Obama en México

El discurso de Obama en el Museo de Antropología no pudo haber estado mejor construido. Ciertamente pareció por momentos que daba en México uno de sus ilustrados discursos de cierre de campaña. Como si México fuera un estado más de la Unión Americana y la relección del presidente de los EU dependiera de nosotros. En ese sentido el discurso estuvo diseñado a la medida del público norteamericano, con las clásicas fórmulas que se usan en nuestro vecino del norte.

Emilio Lezama Emilio Lezama Publicado el
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El discurso de Obama en el Museo de Antropología no pudo haber estado mejor construido. Ciertamente pareció por momentos que daba en México uno de sus ilustrados discursos de cierre de campaña. Como si México fuera un estado más de la Unión Americana y la relección del presidente de los EU dependiera de nosotros. En ese sentido el discurso estuvo diseñado a la medida del público norteamericano, con las clásicas fórmulas que se usan en nuestro vecino del norte. Sin escatimar elogios, con pequeñas frases en español para irse ganando al público, un acervo de citas de personajes célebres locales y por supuesto la ya clásica formula de la personalización “el joven en Querétaro que dijo esto”. Comentarios hechos para acercarse a la audiencia y crear un sentido de pertenencia. El político que se acerca al pueblo y lo escucha.

Aun así, el discurso de Obama resaltó no solo por lucidez sino por contraposición. Comparado con  la conferencia de prensa de Peña Nieto, pareció eléctrico. De pronto nos dimos cuenta que los políticos pueden ser concretos y directos sin ser banales. Supo ganarse al público, reconoció la culpa compartida de Estados Unidos en la violencia que azota a nuestro país y fue franco al hablar de sus triunfos y sus derrotas. Para los mexicanos, acostumbrados a nuestros políticos, eso es una nueva noción. El arte de la retórica priísta se construyó en torno a la vaguedad, en buscar la manera más elocuente de no decir nada. En pleno 2013 los políticos mexicanos siguen anclados en técnicas decimonónicas, en discursos extraterrestres que no dicen nada y que no están hechos para ciudadanos sino para zombies. En muchas maneras esos discursos revelan un problema más profundo, a la hora de hablar y de actuar, nuestros políticos siguen prefiriendo la forma a el fondo.

Por el lado contrario, el discurso de Obama no fue únicamente vanidad. Aunque el entusiasta público en el Museo de Antropología se sintió aludido cada vez que Obama resaltó los logros del país, el verdadero público de Obama nunca fueron ellos.  Obama no vino a convencer a los mexicanos de que su país va en el buen camino, Obama vino a convencer a los norteamericanos de que México se está transformando. Por eso el discurso se asemejó tanto al formato tan habitual en EU. Habiendo fracasado en sus intentos de legislar para un mayor control en la venta de armas, ahora el presidente Obama  concentra sus esfuerzos en una reforma migratoria, el discurso fue exactamente lo que pareció, un discurso de campaña. 

El asunto tiene especial importancia para Obama pues no ha logrado imponer las reformas que él habría deseado. Un nuevo fracaso podría debilitar su figura y su poder y por ello tiene que convencer a los estadunidenses de que México ha cambiado. Si Obama va a ser exitoso en su reforma y con ello legalizar a más de 10 millones de migrantes tendrá que primero dar un argumento convincente de que México no seguirá exportando migrantes ilegales. De allí que haya hecho énfasis en el crecimiento en la económico, en la juventud y en las oportunidades de trabajo en nuestro país.

Más allá de esto, es cierto que las relaciones entre los dos países están sufriendo cambios importantes. Cambios discursivos evidentes como el nuevo enfoque en la economía y la educación. De manera paralela se gestan cambios estructurales reales. Parece ser un momento importante para las relaciones México-Estados Unidos, un momento propicio para pujar por los acuerdos que mucho tiempo han estado en la agenda de nuestro país. Por primera vez en mucho tiempo México vuelve a estar en el centro de los intereses de un presidente norteamericano. Habrá que saber aprovecharlo.

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