Epidemia de alergias

Las enfermedades alérgicas están a la orden del día tanto en los países industrializados como en los que están en desarrollo. La llamada “epidemia de la alergia” del siglo 21 se ha caracteriza por un aumento importante a nivel global de la prevalencia de padecimientos como asma, rinitis, alergias cutáneas y alimentarias. 

El estudio del ISAAC demostró la creciente prevalencia del asma, la rinitis alérgica y el eccema en niños y adolescentes a nivel global

Las enfermedades alérgicas están a la orden del día tanto en los países industrializados como en los que están en desarrollo. La llamada “epidemia de la alergia” del siglo 21 se ha caracteriza por un aumento importante a nivel global de la prevalencia de padecimientos como asma, rinitis, alergias cutáneas y alimentarias. 

De hecho, en enero de este año aludimos en este espacio a una investigación que formó parte del Estudio Internacional de Asma y Alergias en la Infancia (ISAAC, en inglés), en la que se reveló que los adolescentes que se alimentan de comida rápida más de tres veces por semana son 40 por ciento más propensos a padecer asma severa u otras alergias. 

Y es que a pesar de que la genética juega un rol fundamental en el desarrollo de estas enfermedades, el medio ambiente también es un factor clave para la susceptibilidad a padecerlas. 

Comúnmente se hace referencia a la llamada “hipótesis de higiene”, para explicar las razones del aumento progresivo de enfermedades alérgicas a nivel global. 

La hipótesis señala que los hogares higiénicos del mundo desarrollado limitan la exposición temprana a los patógenos. El contacto con bacterias y otros agentes infecciosos durante los primeros años de vida es base para mejorar la respuesta del sistema inmunitario a largo plazo. 

“El momento parece tener una importancia enorme. Entre más pronto comienza la exposición (a los microbios), pareciera que la protección es mayor. Y esto incluye el embarazo”, escribió en The New York Times Moises Velasquez-Manoff, autor de “Una epidemia de ausencia: una nueva forma de entender las alergias y enfermedades autoinmunes”. 

Los hijos de madres que se desempeñaron en la ganadería durante el embarazo son un ejemplo claro. Velasquez-Manoff señaló que estos niños parecen ser los más invulnerables a una enfermedad alérgica en la edad adulta. 

Un estudio que fue publicado en el 2009 en Pediatric Pulmonology reveló que los niños en edad escolar que vivían en la zona urbana de Beijing, en China, tenían tres veces más sensibilización alérgica que los niños que residían en el área rural, de los cuales 41 por ciento había crecido en granjas agrícolas. Se les evaluó mediante cuestionarios y pruebas de punción cutánea. 

Prevenir para lamentar

La prevalencia de las alergias alimentarias es mayor durante los primeros años de vida; y los niños con antecedentes familiares son quienes tienen mayor riesgo de sufrirlas. 

Otra investigación cuyos resultados fueron publicados el mes pasado en British Journal of Dermatology, reveló que los pequeños que recibieron antibióticos durante su primer año de vida son 40 por ciento más propensos a desarrollar eccema –dermatitis atópica–, una enfermedad de la piel que se caracteriza por dolor y comezón. 

Carsten Flohr, dermatólogo pediatra del Hospital St. Thomas de Londres, dijo a la revista Nature en el 2011 que la preocupación excesiva que tiene la sociedad occidental en torno a las alergias alimentarias ha llevado a los padres de familia a retrasar la introducción de ciertos alimentos. 

Esto, a pesar de la evidencia de que no existe un vínculo entre la introducción de los alimentos con la aparición de alergias en los niños. Incluso se ha demostrado que incorporar alimentos alergénicos de forma temprana puede prevenir el desarrollo de alergias alimentarias. 

“El cuerpo tiene que ser entrenado en el primer año de vida”, dijo a The Wall Street Journal Katie Allen, docente y especialista en alergias del Instituto de Investigación Infantil Murdoch, en Australia. “Creemos que hay un periodo crítico, probablemente alrededor de cuatro a 6 meses, cuando el niño comienza a comer sólidos por primera vez”.

 

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