Dos horas de mañanera y el presidente evadiendo un tema primordial, la desaparición de cinco jóvenes.  Foto: Cuartoscuro

“No oigo”

Ayer el presidente prefirió no escuchar, evadir, guardar silencio, no hubo empatía, no le importó el prójimo

Mal tino tuvo el presidente al preferir hacer un chiste en su mañanera, en vez de hablar sobre el caso de los cinco jóvenes desaparecidos de Lagos de Moreno, Jalisco, y que probablemente habrían sido asesinados. 

“No oigo”, dijo ante los cuestionamientos de los medios de comunicación que acudieron a la “mañanera”.

Al presidente no le importan ni los cinco jóvenes, ni sus familias, ni los miles de muertos que su pésima estrategia de seguridad, “abrazos, no balazos”, ha dejado en el país.

Él no oye a nadie, solo se escucha a él mismo. Su egocentrismo y autoritarismo le impiden escuchar a las víctimas y a sus familias.

No recibe a las madres de los desaparecidos de México, aunque sí lo haga con los de Argentina. No le da la mano a las madres que lloran la ausencia de sus hijos e hijas o la muerte de estos, pero sí se la da a la de un criminal, y no porque eso sea un delito, sino porque es indolente.

Frente al sufrimiento y el horror de las víctimas y sus familias, el presidente cuenta un chiste. A los criminales impunidad y abrazos, y a las víctimas y sus familias, burlas, circo y crueldad.

Dos horas de mañanera y el presidente evadiendo un tema primordial, la desaparición de cinco jóvenes. Un tema que tiene conmocionado al país, y que refleja que no hay Estado de derecho.

Su indiferencia es brutal, es criminal, por decir lo menos, se le olvida al presidente que hay cinco familias desesperadas, temerosas, preocupadas, con urgencia de saber sobre sus hijos.

El presidente sabe lo que a un padre le preocupan sus hijos, pues él lo es. Estoy segura que en algún momento sintió angustia y frustración por uno de sus hijos, ¿entonces por qué actuar así?

Ha pasado casi una semana desde que los cinco jóvenes de Lagos de Moreno, desaparecieron, y al presidente se le hace más interesante contar un chiste que tener información sobre el caso.

Hoy el presidente no solo le dio la espalda a los padres de los cinco jóvenes, se la dio a todas las víctimas y sus familias, a todas y todos los mexicanos que vivimos temerosos de ser víctimas de un crimen organizado que no tiene pudor y no se detiene.

Ayer el presidente prefirió no escuchar, evadir, guardar silencio, no hubo empatía, no le importó el prójimo como él dice, no fue “humanista”.

Hace tres años, un 15 de septiembre para ser exactos, el presidente dijo en el Grito de Independencia, “viva el amor al prójimo”; dos días después, explicó que no lo había dicho en sentido religioso, sino que era parte del humanismo, “nada más decirles que el amor al prójimo es un principio que se concibe y se busca aplicar desde antes del cristianismo”.

Ayer no aplicó ese principio humanista, sino todo lo contrario, tal parece que al presidente ya se la acabó el “amor al prójimo”, y ahora en lugar de amor, grita: “No oigo”.

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