¿Ciclovías?

En esta ciudad del norte del país eso es casi como invocar al “diablo”. Hasta los que se supone que son técnicos y que han pasado por las oficinas de Desarrollo Urbano están en contra. Pregunta o excusa que no sólo le escuchará al taquero -sin menospreciar a los raqueros que tienen una de las mejores profesiones del mundo-: “pero, ¿y el clima?”.

Me ha tocado escuchar todos los pretextos empezando por nuestros 45 grados al sol en verano, “Monterrey no es para andar en bici”, “no hay espacio” y otra serie más que si vives aquí, ya te los sabes.

Indira Kempis Indira Kempis Publicado el
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En esta ciudad del norte del país eso es casi como invocar al “diablo”. Hasta los que se supone que son técnicos y que han pasado por las oficinas de Desarrollo Urbano están en contra. Pregunta o excusa que no sólo le escuchará al taquero -sin menospreciar a los raqueros que tienen una de las mejores profesiones del mundo-: “pero, ¿y el clima?”.

Me ha tocado escuchar todos los pretextos empezando por nuestros 45 grados al sol en verano, “Monterrey no es para andar en bici”, “no hay espacio” y otra serie más que si vives aquí, ya te los sabes.

Aunque tampoco es para menos ni hay que minimizarlos porque sí, técnicamente, es un reto eso del clima para cualquier proyecto de obra pública… Pero algunos se instalan en el problema como justificación y no como solución.

Ya alguna vez lo intentó el Municipio de San Pedro Garza García y sin éxito. Lamentablemente, la sociedad civil que avaló ese proyecto en sus inicios, así como organismos internacionales que dieron asesoría (gratuita o no) se “lavaron las manos” echándole a la administración de aquel entonces toda la responsabilidad. Que además, últimamente, es casi “metodología”. Claro, en México es común que “pierden” algunos en individual, pero ganamos todos en plural.

La proeza mal planeada y ejecutada en San Pedro –que tampoco vamos a eximir a quienes sí deben rendir cuentas de su responsabilidad legal- tuvo consecuencias desastrosas. Un veto que no sólo provocó que organismos internacionales sepultaran de sus reportes los kilómetros de ciclovías de esa zona, sino un silencio absoluto cuando se toca el tema, ¿quién quiere fletarse en soledad un reto de tal magnitud para ofrecer a la ciudad otra forma de movilidad mucho más sustentable ante la cultura regiomontana que tiene por “Dios” a los autos? Seamos honestos. Nadie en sus cinco sentidos.

Es más, no nos atrevamos a sacar el tema en la colonia Del Valle porque arde Troya nomás de recordar que fueron más de 10 millones de pesos sin resultados.

Así se tengan documentos valiosos como el BICIPLAN que generó el Gobierno de Nuevo León o algunos proyectos de las Alcaldías, a pesar de los golpeteos mediáticos de la sociedad civil que lo sustenta, hoy son pocos los convencidos de que ésta pueda ser una realidad práctica, factible y medible en resultados para la ciudad.

¿Estamos entonces ante una parálisis? Lo dudo, porque ante la Nueva Agenda Urbana generada por ONU-Hábitat, los cambios en la Reforma Urbana y otros que deben derivarse de ésta en las entidades del país, así como la crisis ambiental y económica, esto de la bicicleta y su infraestructura serán la opción para las ciudades del futuro. No la única, pero sí una de las que son clave.

Lo menos es el debate que se ha generado a partir de que Humberto Torres, secretario de Desarrollo Sustentable del Estado, haya comunicado que esta infraestructura puede ir sobre la banqueta… Se ha armado un ir y venir de opiniones que lo único que están logrando es frenar aún más las posibilidades.

Aunque nos quemen en “leña verde” considero que ante esta decisión histórica que pocos podrían atreverse a decidir, hoy no se trata de cuestionar si se puede o no la infraestructura ciclista. Es que tiene que ser y punto. No hay discusión.

Si es arriba de la banqueta (que, además, le aclaro que el concepto está por desaparecer para cambiar por “calle completa” en un futuro y una visión ampliada de cómo compartir y organizar el espacio público) o debajo de ella, tenemos que adaptarnos para hacer que suceda.

No es capricho. No es opcional. No es tampoco hacer la ciudad para los activistas. Es que tenemos que hacer que suceda y para eso habrá que ceder.  Porque en los detalles, los manuales no funcionan ni las fórmulas salidas de una fotografía de Ámsterdam. Tenemos que concretar un proyecto de ciclovías viable para la ciudad… Que sí se puede que sea arriba de la banqueta. Incluso, hay ciudades que lo han hecho así y no se “acaba el mundo”. Como técnica de la materia sabemos que eso es posible y que es la deuda pendiente.

Sin embargo, la pregunta es más profunda que sólo dónde “debe” ir… Tiene que ver con el compromiso y la responsabilidad pública de dejar atrás el miedo, las amargas experiencias y comenzar de nuevo a replantearnos la infraestructura ciclista que dicho sea de paso no se reduce única y exclusivamente a ciclovías.

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