El Gobierno federal y el partido oficial minimizan la violencia, principalmente contra políticos. Foto: Especial

Pihuamo

Hace algunos días se empezaron a levantar voces en el extranjero que alertan sobre la participación del crimen en las elecciones mexicanas

La muerte ronda las elecciones, el viernes pasado asesinaron a Humberto Amezcua, alcalde de Pihuamo, Jalisco, iba por la reelección.  Me dicen que salía de una casa cuando le dispararon a mansalva. Por la mañana comentó en las oficinas del Partido Revolucionario Institucional que tenía una amenaza de muerte, el incidente se reportó al gobierno del estado y no se tuvo respuesta.

Pihuamo es un municipio de menos de 20 mil habitantes, su nombre proviene de una voz tarasca, y para algunos significa “lugar de grandes señores”. En su pasado hay referencias a los toltecas y purépechas, al conquistador Cristóbal de Olid, a desastres naturales, a la violencia de la guerra insurgente, la defensa contra el invasor extranjero y la guerra cristera.

Me dicen que es un lugar hermoso y de gente muy trabajadora que ahora vive con gran miedo por la presencia del crimen organizado.

El Ejecutivo federal, el partido oficial y muchas autoridades locales, minimizan la violencia y entre ellas a la que se ejecuta contra políticos. Las monótonas respuestas, seguro, provienen del dogmático manual que sirve de catecismo para justificar la fantasía llamada Cuarta Transformación: “Son los conservadores que exageran”, “es un complot de los neoliberales”, “la culpa es de Calderón”, esos son los sesudos argumentos para tratar de ocultar la tragedia que vive el país.

Hace algunos días se empezaron a levantar voces en el extranjero que alertan sobre la participación del crimen en las elecciones mexicanas. Morena y su candidata, pusieron el grito en el cielo e invocaron a nuestro santoral de ilustres defensores de la patria para descalificar la “ofensiva intromisión” a la soberanía nacional.

Para la Internacional Socialista, que agrupa a más de ciento cincuenta partidos, Amnistía Internacional, organismo defensor de los derechos humanos y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), la democracia en México se encuentra en peligro por la intromisión del crimen en las elecciones. Para el mundo occidental, fortalecer la democracia es importante, y queda claro que a los países desarrollados no les interesa trabajar con dictaduras o narcoestados.

Ya me imagino la escena que se vivió en Ginebra, en las oficinas de Volker Türk, cuando después de opinar sobre nuestro país, recibieron una respuesta folclórica en la que quedaron colocados en calidad de gatos de los “conservadores” mexicanos. Seguro Calvino, patrón de la ciudad, pegó tremendo brinco en su gélida tumba al escuchar tan fanática respuesta y recordar las monumentales hogueras con las cuales se divertía asando a sus opositores.

Las diferencias del gobierno con el ACNUDH quedarían en el anecdotario, si no estuviéramos ante la gran tragedia de la pérdida de un país frente a las fuerzas del crimen.

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