Una buena parte de los políticos pierden el tiempo culpando a sus adversarios o antecesores de la grave situación de violencia. Foto: Especial

Negligencia e ignorancia

La semana anterior, en el estado de Hidalgo, se dieron hechos de violencia que son la manifestación visible de la inseguridad

Es innegable que México vive una profunda crisis de seguridad. Una buena parte de los políticos pierden el tiempo culpando a sus adversarios o antecesores de la grave situación que se vive. En los tiempos recientes hay historias de éxito, pocas, por cierto. En ellas hay un común denominador: los gobernadores han entendido el problema y decidido enfrentarlo.

La semana anterior, en el estado de Hidalgo, se dieron hechos de violencia que son la manifestación visible de la inseguridad que subyace en una aparente calma. Hay autoridades que confunden la seguridad con un bajo número de homicidios, y con ello pretenden engañar a la población; pero ocasionan, de no actuar, una protección real al crimen.

En ese estado, en tan solo unos días fue asesinado un comandante de la Guardia Nacional; aparecieron mantas pidiendo actuar en contra de los cárteles delictivos; se reportaron balaceras en Tula y Atotonilco de Tula y, en las redes sociales se difundieron imágenes donde una persona es secuestrada en Ciudad Sahagún.

El 5 de octubre Salvador Cruz, secretario de Seguridad en esa entidad, dijo que en Hidalgo no se ha identificado la presencia del Cártel Jalisco Nueva Generación. Por su parte, el gobernador Julio Menchaca Salazar, al ser cuestionado sobre ejecuciones en Pachuca y Atotonilco de Tula, declaró que estas son consecuencia de pugnas entre grupos de la delincuencia.

Con respecto a la violencia que se suscita en la carretera México-Pachuca, que ha costado la vida a varias personas y el robo de un buen número de vehículos, la diputada hidalguense Sharon Macotela Cisneros buscó exculpar a las actuales autoridades con argumentos ajenos al tema de discusión, e incluso cercanos a la violencia de género.

Coahuila, Nuevo León y Ciudad Juárez vivieron días de terror e increíble violencia a finales de la primera década y principios de la segunda de este siglo. Los gobiernos locales enfrentaron al crimen y lograron importantes reducciones en los homicidios, e incluso desmantelaron a las grandes bandas delictivas. Coahuila sigue en paz no obstante la violencia que campea en las entidades vecinas. No puedo decir lo mismo de Nuevo León y Ciudad Juárez, donde los actuales gobernantes se olvidaron de su responsabilidad y optaron por estrategias fallidas e incluso demenciales.

Julio Menchaca fue llevado al poder por los grupos empresariales de la entidad, la narrativa perniciosa del anterior gobernador y la popularidad de Andrés Manuel López Obrador. No puede echar la culpa al pasado pues sus nexos con el mismo son incuestionables. En algún tiempo fue presidente del Tribunal de Justicia y se formó en los grupos políticos que dominaron la entidad, e incluso hay quien dice que los sigue obedeciendo.

Más allá de lo anterior, bien haría en no actuar con ignorancia o negligencia y enfrentar al crimen antes de que este devore al gran estado que le tocó administrar.

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