La poeta y narradora presenta en esta novela la relación entre dos mujeres, en un mundo que rechaza esa forma de amor. Foto: Especial

Chilco, novela mapuche: “Los cuerpos femeninos indígenas merecen gozo, deseo, erotismo y humor”

La escritora chilena Daniela Catrileo reflexiona sobre la imposibilidad de los cuerpos femeninos indígenas de arrojarse al amor y al placer

Para la escritora chilena Daniela Catrileo (Santiago, 1987) uno de los mayores logros de los pueblos indígenas de su país es la fuerza creativa que se ha ido desarrollando al interior de esos territorios históricamente violentados y en permanente peligro. El arte y la creación, dice, han sido un medio para resistir, para hacerse más fuertes, pero también para “seguir empujando otras posibilidades de cambio”.

“Yo diría que los mayores logros provienen justamente de la imaginación de un pueblo que se atreve, a pesar de todo, a mostrar las complejidades que existen en su interior, las tensiones internas. Uno siempre piensa que en un pueblo es todo similar, pero también hay posturas muy diversas y creo que eso ha sido importante de manifestar en los últimos años”, dice en entrevista con Reporte Índigo durante su reciente visita al país.

Feminista, de origen mapuche, Catrileo retrata en su nueva novela Chilco (Seix Barral) algunas de esas problemáticas internas del mundo indígena, como la migración, la búsqueda de pertenencia, la homofobia y la relación con el deseo y el amor.

Narrada con una cadencia que hace resonar el habla particular de los personajes, la novela se teje alrededor de la relación de Mari, nieta de una migrante quechua y empleada del archivo del Museo de Historia Natural y Social, y Pascale,  de origen mapuche y originaria de Chilco, una isla situada en la profundidad del sur continental.

Desafiar las normas heteropatriarcales

El amor de estas mujeres sobrevive entre las ruinas de una ciudad capital, donde repentinamente se abren socavones, se caen edificios y se alza un movimiento social que se propone derribar las torres departamentales que han avorazado el paisaje urbano. Con una vida cada vez más precaria en la metrópoli , la pareja decide migrar a Chilco, un territorio que se vislumbra como el paraíso, pero que entre el fucsia silvestre y abismo azul, subyacen algunos recuerdos dolorosos para Pascale, quien años atrás tuvo que huir de esa isla después de ser brutalmente atacada por desafiar las normas heteropatriarcales.

En la periferia de la capital, en el interior de una familia de mujeres comerciantes de origen quechua, Mari también experimenta el rigor de su awicha o abuela que la cuestiona duramente por su forma de vestir, su comportamiento de “chiquillo”, pero sobre todo por su atrevimiento de enamorarse, a entregarse al cariño ajeno.

“El recuerdo de mi primer beso, se transformó en un recibimiento a mangazos por mi awicha Flor. Lo gracioso es que ni siquiera fue por besar a una mujer. El asunto era otro. No me podía enamorar, el género le daba igual. Porque el amor para ellas, había sido la fuente de sus desgracias”, cuenta Mari, la protagonista, al retratar ese “cariño violento” producto de una genealogía de abandono y desamor.

Con toques de humor, la protagonista retrata a esa dinastía de mujeres que ha tenido que reprimir sus sentimientos para continuar entre las asperezas de los días. Una realidad que despierta reflexiones sobre la imposibilidad de los cuerpos femeninos indígenas de arrojarse al amor y al placer.

“Claramente las generaciones anteriores han tenido otras problemáticas con sus propios cuerpos. Yo sé que hay mucho dolor en esos cuerpos y  observándolos  uno se da cuenta de los cuerpos oprimidos, en la forma en que caminan,  como uno diría en Chile coloquialmente, ‘agachan el moño’, como con una docilidad de los cuerpos disciplinados y creo que allí hay una falta importante de afectos, de ternura”, planeta la autora.

“Me da tristeza decirlo, pero esto hace pensar en el cuerpo de nuestras madres, cuánto no han gozado esos cuerpos o su imposibilidad de ser conscientes de la percepción de los sentidos de su cuerpo. Creo que ahí hay mucho daño y no sé si lo vamos a sanar en nuestras generaciones”, añade la también profesora de filosofía e integrante del Colectivo Mapuche Rangiñtulewfü, que integra a mujeres de esa etnia y a disidencias en diáspora.

Por eso, considera que una de las formas de rebelarse contra esa docilidad impuesta es  arrojarse al goce y al baile, como lo están haciendo los jóvenes: “en las generaciones más jóvenes está el baile, por ejemplo, que es lo que hace el reguetón o el trap. Pienso en los cuerpos deseosos en el baile, en demostrar estos cuerpos y poder relacionarse con otros con el goce”.

Reír y gozar como una forma de resistencia

Para la autora, tras siglos de dominación y resistencia, el gozo y la fiesta es la única batalla ganada de los pueblos indígenas. Una condición que podría explicar la esencia de una Latinoamérica siempre festiva y vivaz, pese a las adversidades sociales o políticas:

“Si pudiéramos pensar en una cuestión común en Latinoamérica, vivimos en territorios donde sus sociedades y pueblos han luchado durante años para emanciparse, para lograr sus derechos, para reivindicar sus culturas, sus lenguas, y uno piensa: ‘no se cansan, siguen allí’. En esa resistencia hay cuerpos que están agotados y que merecen gozo, deseo, erotismo, incluso, humor. Esto complejiza esta resistencia y la vemos constantemente en estas tierras, donde, a pesar del dolor, la gente tiene sus espacios de fuga para reírse de sus propios problemas, poder comer, amar, a pesar de todo”.

La gentrificación y la lucha por los territorios

Nacida en Santiago, Daniela Catrileo ha vivido en carne propia la gentrificación y la voracidad inmobiliaria en la capital chilena. Por eso, cuando se planteó escribir esta novela no dudó en poner como trasfondo de su historia, en tono distópico, este fenómeno que aqueja a distintas urbes del mundo y a los habitantes locales que empiezan a sentirse despojados de su territorio.

La voracidad capitalista impide otras posibilidades de vida más dignas, incluso en las ciudades, porque cada vez nos van despojando la idea de tener un territorio, de pensarlo como paisaje, incluso de borrar nuestras memorias”, dice la autora, quien añade que una posible agitación social en contra de ese fenómeno ya no es algo distópico.

“Hay movimientos territoriales que están pensándose y agitándose socialmente. Vi hace poco que acá en Oaxaca hay un movimiento contra esta gentrificación, contra los Airbnbs. Creo que son procesos que nos van a empujar a imaginar otras formas de vida”, cuenta Catrileo.

Conoce a la autora

  • Nació en Santiago de Chile, en 1987.
  • Es escritora, profesora de filosofía e integrante del Colectivo Mapuche Rangiñtulewfü.
  • Ha publicado libros de poesía como: Río herido (2016), Guerra florida (2018), El territorio del viaje (2017) y Todas Quisimos Ser el Sol (2023).
  • También escribió el libro de relatos Piñen (2019) y el ensayo “Sutura de las aguas. Un viaje especulativo sobre la impureza” (2024).
  • Ha sido reconocida con: Premio Jóvenes Talentos 2014, Premio Municipal de Literatura de Santiago 2019 y Premio Mejores Obras Literarias Publicadas 2020
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