La autonomía de la máxima casa de estudios no puede vulnerarse desde el púlpito presidencial. Foto: Especial

Autonomía

El presidente indirectamente está interviniendo en el proceso, al señalar que en la UNAM se debe ir hacia la “transformación”

Al presidente no le gusta la autonomía, es una palabra que le causa escozor; odia la autonomía porque le impide tener el control, y es por eso que busca destruir todas las instituciones y organismos autónomos, una de ellas, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Aunque el presidente ha dicho que su gobierno no intervendrá en la sucesión de rector de la UNAM, “nosotros no vamos a meternos en nada”, quienes lo conocemos sabemos que eso es mentira, y que si algo desea con todo el corazón, es poner a uno de los suyos al frente de la máxima casa de estudios.

No en vano sus descalificativos a la UNAM, a su actual rector, a la comunidad médica y científica. Ha dicho que la universidad se “derechizó”, ha hecho un llamado a reformarla, cuando es por todas y todos sabido que si algo tiene nuestra prestigiosa institución, es que es fiel a su autonomía.

Pero no solo eso, el presidente indirectamente está interviniendo en el proceso, al señalar que en la UNAM se debe ir hacia la “transformación”, ya que, según él, la dominan “sectas”.

Si eso no es intervenir en el proceso de sucesión de la UNAM, entonces ¿qué es?, porque desde el púlpito mañanero no ha perdido la oportunidad de convocar a la comunidad universitaria a elegir alguien cercano a su gobierno, uno que contribuya a la supuesta “transformación”.

Está clarísimo que al presidente le urge que nuestros estudiantes se generen un solo pensamiento, uno que beneficie a su gobierno y que a él lo pinte como el salvador de México, y para muestra de ello están los nuevos libros de texto, con los cuales se busca adoctrinar a nuestra infancia, adolescencia y magisterio.

Tiene razón el presidente cuando dice que en la UNAM se debe impedir la llegada de “cacicazgos”, porque eso es lo que sucedería si llega uno de los suyos, entonces sí, la máxima casa de estudios perdería su autonomía y su democracia.

Hago votos para que la lucha que dio Manuel Gómez Morín por la autonomía y la libertad de cátedra en la UNAM, siga hasta ahora vigente e impidan la llegada de cualquier cercano a la Cuarta Transformación o al presidente.

No podemos permitir que desde Palacio Nacional pretendan apoderarse de la máxima casa de estudios, porque como dice su escudo y lema, elaborados por José Vasconcelos, “Por mi raza hablará el espíritu”, símbolos de la libertad, autonomía, orgullo, sentido de pertenencia y arraigo.

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