Cabaret, el clásico del teatro musical, ahora llega a México producido por Tina Galindo, Daniela Romo, Claudio Carrera y Diego Luna. Foto: Especial

Alejan “Cabaret” de Broadway y lo acercan a Berlín. Conoce esta versión más oscura  

Mauricio García Lozna y Pablo Chemor explican cómo crearon el universo de este musical que se presenta en el Teatro de los Insurgentes

El Teatro de los Insurgentes se transforma en el Kit Kat Club. Al entrar, el tiempo pasa y el público llega a 1929, a Berlín, una ciudad en la que el nazismo está tomando fuerza, pero a nadie parece importarle. La gran estrella del lugar es Sally Bowles.

Sí, lo que ahí se contará y cantará será la historia de Cabaret, el clásico del teatro musical, que ahora llega a México producido por Tina Galindo, Daniela Romo, Claudio Carrera y Diego Luna. Con la traducción y adaptación de Enrique Arce, Mauricio García Lozna y Pablo Chemor.

Cabaret me parece que en este momento a mí personalmente me pegó con mucha fuerza, porque la sentí más actual que nunca. Siento que habla de un momento en la historia de la humanidad donde la máxima libertad corrió paralela y cerquísima de la máxima represión y sentí que me sonaba mucho, dolorosamente cercano y vigente”, asegura García Lozano, quien además es el director del montaje.

Para él, uno de los grandes males que aquejan en este momento al mundo es la tendencia a polarizar el Universo entre buenos y malos, izquierdas y derechas, hombres y mujeres, rojos y blancos. Muy parecido a lo que se vivía en la época en la que está ambientado el musical.

De la tolerancia se pasó a la representación en un parpadeo, sin que nadie lo notara o hiciera algo por detenerlo. Hubo una libertad sexual privilegiada que luego se acabó, por un grupo que arrasó con todas las opciones para simplificarlo o complicarlo en blanco y negreo.

“Me temo que estamos en un momento muy similar de la historia de la humanidad, de todos lados, en todos los países y también en México; entonces, una de las cosas que más me gustó fue que hablaba de eso, que para mí es hablar de hoy”, reafirma el director.

Si bien cabaret es considerado un show de comedia musical, Chemor, que también es el director musical, dice que para este nuevo montaje quisieron ir más allá; dejar atrás el show, lo musical y la comedia y resaltar su parte más oscura.

“Desde el punto de vista musical, la manera en la que decidimos abordar esto era alejarnos un poquito de Broadway y acercarnos a Berlín, o por lo menos eso era lo que nos repetíamos con frecuencia, era una idea muy concreta. Toda la música de la obra, ¡que es increíble!, está muy inspirada en la música de Berlín de los 20 y los 30, de estos compositores que tenían un pie en el teatro y otro en la sala de conciertos. Entonces,  decidimos exagerar un poquito ese color, para que fuera menos show de entretenimiento y más una obra de teatro con muchísima música”, explica Chemor.

Así lo vive el público

Irene Azuela, Ilse Salas, Gustavo Egelhaaf, Nacho Tahhan, Anahí Allué, Alberto Lomnitz, Majo Pérez, Julián Segura, Astrid Pardo, Sofía Peleteiro, Víctor Oliveira y Yazael Rojo, entre otros tantos, son los encargados de darle vida a esta historia y a que el Kit Kat Club cobre vida.

Sin embargo, una parte importante para que este espectáculo funcione es el público que se vuelve parte del montaje al ocupar mesas como si realmente estuvieran en el club. Así que viven una experiencia inmersiva al romper la llamada cuarta pared.

“Lo que nos planteamos fue generar una especie de túnel del tiempo en el cual la gente entrara en el año 2024 y fuera transportada por la magia, digamos, del espacio, de la experiencia de estar en este Teatro de los Insurgentes convertido literalmente en el Kit Kat Club de Cabaret y que pudiera viajar en el tiempo desde nuestros días hasta 100 años atrás y colocarse en esa sensación que es particularmente atmosférica, pero que se parece increíblemente mucho a lo que hoy querríamos vivir”, describe Mauricio García Lozano.

Para lograrlo tuvieron que tomar montones de decisiones importantes, desde la cuestión estricta de la producción, de intervenir el Teatro de los Insurgentes y transformarlo, hasta las cuestiones que tienen que ver con la participación de los actores entre el público para darle realismo.

“Nos pareció, efectivamente, que Cabaret es una obra de teatro con canciones, que la obra de teatro es buenísima, que los personajes son increíbles y que las oportunidades de hacerla así entre la gente, rompiendo los convencionalismos del teatro formal, nos permitían acercarla más a una experiencia que a una obra de teatro”, comparte.

Pablo, al ser parte de la orquesta, califica como una “experiencia muy chistosa” medir la temperatura del público. Dice que hay funciones en las que la gente se ríe mucho al principio, ya que todo el primer acto está tan lleno de vida, de momentos tiernos, tan sonsos como chistosos, que logran atrapar el público, hasta que llega twist a la mitad de la obra y todo se vuelve más serio.

“Yo los oigo, incluso en los momentos en los que la orquesta no está descubierta pues oigo la risa y los suspiros, es muy bonito. Lo que también me ha tocado es que son varias funciones en donde la gente no se ríe tanto, la gente está como menos participativa, más callada y pues es un engaño muy común cuando uno está en el escenario.

“Digo, no les está gustando, están aburridos y en hay una escena donde me toca salir a tocar en el escenario y es muy imponente verles las caras, están ahí como absorbiéndolo todo, la escenografía, la iluminación increíble, las actuaciones maravillosas que tenemos, el ensamble que baila cabronsísimo, están queriendo devorar todo”, argumenta Chemor.

Para ambos, el musical es muy magnético al grado de “hipnotizar” a los presentes que están envueltos en la magia del lugar. Cada detalle es importante y está ahí por algo, nada es casualidad.

“Es como si hubieran entrado realmente a una especie de lámpara maravillosa, donde efectivamente hay una celebración muy intensa, una afirmación muy intensa de la vida. Creo que el espectáculo se vive de manera muy diferente de acuerdo a dónde te sientes. Creo que si estás muy cerca, vives una cosa. Si estás un poco más lejos, ves otra”, opina Mauricio.

Finalmente, ambos concuerdan en que su sensación es de mucho agradecimiento, porque siempre concluye con un aplauso muy generoso de parte del público. al final.

“En el viaje de la obra lo que se siente es como magnetismo, hipnosis y, sobre todo, de mucho regocijo hasta el momento en el cual la vida se deja de celebrar y se vuelve una historia pues muy fuerte, muy dura, donde viene el cambio y entonces llega la conmoción y creo que está bien. El teatro es para eso, para que la gente vaya y se divierta, pero también para que se sacude y reflexione, considera García Lozano.

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