Proyectos de extracción minera son considerados como la principal amenaza a la integridad del ecosistema y biodiversidad de la Sierra Picachos. Foto: Archivo

Sentimientos de Picachos

La conservación de Picachos presenta una complejidad significativa al integrar intereses diversos de diferentes actores

En el año 2000 se estableció un antecedente significativo en la conservación y manejo de la Sierra Picachos, cuando el Gobierno de Nuevo León publicó en el Periódico Oficial la declaratoria de sus montañas como Área Natural Protegida (ANP), bajo la categoría de “Zona Sujeta a Conservación Ecológica”. Esta decisión marcó un hito importante en la protección del entorno natural de esa región. Posteriormente, en 2003, se amplió la superficie protegida, llegando a un total de poco más de 97 mil hectáreas. Esta expansión, aunque significativa, no abarcaba la total extensión de esa montaña, lo que permitió el avance de proyectos extractivos que hoy son considerados como la principal amenaza a la integridad de sus ecosistemas y biodiversidad.

La conservación de Picachos presenta una complejidad significativa al integrar intereses diversos de diferentes actores. Entre ellos se encuentran familias ejidatarias que han sido parte de la comunidad y han utilizado la tierra con fines agrícolas y ganaderos durante generaciones, quienes en el tiempo han manifestado preocupaciones sobre cómo actividades extractivas afectan sus medios de subsistencia tradicionales, incluido el acceso al agua.

Además, existen empresas como Matrimar dedicada a la minería, con intereses económicos en la sierra como la explotación de calizas, quien se han visto afectada por las restricciones impuestas por la conservación, de manera paralela a su intensa actividad extractiva en el municipio de Cerralvo, con un impacto profundo a los ecosistemas de esa región montañosa.

También hay propietarios de extensas tierras con vínculos a empresas basadas en Monterrey, quienes han mostrado en los años recientes una réplica del activismo ciudadano, buscando contener el avance de la referida minería, para prevenir impactos adversos en sus posesiones.

Las primeras protestas contra la explotación minera de calizas, vistas como amenaza, estallaron frente a las incursiones de Matrimar en el apacible municipio de Higueras, hogar de representantes de esos negocios ligados a la industria de bebidas. Surgió la reacción en respuesta a la perturbación de la serenidad urbana que caracteriza a esta localidad, y la ciudadanía en Monterrey, entre lo sorprendente o el desconocimiento, se unió en la preocupación por la preservación de la sierra, y de modo implícito, por asegurar la tranquilidad de esa localidad, con resultados favorables, porque la mina no fue establecida en Picachos.

La empresa de calizas ha intentado instalar una nueva mina en terrenos agrarios de Benavides Grande y Benavides Olivares, núcleo agrario donde realizaron desmontes masivos. Aunque afirmaron contar con los permisos necesarios, la movilización ciudadana y las impugnaciones legales han detenido ese proyecto extractivo. Es una realidad donde la comunidad se encuentra ante un dilema del presunto desarrollo económico y el cuidado de la sierra Picachos, en un conflicto que parece no tener conclusión.

Un instrumento regulador de la minería de calizas o pedreras en Nuevo León es la norma estatal que prohíbe ese tipo de explotaciones en áreas naturales protegidas. De ahí fue que segmentos de la población en los extremos de ese espectro -empresarios predominantes de Monterrey y residentes de Benavides Olivares- se articularon en impulsar una declaratoria de protección estatal, emitida al final de la administración del exgobernador Jaime Rodríguez. En esa alianza inusual se adhirieron políticos desde el congreso local y ciudadanía en general, que al final lograron impulsar favorablemente el decreto de ANP para Sierra Picachos.

Las voces pretendidamente críticas, que señalan de anatema esas vinculaciones, lo hacen bajo una condición mezquina y sórdida de la que han hecho gala desde su juventud. En el opuesto, la declaratoria como ANP de toda la Sierra Picachos y con ello la contención de la amenaza por minería, responde a una intención y sensibilidad honesta del cuidado de sus territorios. También a un firme acto de amor y respeto hacia los territorios en esa montaña, contrastando con la sordidez de quienes buscan dañarlos en beneficio propio.

 

Twitter: @tonyo_hernandez

 

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