El migrante, como en los tiempos bíblicos, huye de la pobreza o la inseguridad. Ni de una ni de otra es responsable. Foto: Especial

La migración y la vida digna

Creo importante exigir que se atienda la emergencia y se generen condiciones de dignidad para quienes hoy sufren la lejanía de su hogar

La migración es la historia de la humanidad. Todos descendemos de gente que abandonó sus tierras en busca de nuevas oportunidades. Nadie puede ser ajeno a esa realidad, por ende, no es válido el discurso de la discriminación o las políticas públicas inhumanas.

En las calles de mi ciudad, como en las de todo el estado, caminan cientos de hombres y mujeres, que, con sus niños a cuestas, viajan rumbo a la frontera. Se estacionan en Piedras Negras, en los márgenes del Bravo, a la espera de cruzar al país vecino. Frente a ellos trampas y barreras les esperan.

El migrante, como en los tiempos bíblicos, huye de la pobreza o la inseguridad. Ni de una ni de otra es responsable. El gran factor que pesa sobre ellos es un injusto orden mundial que concentra la riqueza en los países del norte. Mucho se puede especular, pero hay algo cierto e incuestionable: las naciones poderosas llegaron primero al capitalismo e hicieron todo lo necesario para someter al sur.

Bajo una narrativa maniquea y simplona se justifica la riqueza de unos y la pobreza de otros. Cuando mi bisabuelo llegó a Coahuila, habían pasado treinta años de la invasión americana y unos cuantos de que los franceses se marcharon. México seguía la suerte de muchos países que se convertían en botín de las burguesías extranjeras.

Nuestro gobierno ha pactado con el americano para convertirse en un dique para la migración.

Esa realidad es evidente y pocos la discuten. En otro espacio podemos abundar sobre las razones de tal decisión, sin embargo, como católico y descendiente de migrantes, creo importante exigir que se atienda la emergencia y se generen condiciones de dignidad para quienes hoy sufren la lejanía de su hogar. Más aún, porque el invierno se acerca.

En estos días se desarrolló en Chiapas una cumbre sobre el tema; al respecto vale la pena decir: 1) todo esfuerzo es bueno, sin embargo, en la reunión faltaron actores fundamentales, entre ellos el Gobierno americano; 2) hay que reconocer que las conclusiones son importantes y hablan de los motivos de fondo de la crisis: la explotación del norte al sur; 3) los países participantes deben instrumentar acciones diplomáticas de gran calado para materializar lo que acordaron, entre otras cosas incidir en el cambio del orden económico mundial; 4) en la cumbre no hubo una exigencia al país vecino de recursos para atender a los migrantes que esperan cruzar la frontera; y 5) el Gobierno mexicano debe reconocer que una buena cantidad de migrantes se quedarán en definitiva en nuestro territorio y debemos darles una alternativa de vida.

La postura de la Iglesia católica en voz del pontífice es revolucionaria: “Debemos empeñarnos para asegurar que a las palabras sigan compromisos concretos en el signo de una responsabilidad global y compartida”.

Hago votos porque la cumbre se convierta en hechos y los migrantes tengan una vida digna y en paz.

Te puede interesar