Efectos duraderos del bullying

De acuerdo a un estudio exhaustivo sobre las consecuencias a largo plazo del bullying en la infancia, liderado por William Copeland, del Centro Médico de la Universidad de Duke, en Durham, Carolina del Norte, tanto quienes ejercen acoso escolar como quienes lo sufren tienen altas probabilidades de padecer condiciones psiquiátricas en la edad adulta. 

Los investigadores realizaron un seguimiento a poco más de mil 400 niños, quienes fueron evaluados en distintas ocasiones entre las edades de 9 y 16 años.  

De acuerdo a un estudio exhaustivo sobre las consecuencias a largo plazo del bullying en la infancia, liderado por William Copeland, del Centro Médico de la Universidad de Duke, en Durham, Carolina del Norte, tanto quienes ejercen acoso escolar como quienes lo sufren tienen altas probabilidades de padecer condiciones psiquiátricas en la edad adulta. 

Los investigadores realizaron un seguimiento a poco más de mil 400 niños, quienes fueron evaluados en distintas ocasiones entre las edades de 9 y 16 años.  

Previo a cada evaluación, a los niños y a los padres de familia se les preguntó si habían sido objeto de bullying, o por el contrario, si su caso era el de haber sido protagonistas de este comportamiento en las aulas en los últimos tres meses. 

Cada uno de los participantes quedó dividido en cuatro grupos: víctima de acoso escolar, abusador, acosadores y víctimas y ninguno de los dos casos. 

Más adelante, los entonces jóvenes fueron evaluados de nueva cuenta –mediante entrevistas de diagnóstico para distintas patologías psiquiátricas– en las edades de 19, 21, 24 y 26 años.

Entre los numerosos hallazgos arrojados, se encontró que las víctimas de bullying eran 4.3 veces más propensas a sufrir un trastorno de ansiedad en la edad adulta, en comparación con quienes en ningún momento habían sido blanco de acoso escolar. 

Los acosadores también reportaron un riesgo cuatro veces mayor de desarrollar un cuadro clínico de trastorno de personalidad antisocial (TPA) en la edad adulta, en comparación con aquellos quienes no fueron partícipes de este fenómeno.

Peor aún, quienes fueron ambos, agresores y víctimas de bullying, las probabilidades de padecer depresión y desarrollar un trastorno de pánico en la edad adulta era cinco y 14.5 veces mayor, respectivamente, que quienes no experimentaron bullying –en los dos casos.

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