La bandera por el…

Si usted no ha visto la escena en donde Miley Cyrus y sus bailarines violan el Artículo 56, sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacional, o en otras palabras: en el cual,  los primeros golpean con la bandera mexicana el trasero falso de la cantante, más le valdría hacerlo. 

No por incitarle al morbo, sino para con sólo un botón, en Youtube, analicemos qué es lo que está sucediendo en la vida política y social sobre un hecho que delata quiénes nos estamos permitiendo ser. 

Indira Kempis Indira Kempis Publicado el
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Si usted no ha visto la escena en donde Miley Cyrus y sus bailarines violan el Artículo 56, sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacional, o en otras palabras: en el cual,  los primeros golpean con la bandera mexicana el trasero falso de la cantante, más le valdría hacerlo. 

No por incitarle al morbo, sino para con sólo un botón, en Youtube, analicemos qué es lo que está sucediendo en la vida política y social sobre un hecho que delata quiénes nos estamos permitiendo ser. 

Nadie se salió del auditorio. Nadie la paró. Nadie le dijo: “¡Señorita Miley, lo que usted está haciendo es una falta de respeto y va contra la Ley!”. Nadie se quedó en silencio, inmutado ante el hecho. 

Al contrario, el espectáculo continuó entre aplausos eufóricos de una masa de jóvenes a los que la patria significa poco o nada, la bandera menos.  

Pero, ¿por qué no reaccionar en ese momento con la moral, la ética o el sentido común? 

Porque ésta es la generación a la que les robamos el encanto de un México que sabe a “enchiladas suizas de Sanborns” por citar al intento de poesía de la maestra Denise Dresser. 

Porque los jóvenes que hemos criado en la sociedad mexicana poco saben sobre el costo, en vidas, que ha costado la construcción de una patria o nación que en su imaginario no existe, porque no nos hemos dado a esa faena colectiva. 

Porque esa masa que no pudo impedir una evidente falta de respeto se ha contagiado de la desesperanza de vivir en un país en donde el “respeto” se gana con armas, dinero y escotes. A las pruebas se remiten. 

Por esa misma razón, cuando los diputados del Congreso de Nuevo León hacen valer la ley, como debe ser (lejos de si fue un acto trascendente o no), pocos les creen. 

Porque en el país en donde la esperanza la hacen unos cuantos, es inevitable que ese sentimiento del patriotismo se desmorone en pedazos al comprobar que quienes deberían de vigilar las cosas más graves, aunque no sean exageradamente mediáticas, no están cuando se necesita y sí lo están cuando la evidencia es por sí misma, ante la que cualquier asistente a ese concierto ni se inquietó. 

Esta es la espiral de una masa entre políticos y ciudadanos que no se permite la reflexión de sus actos. 

Que desconocemos el “timming” de la ética, la moral y la ley. 

Que llegamos tarde a todas partes y eso es tan literal como la lista de las cosas que los extranjeros critican de nosotros. 

No hemos podido lidiar con el gran defecto que tenemos de hacer de lo complejo algo simple y de lo simple algo complejo. 

Es absurdo esto de ver cómo armamos escándalos o hacemos ruido de lo que se pudo arreglar desde un principio, o bien, que nos roba tiempo para lo importante. 

Rayamos en lo ridículo y mi inclusión es que mientras debería también estar escribiendo de otros asuntos más importantes, véame aquí intentando descifrar una noticia, que para variar, sí hizo eco en la agenda de medios nacionales e internacionales.

Ahora mismo recuerdo las columnas del poeta Javier Sicilia, en donde finaliza con el sinfín de temas pendientes a resolver en donde gobierno y ciudadanía deberían estar poniendo la energía, el dinero, el tiempo, las ganas, el debate, pero no. 

Probablemente, el consejo es que si queremos ser parte de la atención del Congreso, de los medios, de la polémica, deberíamos provocar un escándalo que atente a nuestra acostumbrada doble moral. 

Si el problema no es la bandera en el trasero de Miley, eso se arregla con la ley. 

El problema es que pedimos un “ajuste de cuentas” que no es prioridad crítica para este país, necesitado con urgencia de tantas tareas importantes y eso créame que es igual o más grave que pasarse la bandera por el “arco del triunfo”.

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