Cuéllar participó por primera vez del Festival en el año 1974, la segunda edición del Cervantino. Foto: Especial

El fotógrafo Rogelio Cuéllar exhibe su obra en el Cervantino

Con más de de cinco décadas de carrera, presenta su arte en Cartografías del Instante, una muestra donde se podrá ver su trabajo en retrato, desnudo, paisaje y las fotos que ha tomado en el Festival Internacional Cervantino

La fotografía es un arte que requiere no solo educación en conceptos estéticos, trabajo en composición, colorimetría, e ideas ópticas; también requiere una gran disciplina. El rigor de un fotógrafo empieza por conocer su instrumento, por practicar en él y experimentar con las posibilidades que la captura de la imagen ofrece.

Rogelio Cuéllar ha hecho este trabajo por décadas, toda una vida dedicada a pintar con luz en un pedazo de celuloide es muestra de la disciplina y el amor que este artesano de la cámara tiene por su oficio y en el Festival Internacional Cervantino (FIC), un evento que conoce muy bien, presenta su exposición Cartografías del Instante.

Con tan solo 17 años, Rogelio se inicia en la fotografía, en los convulsos años 60 comienza una carrera que lo ha llevado por más de 50 años de exploración tras la lente. En ese tiempo Cuéllar se ha convertido en uno de los fotógrafos con mayor reconocimiento en el país, su trabajo con los rollos y el revelado le han valido preseas como la Medalla al Mérito Fotográfico 2023.

Rogelio no es ajeno al festival cultural más emblemático de Guanajuato, su historia con el FIC empieza en 1974 cuando en el segundo festival un joven Rogelio, apenas de 24 años, pero ya con más de un lustro de experiencia tras la cámara, fue fotógrafo del Cervantino; trabajo que repitió en más de una ocasión durante 10 años. 

“Mi primer viaje de prácticas fue a Guanajuato, mi primera exposición fue en una prepa en Salamanca y la segunda en la Universidad de Guanajuato, entonces el estado significa mucho para mí; hice muchos amigos entrañables, casi familiares”
Rogelio CuéllarFotógrafo

En esta ocasión, el trabajo de Rogelio se presenta en el Museo Palacio de los Poderes y estará disponible hasta febrero del próximo año. Su exposición Cartografías del Instante reúne obras de sus cinco décadas de trabajo y su participación en el medio siglo que tiene el Festival de existencia.

La selección de la experiencia

Para conformar esta exposición, Rogelio contó con María Luisa Passarge como aliada, experta en diseño editorial y directora de La Cabra Ediciones, quien editó el libro El rostro de las letras en el que se reúnen retratos de escritores, uno de los principales intereses de Cuéllar en la fotografía.

“María Luisa conoce mi trabajo ampliamente, como editora en 2014 publicó y editó el libro El rostro de las letras, que son retratos de 150 escritores. Desde entonces, conoce y se ha involucrado en mi proceso creativo y en mi archivo, tanto de escritores como de artistas plásticos, y como hemos hecho varios proyectos juntos está muy familiarizada con el trabajo que vamos a exponer”, comenta el fotógrafo de su colaboración con la curadora de la muestra.

Tras meses de colaboración y dedicación a la exposición, Passarge aclara que Cartografías del Instante es un trabajo que recoge la obra del autor sin que esto la transforme en una mirada al pasado.

“Esta exposición en realidad no es una retrospectiva, no es una selección entre todo el trabajo que ha hecho Rogelio, sino más bien nos enfocamos al trabajo que ha hecho en cinco núcleos. Todas las imágenes son fotografías que él ha impreso y es una labor enfocada en dar a conocer la pasión que tiene por la fotografía análoga y su obra desde que decidió tomar la fotografía como su camino creativo a los 17 años; ya a los 19 tenía una fotografía de Juan Rulfo”, señala la curadora.

La obra de esta muestra está seleccionada bajo los núcleos de interés de Rogelio: los escritores, los artistas plásticos, la fotografía de desnudo, el paisaje urbano y rural y las fotografías que ha hecho para el Festival Internacional Cervantino.

Rogelio Cuéllar inició su carrera de fotógrafo como un accidente en su educación como pintor. En su primer viaje de prácticas a San Miguel de Allende, Guanajuato, pidió prestada una cámara con la cuál fotografió la ciudad y al revelar las imágenes en el taller fotomecánico en el que trabajaba, quedó prendado de la fotografía como lenguaje.

En 50 años de carrera Rogelio ha podido explorar sus intereses fotográficos a fondo, muestra de ello es el trabajo que presenta en el Festival, pero también ha sido testigo de los cambios que el arte en el que se desempeña ha presentado.

“Es impresionante el movimiento fotográfico a nivel nacional. Como he sido becario varias veces, desde jóvenes creadores de Conaculta, he tenido la oportunidad de viajar por el país para impartir cursos, conferencias y talleres, lo que me ha permitido estar muy en contacto con el movimiento que hay en este arte en la República Mexicana.

“Algo que me sorprende y alegra mucho son las mujeres fotógrafas, en todo el país están espléndidas. Estoy muy atento a la fotografía como un lenguaje personal”, declara Rogelio quien también señala la importancia de que las comunidades originarias y las tribus urbanas de todo el territorio se fotografíen unos a otros desde sus propias visiones.

El descubrimiento de un lenguaje

Para el veterano fotógrafo, este lenguaje personal es posible debido a la especificidad de las vivencias particulares.

“Es a través de la experiencia personal de cada quien, su ámbito en el que se ha desarrollado, sus intereses que registran estos microuniversos. Los cholos, por ejemplo, que viajan a Estados Unidos y cruzan la frontera y viven entre el sincretismo de las dos culturas […] Hay un gran movimiento en la fotografía de México y de Latinoamérica”, opina Cuéllar, para quien la digitalización del arte fotográfico facilita que todo el mundo haga fotografía. Sin embargo, advierte que hay que distinguir entre la saturación de imágenes banales que se da con los celulares y el registro que lleva detrás un concepto estético.

Cuéllar considera que el arte de la fotografía, en especial la análoga que él trabaja, conserva un halo de misticismo en las técnicas que se necesitan para hacer de la realidad algo más duradero.

“Tiene un gran espíritu de alquimia, soy de los alquimistas contemporáneos, trabajo con sales químicas, con la luz de una lámpara y con papel sensibilizado con nitrato de plata. Para mí significa una gran pasión, desde hacer click con la cámara, encuadrar y oprimir el obturador. Eso no quiere decir que cada vez que tomo la cámara ya es una gran foto, siempre tengo la duda hasta que revelo mis rollos, sigo aprendiendo porque es un desafío cotidiano”, confiesa el alquimista por adscripción.

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