La amistad existe por interés, por placer y por carácter o virtud,  según Aristóteles. Foto: Especial.

La amistad: ¿Cómo escogemos a nuestros amigos y por qué pueden parecerse tanto a nosotros?

Que haya cientos de canciones y dichos sobre la amistad no es una casualidad, necesitamos amigos para tener bienestar emocional

Todos y todas sabemos reconocer el valor de una amistad sincera o lo agradable que es pasar tiempo con esa persona. A su lado tenemos más seguridad, felicidad y optimismo. ¿Qué tanto hay de cierto en aquél dicho popular que dice que las amistades son la familia que uno elige?

A diferencia de la paternidad o hermandad por sangre, tenemos la posibilidad de elegir a nuestras amistades. Y no sólo eso, sino que también elegimos mantener, cuidar y alimentar esa relación a lo largo del tiempo.

Además, es importante reconocer los diferentes tipos de amistad. Existe por interés, por placer y por carácter o virtud, según compartía Aristóteles desde hace siglos atrás. Esta última se caracteriza por una relación desinteresada y afectiva.

¿Cómo elegimos a nuestras amistades?

Somos seres sociables por naturaleza. Difícilmente podemos desarrollarnos dentro de una sociedad moderna e hiperconectada sin buscar (o a veces sin mucha intención) generar vínculos amistosos.

Ana Romero-Iribas, profesora Ética de la Educación y especialista en Estudios de la Amistad de la Universidad Rey Juan Carlos, explica que esta relación “facilita el comportamiento prosocial, alivia la soledad y es crucial en el desarrollo de la personalidad”.

Romero-Iribas explica que las amistades nos aportan un bienestar emocional. Por ejemplo, nos permiten contar con apoyo y cercanía emocional, compañerismo e intimidad. Todo esto nace a partir de una confianza mutua y tiempo compartido.

¿Elegimos a personas similares a nosotros?

Si bien sobran motivos para hacer amistades, ¿cómo es que terminamos por elegir a una persona sobre otras? Hay investigaciones que sugieren que las personas tenemos una tendencia a buscar a personas con características similares a las nuestras.

Es algo sencillo de observar. Elegimos amistades de nuestra edad, clase social, nivel educativo, apariencia e incluso a quienes tienen una fuerza similar a la nuestra al dar la mano o un abrazo.

Dios los hace y ellos se juntan”, afirma otro dicho popular. Y hay investigaciones que sugieren que esto podría ser más real de lo que parece.

Un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciencies, la similitud entre amistades puede llegar a un nivel genético y no sólo físico o sociocultural.

“Las personas encuentran afinidad con otras personas que tienen los mismos fenotipos que ellas, es decir, sus comportamientos, su estatura, el índice de masa corporal, las condiciones de salud y las adicciones, y eso hace que nos diferenciemos genéticamente”, dijo a DW Dalton Conley, uno de los autores del artículo.

Además, otro estudio publicado en Nature Communications descubrió que cuanto más cercanas son las amistades, más parecidas eran sus respuestas neuronales. Dicho de otra manera, nuestros cerebros llegan a parecerse más al de nuestras amistades conforme más tiempo pasamos con ellas.

¿Por qué termina una amistad?

Como dijimos antes, una amistad se fortalece con tiempo compartido, confianza y semejanzas. Sin embargo, las personas cambiamos contínuamente y esas diferencias pueden crecer al grado de que queda poco de lo que se tenía en común con los amigos.

La diferencia entre las relaciones más o menos duraderas es la disposición de procurarlas con cariño, comunicación y tiempo de calidad.

“La amistad se consolida al compartir una pasión, al empeñarse en mejorar la sociedad, pero siempre requiere reservar tiempo, cultivar las relaciones a pesar de las aparentes urgencias que nos presenta la vida profesional”, afirma Paloma Alonso-Stuyck, Dra en Psicología de la Universitat Internacional de Catalunya.

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