¿Dónde tengo la cabeza?

Ser “olvidadizo” no necesariamente es un síntoma de envejecimiento o de que corremos mayor riesgo de desarrollar una enfermedad asociada con la memoria. 

Seguramente todos, independientemente de la edad, hemos olvidado dónde dejamos las llaves del auto o de la casa alguna vez en la vida.

De hecho, una encuesta en línea realizada a 3 mil personas en 2012 por una compañía de seguros británica, reveló que un tercio de los encuestados reportó que pasa un promedio de 15 minutos cada día buscando objetos perdidos. 

Ser “olvidadizo” no necesariamente es un síntoma de envejecimiento o de que corremos mayor riesgo de desarrollar una enfermedad asociada con la memoria. 

Seguramente todos, independientemente de la edad, hemos olvidado dónde dejamos las llaves del auto o de la casa alguna vez en la vida.

De hecho, una encuesta en línea realizada a 3 mil personas en 2012 por una compañía de seguros británica, reveló que un tercio de los encuestados reportó que pasa un promedio de 15 minutos cada día buscando objetos perdidos. 

Y gracias a la atención que desde hace décadas científicos han puesto sobre la maleabilidad de la memoria, hoy se puede aludir a diversos factores que alteran nuestra concentración y, por ende, que explican nuestra tendencia a perder nuestro celular o a dejar el cepillo de dientes sobre la repisa para libros de nuestra habitación. 

Los genes juegan un rol fundamental. Un estudio encabezado por el doctor Sebastian Markett, del Departamento de Psicología Diferencial y Biológica de la Universidad de Bonn, en Alemania, y cuyos serán publicados este año en Neuroscience Letters, demostró que las personas con una variación del gen receptor D2 de la dopamina (DRD2) son más propensas a distraerse con facilidad. 

También suelen sufrir una mayor incidencia de lapsos de memoria porque con son víctimas del olvido o de déficits de atención con más frecuencia. 

Otro factor que puede causar conflictos en la memoria es el estado de ánimo, que puede afectar el momento en que tomamos conciencia de y codificamos lo que estamos haciendo (dejar las llaves sobre una mesa cuando llegamos a casa enojados). 

Si una vez que estamos relajados, intentamos recuperar la memoria de lo que hicimos, es decir, acordarnos del lugar donde dejamos las llaves al llegar a casa, entonces surge lo que Daniel L. Schacter, quien es profesor de Psicología de la Universidad de Harvard y autor de “Los siete pecados de la memoria” denomina como “la ruptura en la interfaz de la atención y la memoria”.

Para aquellos que suelen ser olvidadizos, distraídos o a quienes les falla la memoria con facilidad, Mark McDaniel, profesor de psicología de la Universidad de Washington, aconseja que describen en voz alta la acción que están llevando a cabo. 

Por ejemplo: “estoy poniendo mi cartera el tocador”, dijo el experto a The Wall Street Journal. 

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