Francisco Padilla, nació el 4 de febrero de 1952 en Tlaquepaque, Jalisco, México. Pertenece a la segunda generación de una familia de artesanos. Foto: Especial

Paco Padilla: La cerámica y la música fusionadas en Tlaquepaque

Conoce el universo del alfarero mexicano, donde el arte de la cerámica se fusiona con la melodía de sus canciones. Descubre cómo este artista ha creado un espacio único donde la tradición y la innovación se entrelazan

En el corazón de Tlaquepaque, donde el barro cobra vida en las manos hábiles de los alfareros, reside Paco Padilla, un hombre cuya vida transcurre a través de la cerámica y la música. Ya sea recorriendo las calles en su bicicleta o sumergido en el taller ubicado en la calle Prisciliano Sánchez, Paco es un testamento viviente de la pasión por conservar la tradición y darle un toque contemporáneo.

Desde sus comienzos ayudando a moler terrones de barro en el taller de su padre, hasta su formación en ingeniería y su incursión en la música, Paco se ha moldeado por el amor hacia su oficio y sus raíces.

“Un alfarero trata de conservar toda nuestra tradición en una pieza”, dice, mientras el sol ilumina su rostro y sus huaraches de piel. Padilla nos recibe en su taller: ventanas azules y paredes color crema. Cada habitación tiene una historia, cientos de piezas, cada una avanzada y con un proceso diferente y al fondo su horno.

En la casa donde nació, entre techos altos y un patio central, el artista nos invita a unirse a su sinfonía de barro y melodía, donde el pasado y el presente se entrelazan en una danza eterna de creatividad y amor por la tradición.

Padilla, el alfarero convertido en trovador,  transporta a través de los recuerdos de su infancia, donde la tradición familiar y el amor por el arte se entrelazan desde temprana edad.

“Llegué a esto por tradición familiar. Desde niño tuvimos muy bonito trato con nuestros padres y nos ponían a hacer cosas divertidas. Recuerdo que a los 10 años rompía el caolín con un martillo, ya venía en piedras muy grandes, entonces había que dejarlo chiquito para molerlo en un molino; luego empecé a pintar y a divertirme. A los 15 años, ya trabajamos mis hermanos, Juan, Rodo y yo, desde hacer pastas, pintar, quemar y entregar, era una friega”, comparte Paco a Reporte Índigo.

Desde entonces, el camino de Paco ha sido una búsqueda constante de conocimiento y pasión. Su formación en ingeniería química le brindó las herramientas para comprender los secretos del barro y la cerámica, aunque su corazón siempre anhelaba la expresión artística.

“Yo quería la plástica, me hacía mucha falta, lo tuve muy claro. Estudié Ingeniería Química para saber más cosas de cerámica. Un tiempo traté de trabajar en empresas de química, pero no me gustó. Me fui a estudiar a Italia, España e Inglaterra, no me arrepiento porque hasta la fecha, todo esto lo hago con pasión y placer. Tampoco es un pasatiempo porque todavía necesito vivir de esto, no tengo pensión”, confiesa, revelando su deseo de explorar el arte en todas sus formas.

A lo largo de los años, Paco ha labrado su camino entre hornos y escenarios, encontrando en la música una voz para contar las historias de su tierra y su gente.

“Me considero un contador de historias”, afirma, mientras sus canciones se convierten en puentes entre el pasado y el presente, entre pueblos y ciudades que llevan su esencia impregnada en cada acorde.

Pero detrás de cada melodía hay horas de trabajo y dedicación, como bien lo sabe Paco.  Y aunque las responsabilidades y compromisos llenan su agenda, Paco encuentra en cada obra una gratitud hacia la vida.

“Trabajo de las 11:00 a las 2:00 y de 5:00 a 7:00. Ahora trabajo menos que antes, pero generalmente trabajo cinco horas al día. Cuando tengo una exposición le dedico toda la tarde, a veces me levanto a las cinco o seis y vengo al taller. Pero también tengo muchas actividades, tanto musicales como sociales, tengo muchas comidas y muchas borracheras”, revela.

Con una exposición en Madrid y un concierto en el Museo de América en el horizonte, el artista se prepara para compartir su arte con el mundo

El futuro de la cerámica

Este día en particular que nos recibe, Paco toma su guitarra, mientras invita a pintar y decorar alguna de sus piezas: vasos, platos, jarrones o floreros. A la vez, él se sumerge en su mundo de creación. Su taller rebosa de vida, colores y melodías.

Mientras las manos dan forma a la arcilla, sus dedos danzan sobre las cuerdas de su guitarra, entonando canciones que parecen fundirse con el barro.

“Una gratitud a la vida, me siento muy afortunado de poder subsistir en lo que más me gusta”, expresa.

Para él, la cerámica no es solo un oficio; es alquimia que transforma lo ordinario en extraordinario.  “La cerámica es mágica”, proclama con entusiasmo, sus ojos brillando con el fuego interior que enciende cada pieza en el horno.

Con la llegada de nuevas generaciones de artistas, Paco vislumbra un futuro brillante para este arte ancestral. Comparte su sabiduría y alienta a los jóvenes a seguir su pasión, guiándolos con mano firme hacia el camino de la creatividad.

Así, entre la arcilla y las melodías, entre el trabajo en el taller y los viajes por el mundo, Paco Padilla continúa su camino, tejiendo un legado de arte y tradición que perdurará por generaciones.

Padilla teje un legado de arte y tradición que perdurará por generaciones. Cada pieza que crea, cada canción que entona, es un tributo a la conexión humana, un reflejo de historias y sueños compartidos.

Y aunque sus gustos musicales difieran de los de muchos, Paco encuentra su inspiración en las notas clásicas y en las letras profundas de cantautores. Es en la música donde encuentra la compañía perfecta para sus momentos de creación, donde las sinfonías y las melodías lo transportan a un mundo donde el arte es su guía y su refugio.

“La venta es gratificante, pero lo más chido es cuando alguien se identifica contigo a través de tu arte”, confiesa con una sonrisa serena. La satisfacción de ver sus obras salir del horno es incomparable.

Su labor en la música

Su canto está arraigado en su lugar de origen, abarcando no solo Tlaquepaque, sino toda la región. Se define a sí mismo como un contador de historias, inspirado por los personajes y lugares que lo rodean.

“A lo largo de casi 40 años, he perfeccionado mi arte gracias al apoyo de amigos como Enrique Ortiz, Raúl Rodríguez y Sheila Ríos, entre otros, quienes han contribuido a este revuelo creativo que se refleja en mi música”, aclara Padilla.

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