humana en el cambio climático, surge la pregunta: ¿será necesario limitar el turismo en un continente virgen como la Antártida? 

Es un hecho que el turismo comercial tiene un impacto ambiental en el continente blanco. 

Llegar a la Antártida en barco puede ser una actividad menos invasiva si te limitas a observar la naturaleza

Ante el inminente calentamiento global y el importante rol que juega la actividad humana en el cambio climático, surge la pregunta: ¿será necesario limitar el turismo en un continente virgen como la Antártida? 

Es un hecho que el turismo comercial tiene un impacto ambiental en el continente blanco. 

En un informe sobre el impacto del turismo comercial en la Antártida, realizado en el marco del Año Polar Internacional 2008-2009, investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid y la Universidad Autónoma de Barcelona reconocieron que “el principal problema al que se enfrenta la gestión del turismo en la Antártida es el continuo incremento del transporte de turistas y el número de barcos y aviones que se desplazan al continente”. 

El crecimiento de la afluencia turística a la Antártida “implica un mayor riesgo de accidentes con alta probabilidad de posibles vertidos contaminantes, en un entorno en el que las condiciones climáticas y ambientales son bastante adversas e impredecibles”, subraya el reporte.

Por ello, existen directrices de regulación de la actividad turística en la Antártida propuestas por el Tratado Antártico y la Asociación Internacional de Operadores Turísticos de la Antártica (IAATO, en inglés), cuyos países miembro se ven obligados a cumplir ciertos códigos de comportamiento de los turistas  para garantizar la protección ambiental.

Según la BBC, se espera que 37 mil personas visiten la Antártida este año, aunque 10 mil nunca bajarán a tierra. Aproximadamente la mitad de los barcos turísticos tienen bandera de origen de alguna de las naciones firmantes del Tratado Antártico, indica el diario británico. 

No prohibir el turismo en la Antártida, solo controlarlo, y comportarse de forma responsable una vez que llegues a tierra firme. Es el mensaje que se lleva la escritora de viajes Juliet Rix, quien narró en la BBC su experiencia en la Antártida. 

“Sin una población nativa propia, la Antártida necesita defensores y el turismo crea una comunidad global de personas dispuestas a apoyar –y de hecho financiar– su preservación”, escribe. 

“Es mejor tener un cierto nivel de turismo responsable a que éste pase por debajo del radar”, dice en Rix Jane Rumble, Jefa de Regiones Polares del Foreign Office británico. 

 

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